La trampa del emprendimiento

lenin puto
Lunes 5 de Agosto de 2019

“Somos un país de emprendedores. La necesidad obliga, es por eso que ustedes ven en Guayaquil a un monito de 5 años, que ya se ha comprado una cola, unos vasos plásticos y está vendiendo gaseosa en la esquina” (Lenin Moreno, 2 de agosto de 2019).

Este es un extracto del discurso que el presidente Lenin Moreno diera el pasado 2 de agosto en un conversatorio al que llamaron: Acompañando el crecimiento de las familias. Más allá de hacer una romantización a la pobreza y una normalización del trabajo infantil, el primer mandatario y su mal gobierno, llaman a la juventud a emprender. Nada más y nada menos que con las frases más trilladas de la propaganda yanqui de la década del 50 en favor del libre mercado: “perder seguridad, pero ganar libertad es lo que brinda mayores satisfacciones”.

En el marco del capitalismo neoliberal, la relación humano-trabajo, se ha ido construyendo desde una perspectiva completamente ajena a la historia, la sociedad y a sus semejantes. Ha ido creando una noción de autorrealización y felicidad, desde la exacerbación del individualismo indiferente y egoísta, que se manifiesta útilmente desde la figura del emprendedor. La palabra satisfacción no está colocada accidentalmente dentro del discurso del obediente primer mandatario. Sino que genera una inserción minuciosa del discurso del espíritu emprendedor: la resignación a la inseguridad económica latente, la explotación auto inducida o del patrono, las precarias condiciones laborales, la falta de seguridad social y el rechazo a la organización colectiva.

¿Por qué? Pasa que, en la figura del emprendimiento, no se requiere de ningún desarrollo de la matriz tradicional: demanda – producto. Esto se traduce a que no se requiere, por lo tanto, de ninguna organización para la producción, ni de regulación para esa producción: es decir, no existen derechos laborales.  Más bien se conforma de un ejército de trabajadores y trabajadoras informales, precarizadxs y sobre expuestos a todos los peligros del habitar los márgenes.

Por supuesto, las metas de autorrealización y felicidad del emprendimiento son inalcanzables, no son más que una herramienta ideológica que naturaliza las profundas y crecientes desigualdades sociales. El mercado está controlado por grandes corporaciones multinacionales, con empresas gigantescas ya consolidadas, con cuentas en paraísos fiscales y fábricas en otros Sures. La competencia es imposible, siempre lo fue. La figura del humano-empresa del neoliberalismo logra alcanzar niveles de explotación inauditos, inclusive en los marcos del capitalismo.

Parece que el señor Lenin Moreno ha tomado al pie de la letra la carta de intención del Fondo Monetario Internacional (FMI). Nada aquí es una inocentada o torpeza, todos los discursos que se manejan desde el Ejecutivo mantienen una sintonía en cuanto logran asentar cómo resultados naturales de una crisis (auto infringida sea dicho de paso), una serie de medidas antipopulares, entre las cuales están, por supuesto, el reajuste de la masa salarial, la reducción de subsidios, la reforma del sistema tributario y la reducción del gasto público.

La única opción que nos queda como sociedad es la organización popular, autoconvocada y combativa. A las calles, que la historia nos llama.

 

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