Dina Boluarte y su triste papel en la Presidencia del Perú

BALEARTE
Miércoles 21 de Diciembre de 2022

Llegó a la Presidencia de la República del Perú, gracias a las perversas maniobras de la derecha y la ultraderecha, encabezada por la embajada de los Estados Unidos y por supuesto los grandes mineros nacionales y transnacionales. Ayudó, sin duda, la incompetencia y falta de coraje del gobierno de Pedro Castillo y su entorno.

Como una de las siete plagas, el Congreso de la República expresa lo triste que es la destrucción del Estado de Derecho y la poca organicidad de los poderes del Estado, vendidos al mejor postor del libre mercado. Un 70% de personajes de aquel congreso, pagados con dineros de procedencia poco clara en sus campañas electorales, representan lo peor de la política nacional. Un 20% de personajes en el congreso de distintas tiendas políticas que no saben exactamente lo que quieren para el país, ni entienden con claridad su papel de tribunos del pueblo. Aún existen excepciones de mujeres y hombres que tratan de salvar la cara del poder legislativo y de salvar vidas en el país. Son una minoría absoluta, dejémosle a ellos el 10 por ciento restante de las curules parlamentarias.

Abogada Boluarte, escuchamos su conferencia de prensa como la primera presidenta de la historia del Perú. La primera mujer en asumir el cargo de presidenta en 200 años de República. Tal vez por ser mujer, tal vez por venir de la sierra sur, Chalhuanca, Aymaraes, Abancay; tal vez por su extracción de clase y el haber sido elegida por Perú Libre y como segunda de Pedro Castillo, hubo un atisbo de esperanza. No mucha, la verdad, pero algo de esperanza.

Tras pocas horas de asumir el cargo, la ilusión se esfumó y en su conferencia de prensa y mensaje al país, -rodeada de militares y policías- anunció cómo sería su mandato, en ese momento ya habían sido asesinados 22 peruanos y peruanas y hoy suman 26, según los medios internacionales. En ese día se publicitaba el golpe cívico militar.

No me voy a referir al programa fujimorista/montesinista/CIA, que Usted anuncia. Me voy a referir a la última parte de su discurso, en la que dice tendrá que batallar contra el machismo y que no se la va a aceptar por ser mujer. ¡Falso señora! El hecho de ser mujer no la descalifica ni la califica, hay mujeres de derecha y mujeres de izquierda. Como el hecho de ser varón no califica a nadie, más que desde el punto de vista biológico y eso…

Usted es repudiada por haberse vendido por un plato de lentejas o por un sillón presidencial, al crimen organizado y con ello, me refiero al peor enemigo de la humanidad, que encabeza la organización del crimen, que son los yanquis. Peor aún, Usted es repudiada por traicionar a su propio electorado que la eligió con un programa -aunque fuera segunda en la lista-. Usted será recordada, no como la primera mujer presidenta en la historia, sino que será recordada por el asesinato de peruanos y peruanas que están en el derecho de manifestarse por querer refundar la República. Que piden el cierre del Congreso, que piden una nueva Constitución, pero sobre todo y fundamentalmente que piden salarios dignos, créditos accesibles, salud y educación gratuitas, una justicia que no esté controlada por los patrones y una serena lucha por la seguridad ciudadana. Es decir, un Perú que respete a sus ciudadanas y ciudadanos y que no vuelva al narcogobierno de Fujimori, Montesinos, militares y policías.

Un Perú donde la democracia se construya con la participación de los pueblos y nacionalidades que lo conforman, con sus culturas ancestrales y sus métodos de participación. Usted lanzó una advertencia a los machistas y también dirigió una frasecitas en quechua. Sería un regalo que hiciera un gobierno con enfoque de género y que respetara las lenguas ancestrales, pero señora Dina, Usted ha demostrado que todo ello es falso y se ha puesto de rodillas ante la represión y el asesinato de nuestro pueblo. Su maestra Jeannine Añez de Bolivia, está presa. Su mentora, la embajadora de los Estados Unidos, no le puede garantizar impunidad y el discurso de que quienes se movilizan, son terroristas, sirve solamente como patente de corso, para asesinar.

En las calles, la pancarta que dice “Dina Asesina”, no es una figura literaria. Usted es responsable de todas esas muertes, pues es Usted quien como presidenta da las órdenes. Subordinarse a la idea represiva, jamás ha traído réditos políticos. Tuvo su oportunidad y en pocos minutos la liquidó. Hoy el pueblo del Perú se ha levantado y sin retroceso. No insista en el baño de sangre. Cierre el congreso, renuncie y abra el camino para un gobierno de transición con las organizaciones sociales, con las regiones organizadas. Con las y los peruanos dignos que no se han vendido. Y tal vez así, la historia y las y los peruanos la recordemos como la primera presidenta mujer y no como la asesina de su pueblo.

El Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas deberá escoger entre el baño de sangre o la Patria como un bien de todas y todos. Deberá escoger entre la Soberanía o la genuflexión ante el Imperio. Y si no es el comando conjunto, deberán ser los oficiales patriotas que releven a los mandos vende patria. Puede que tardemos aún, pero ya le toca al Perú una representatividad decente y un camino de paz.

En el juego geopolítico, los Estados Unidos cuentan con Chile, Perú y Ecuador para cumplir sus intereses de este lado del Pacífico. El multilaterismo ya aparece como mala palabra en el léxico de la derecha y no como una conquista democrática de la humanidad.

Tal vez es demasiado pretender que Usted se ponga del lado de la historia, pero debería hacer el esfuerzo. Es hora de que Usted se marche, será el gesto más digno que pueda hacer, en defensa de las vidas del pueblo que votó por Usted y del que votó en contra.

Como comandanta de las FF.AA. y la PNP, le exigimos que suspenda las matanzas ahora. Retire la policía y a las fuerzas armadas de las calles. Permita la libre manifestación, levantando el estado de emergencia. Convoque, por lo que más quiera, convoque a las organizaciones sociales y dé paso a un gobierno de transición. Aquí ya no existen reglas que cumplir ni plazos que respetar. Hay que detener a la muerte que galopa entre nuestros y nuestras jóvenes, entre nuestros y nuestras compatriotas. Anuncie el repliegue a los cuarteles y deje que otros -tal vez junto con Usted-, abran el diálogo. Recoja el guante de la dignidad y, habiendo hecho esto, retírese con prudente calma y para siempre.

 

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