Cuando caigan las balas

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Miércoles 27 de Marzo de 2019

El pasado domingo se conmemoró el 43° aniversario del último golpe cívico-militar en la Argentina. Como en otras ocasiones, buena parte de las reflexiones estuvieron centradas, con justeza, en el genocidio perpetuado por sus actores estatales y civiles. A partir de sistemáticas desapariciones, asesinatos, torturas y exilios, la coalición de facto no solo arremetió contra 30.000 personas, sino también contra las condiciones subjetivas del cambio social en dicho país.

La dictadura en cuestión se escudó en la supuesta “lucha contra el terrorismo” para librar lo que llamaron “guerra sucia”, cuyo fin fue eliminar físicamente a sus adversarios. No es difícil saber cuáles fueron los sujetos políticos a ser destruidos, cuando vemos a qué se dedicaban la mayor parte de las/os desaparecidas/os: sindicalistas, estudiantes, docentes, curas tercermundistas, militantes de organizaciones sociales de base, artistas, entre otros.

De tal forma, la finalidad del genocidio fue destrozar las condiciones sociales de la resistencia al plan que traían con venia de la geopolítica imperial, a saber: el comienzo del ajuste neoliberal. Así las cosas, la desaparición del enemigo político tenía como fin la implantación efectiva de los nuevos esquemas de acumulación del capital (fundamentalmente financiero) a nivel global. Es por ello que decir “Nunca Más” al terrorismo de Estado es también decir “Nunca Más” al neoliberalismo.

Entender esto es clave, en la medida en que todo proceso reaccionario pretende generar las condiciones para imponer su propio modelo. Si antes fue, especialmente en el Cono Sur, el terrorismo de Estado, hoy es preciso entender A- con cuáles estrategias, B- quiénes tratan de suprimir a C- los actores que podrían oponerse a una reacción por parte de las derechas. Hoy, en América Latina, parecen ser cuatro las claves: I- el uso de los poderes judiciales para perseguir a las dirigencias del ciclo político denominado como populista; II- la continua operación mediática por desprestigiar dichos procesos y sus liderazgos, legitimar las nuevas medidas de ajuste e incentivar el individualismo emprendedor; III- el ejercicio de la violencia física por parte del Estado contra los excluidos; y IV- el incentivo de la violencia física entre los dominados, alimentando una pulsión fascista, en una suerte de purga entre los de abajo. Sobre esto último, en otro artículo, se ha tratado de trazar un horizonte[1].

Es evidente que hoy asistimos a un retorno del neoliberalismo, ya sea por la vía electoral (Argentina), por golpes institucionales (Brasil) o “por asalto” (Ecuador). Aunque dicho retorno no parece estar completamente sellado en la región, si replica la política económica de los gobiernos de facto y de las “transiciones” democráticas de fines del siglo pasado. En tal sentido, una vez más, estamos peleando contra las cuerdas. Y si bien esto nos exige decir, como otras tantas veces durante tantos años, que deberíamos poder articularnos, eso no parece estar sucediendo. La historia muestra que esto efectivamente se realiza cuando el adversario está muy débil o cuando la caída de las balas es inminente. Tal vez diciéndolo así pueda tocar alguna fibra.

Por memoria histórica y por compromiso con quienes están a nuestro lado, aunque sea tengamos el valor de estar cerca. Seguramente las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los actuales y verdaderos afectados por las políticas de ajuste y los miles de desaparecidos, torturados, exiliados y asesinados de ayer y de hoy en toda nuestra región, se lo merecen.

 

Fuentes:

[1] Ver “Nuestra Purga”: https://www.facebook.com/RevistaCrisisEc/posts/2691289417554543?__tn__=K-R

 

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