De cinismos y odios: el lenguaje de las derechas

gujy
Martes 13 de Abril de 2021

Al escuchar un spot del gobierno, donde el presidente Lenin Moreno afirma que los mimados de este gobierno son las personas de la tercera edad, pensé que esta era la máxima del cinismo gubernamental. Sin embargo, cuando el mismo Moreno dice que la gente lanzó los cadáveres a la calle por el miedo a contagiarse, entendí que el cinismo de esta forma de gobierno no tiene límites.

En un artículo de opinión anterior decía que una de las características del comportamiento sociopático del neoliberalismo era “el uso frecuente de la falsedad y el engaño”. Esto comparte relación con lo que entraña el cinismo, que según la RAE significa “Actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece general desaprobación”.

La forma actual de gobierno reinstaló el neoliberalismo en el país. Con una clara participación de las élites financieras y sus medios de comunicación -en casi cuatro años de gobierno- llevaron al desmantelamiento del Estado. Realinendolo a la lógica privada de mercado, y el retorno de las élites empresariales a la administración de las instituciones del Estado.

Las élites y sus vocerías, sostienen las falsedades a través del silencio de los medios, pero además se vuelve el espacio para ir construyendo un enemigo. Los relatos que buscan -como bien lo menciona Luis Miguel López Londoño- construir el enemigo como “estrategia de campaña: une, articula, cohesiona, reconcilia”. Pero ¿qué ¡reconcilia!? A unas derechas y a unas izquierdas que miran en la eliminación del enemigo común, como una supuesta responsabilidad con el país. Estos relatos se extienden por todas las redes de comunicación, y se instala en el hablar cotidiano de nuestras familias, amigos, vecinos y extraños del espacio público.

De hecho, es más profundo el odio en estos sectores que se vuelven cómplices del dolor causado por el poder gubernamental hacia las poblaciones. Al parecer obnubila su conciencia, que no importa transar con las élites más recalcitrantes, que defienden y aspiran sostener el régimen neoliberal reinstalado por el gobierno de Moreno.

Debemos situar que el odio no es sino consecuencia del rechazo al otro, que ha herido su narcisismo. En su fantasía piensan que han sido despojados por ese otro, de las fuentes de bienestar. Sus odios se transforman en miedo exteriorizado para los otros, como estrategia de movilización subjetiva para mantener un orden social.

Esta demonización coloca a ese otro objeto de odio, como la potencial amenaza que va a despojar-nos de los bienes, del dinero, de las libertades. Esta narración no es -sino- la proyección de lo que el empresariado realmente hace: son las élites aliadas a este gobierno, en realidad la clase social que ha despojado sistemáticamente de los recursos que garantizan la existencia, nos arrebataron el trabajo, los salarios, la salud, la educación. A través del pago de la deuda externa, la condonación tributaria a las empresas, la privatización en marcha de las áreas estratégicas, utilizando mecanismos como la Ley de Apoyo Humanitario, la Ley de Reactivación Económica, y hoy con la pretensión de que se apruebe La Ley de Defensa de la Dolarización.

Instalar una idea negativa del otro, como el causante de mi tragedia, nos envuelve en la fantasía de este otro fantasmático, que se está encarnando en otros seres: una suerte de posesión demoniaca que nos provocará la muerte, la pobreza, el desempleo, la violencia, la inseguridad. Al parecer es tan fuerte, que esta sobrecarga de narraciones afecta el Yo de las poblaciones y produce la falta de crítica, sobreestimación del enunciante del odio (como es empresario y banquero no va a robar), y en una buena parte de las población provoca una uniformidad en la reacción. Con respecto de esto último, en uno de los spots, una mujer de tercera edad agradecía al Presidente Moreno de no permitir que seamos Venezuela.

Estas dos narraciones citadas dan cuenta, de la proyección en el otro, de mi condición perversa de clase, colocarme en la situación de víctima, y lograr una cohesión para eliminar al enemigo común. Ocultar de esa manera el real objeto: provocar en las poblaciones una ambivalencia, y polarizar a las víctimas para sostener el orden neoliberal. El peligro de este cinismo y la construcción del enemigo, se asemeja a lo que José María Tortosa Blanco plantea: “ese Otro ya no será sólo el que permite entender los males del mundo, ya que es su supuesto causante; sino que permitirá la descarga de pulsiones agresivas directas o simbólicas”.

 

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