Colombia: neoliberalismo y el libreto contrainsurgente

ela
Martes 18 de Mayo de 2021

Las revueltas más recientes en América Latina podrían indicar el preludio de un nuevo ciclo de regresión neoliberal, dentro de la cual la retórica del anticomunismo adquiere dinámicas sin precedentes. La dictadura de clases en el continente adquiere rasgos renovados de un discurso reciclado de la Guerra Fría, manufacturando un “enemigo interno”, del pueblo que rechaza el neoliberalismo. De tal forma, el aparato de la contrainsurgencia se despliega nuevamente en contra del pueblo, criminalizando la protesta social y tildándola de terrorista. El enemigo interno en este sentido, corresponde a sujetos tildados de subversivos, para su subsecuente aniquilación. El libreto corresponde a los años dorados de la persecución anticomunista en el continente, orquestada por gobiernos autoritarios, militaristas y dictaduras auspiciadas y sostenidas por EE.UU. y su centro ideológico en la región, la Escuela de las Américas -ELA-.

Entre los años 60s y 90s, la ultra derecha latinoamericana implementó las técnicas más cruentas de contrainsurgencia, auspiciadas por el Departamento de Estado de EE.UU. Por medio de su interlocutor latinoamericano, la ELA en Panamá, que entrenó ideológica y tácticamente a los brazos armados de los Estados burgueses, y sus oligarquías locales. Una serie aparentemente infinita de represores, dictadores y genocidas, con nombres de la talla de Manuel Noriega en la misma Panamá, Hugo Banzer en Bolivia, Augusto Pinochet en Chile, Roberto Viola y Jorge Videla en Argentina, Vladimiro Montesinos en Perú o sus pares Rodriguez Lara y Oswaldo Jarrín en Ecuador. Desde el año 2001, esta institución parte del brazo militar del imperialismo yanqui, que ha adoctrinado a más de 60.000 militares latinoamericanos, pasó a llamarse Instituto Hemisférico Occidental para la Cooperación y la Seguridad, habiendo cambiado también su sede de Panamá a Fort Benning, Georgia, EE.UU. en 1984.

Las tácticas represivas enseñadas por la ELA, promueven el uso abierto de tortura y ejecuciones sumarias, instalando la contransurgencia como mantra de las FF.AA. a nivel continental después del triunfo de la Revolución Cubana. Entre los países que más tropas enviaron a la ELA constan Bolivia, Chile, Panamá, Perú, Honduras y por supuesto, Colombia.

Bolivia tuvo su época de apogeo en el envío de tropas a la ELA después de que el Che lanzara la campaña boliviana en 1967. En los años 80s en cambio, los países que más soldados enviaron a la ELA fueron El Salvador, México y Colombia. No resulta ser una coincidencia de que las espirales de violencia en los tres países antes mencionados estallaran en los años sucesivos a la adoctrinación militar recibida por los EE.UU. Colombia vive la continuación de una estrategia regional en la que se desplegaron una multiplicidad de recursos militares y financieros: el Plan Colombia.

El actual General del Ejército de Colombia y mano dura del gobierno de Iván Duque, Eduardo Zapateiro, cuenta con una extensa carrera en represión, contrainsurgencia y crímenes de lesa humanidad. En el año 2008,  lideró la operación Fénix, desembocando en la incursión a territorio ecuatoriano y el subsecuente bombardeo a Angostura. Zapateiro se encuentra involucrado en múltiples casos de bombardeos con asesinatos a civiles, menores de edad y falsos positivos, además de haber sido Comandante del Batallón Colombia No. 3 en Sinaí, Israel. Al igual que el actual Ministro de Defensa del Ecuador, Oswaldo Jarrín, Zapateiro cuenta con entrenamiento militar por parte del Estado sionista de Israel, el cual sostiene una guerra de exterminio en contra del pueblo palestino. Siendo el Estado de Israel uno de los pioneros en la exportación de inteligencia militar en contrainsurgencia, con su vasta experiencia con la prolongada guerra interna de exterminio y Apatheid, que perdura por más de 7 décadas.

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El trato militar a la revuelta en Colombia, y el uso indiscriminado de “armamento no letal” demuestra que las fuerzas represivas del continente aprenden mutuamente unas de las otras. El uso de cartuchos de gas lacrimógeno, aturdidoras y balas de goma como armas letales disparadas directamente contra ojos, cráneo y torso, son prácticas comunes de agentes de policía y fuerzas armadas en América Latina, como evidencia la represión en Chile y Ecuador. Sin embargo, en Colombia las tácticas sistemáticas del uso indebido de indumentaria represiva adquieren nuevas características. El uso abierto y reiterado del artefacto lanza aturdidoras Venom en Popayán, es el más reciente de los adecuamientos de armamento represivo. Un arma destinada a servir de lanzaaturdidoras, con un total de 30 cartuchos en tres filas ,con una separación de 10 grados, es utilizada en estos días como arma de guerra para herir a quemarropa al pueblo.

En las próximas revueltas en rechazo a la profundización del neoliberalismo y su maquinaria de exterminio en la región, le precederán la exportación de las experiencias chilena y colombiana, como efectivas en la mutilación y asesinatos sistemáticos con armamento “no letal”, como los nuevos crímenes de Estado. En términos discursivos, la ultra derecha utiliza el mismo libreto de contrainsurgencia de antaño, aupado por los medios de comunicación serviles a sus intereses. La revuelta pasa a tildarse como un potencial atentado a la democracia en forma de golpe de Estado, financiado y planificado desde el extranjero. De tal manera, se criminaliza frontalmente a la protesta, como sucede actualmente en Colombia, con el gobierno de Iván Duque da trato militar a las movilizaciones, declarando que se encuentran motivadas por “disidencias de las FARC-EP”.

La Alemania nazi perfeccionó el anticomunismo como identidad dorsal de sus servicios de inteligencia. Después de 1945, altos mandos de la Gestapo, con nuevas identidades yanquis, fueron piezas centrales en el desarrollo del FBI y la CIA, concebidas para perseguir y exterminar la “amenaza comunista” en la región y el mundo. En los años 60s, militares latinoamericanos en la ELA fueron instruidos en insumos de inteligencia, técnicas de tortura y contrainsurgencia  desarrolladas por Francia en la Guerra de independencia argelina. Así mismo, el Estado sionista de Israel capacita de forma continua a policías y militares del continente, en técnicas antisubversivas. De esta forma, las instituciones de inteligencia de los aparatos represivos de los Estados burgueses latinoamericanos, continúan con el sucesivo perfeccionamiento de la guerra en contra del “enemigo interno”, instaurada en la región por EE.UU.

El desarrollo de técnicas represivas, bajo el manto del anticomunismo, bien podría exportarse también a  Ecuador. Recientemente, el gobierno saliente de Moreno anunciaba una compra de un total de 4,3 millones de dólares en indumentaria represiva para reforzar a la Policía Nacional. Es indudable que los servicios de inteligencia son la agregación histórica para combatir al “enemigo interno”, en una guerra de exterminio en contra de las fuerzas populares anticapitalistas y antineoliberales. Una vez más, América Latina vuelve a ser el laboratorio de indumentaria y técnicas de exterminio popular, como lo fue la doctrina del shock implementada en Chile con Pinochet y los Chicago Boys en los 70s. Si las fuerzas represivas comparten y aprenden de sus experiencias en represión y guerra interna, los pueblos igualmente podemos aprender de nuestras experiencias organizativas populares en contra del capitalismo y sus tentáculos de poder económico, militar y represivo.

 

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