Los hijos del fin de la Historia

Fin de la Historia

¿Qué pasa con la militancia de esta era? No basta con interpretar la coyuntura o las condiciones objetivas y subjetivas, si pretendemos entender nuestra realidad para transformarla es necesario analizar la composición y las características de quienes enunciamos dicha transformación. En las siguientes líneas se plantea el problema del “derrotismo” y la autoreferenciación. En la nueva generación de izquierda, siendo cuidadosos de las realidades particulares, no se habla de partidos, colectivos,frentes sino de espacios de militancia, pues considero es una realidad transversal a los mismos.

Pero ¿por qué el fin de la historia? En 1992 el autor Francis Fukuyama lanza la obra “El Fin de la Historia”, este es uno de los  nombres con el que se bautizó la caída de la primera experiencia de socialismo estatal, el socialismo soviético. “El Fin de la Historia” más que un libro, es un símbolo que marca el fin de un conjunto de valores, referencias, las “ideologías”, en sí un paradigma civilizatorio. Cuando hablamos de la existencia de una izquierda hija de Fukuyama, hablamos de una izquierda que  sin problema pudo levantarse de los escombros del Muro de Berlín, pero que una vez de pie empezó a caminar sin un rumbo claro, teniendo en la mayoría de casos como única consigna el no retornar por donde se había transitado.

Al referirse a esta izquierda hija del fin de la historia, se habla de una generación de militantes que  cumple algunas condiciones: en primer lugar nacida en los últimos años del bloque socialista soviético o en los años posteriores a su desaparición,  por lo que desarrolló su vida política en medio de la tendencia progresista que se cernió sobre el continente.

Cuando se plantea que esta nueva izquierda se desarrolla en el contexto del progresismo latinoamericano, de ninguna forma se afirma que estas expresiones organizativas sean necesariamente afines a los procesos progresistas, ni que necesariamente adquieren  determinadas características (explicadas posteriormente) por una relación causal hacia la presencia del progresismo en el continente, sin embargo sí existen algunas generalidades en los imaginarios que rondan a las nuevas militancias de izquierda.

Ahora retornando al nodo central  de la crítica, el problema general recae en la incapacidad de las nuevas generaciones para creer en un cambio real, de entrada se asume que el mundo no es transformable, se ha perdido la capacidad de disputar la realización de las utopías, desacreditando el potencial transformador de la militancia en colectivo. Este comportamiento o percepción de la política nos lleva a plantearnos las reformas o pequeños cambios como el único proceso en disputa, los sectores que se autodenominan más avanzados se plantean la toma del poder, sin plantearse el cambio de las estructuras de la sociedad. En resumen las nuevas militancias, han llegado al punto de conformarse con lo mínimo sin siquiera pensar en la posibilidad de disputar los máximos.

Cuando Vladimir Lenin  exponía que es “es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños”explicaba la necesidad de romper lo pre establecido; sin embargo, hoy la militancia no sueña con algo más allá de lo pre establecido, por lo tanto tampoco cree y mucho menos trabaja por un nuevo modelo de sociedad. La aceptación implícita de la realidad a su vez ha normalizado las contradicciones de clase o género que diariamente vivimos, esto a su vez ha diezmado nuestra sensibilidad y nuestra capacidad de indignación. 

Con todo lo mencionado no se crea tampoco que esta militancia no tiene un proyecto, evidentemente lo tiene, pero son proyectos que generalmente carecen de profundidad, no por su punto de partida sino por su punto de llegada, es decir muchos de los proyectos de militancia de la nueva generación parten de luchas o plataformas no convencionales aunque totalmente legítimas, aún cuando dentro de la tradición de izquierda pueden ser consideradas pequeñoburguesas o  reformista, luchas que si bien prescinden de la tradición, igual consideramos importantes y necesarias cuando más que nunca se afianza la interseccionalidad del sujeto histórico. Sin embargo estas luchas no dan el salto de compenetración con los otros campos y por lo tanto tampoco logran una  afectación real de las estructuras de la sociedad.

Probablemente una de las mayores limitaciones de estas plataformas, es la acción a partir de los análisis auto referenciales característica tanto de ciertos pequeños colectivos centrados en reivindicaciones puntuales hasta los espacios de respaldo a los grandes partidos. Si bienestas plataformas son legítimas y necesarias, no son suficientes si lo que se quiere es cambiar el orden de la sociedad.

Como una reacción adversa a la llegada de nuevos espacios de militancia surgen o se afianzan los “vestigios juveniles”, militantes que sin provenir de los tiempos anteriores al Fin de la Historia, asumen las viejas formas de organización generalmente arraigados en espacios históricos, que siendo igual de legítimos pueden llegar a ser el doble de ineficaces, pues éstos tampoco se proyectan a la transformación real, al contrario son aún más auto referenciales que los espacios antes descritos pues se refugian en su historia y en la tradición de sus formas de hacer política, Estas prácticas combinan grandes discursos cargados de radicalidad y de propuestas de cambio estructural con formas poco operativas de relacionamiento y de trabajo. 

A modo de conclusión, si bien se ha presentado un escenario que pareciera poco alentador, no todo está perdido, cada espacio mencionado partiendo de la consigna “organizarse es empezar a vencer” guarda una potencialidad transformadora, pero que sólo se materializará cuando deje de refundarse en términos de forma y empiece a pensar proyectos de sociedad más allá de lo planteado como posible.

 

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