Toxicómano Callejero: Entre el street art, la calle y lo político (II)

toxicomano ii
Jueves 18 de Julio de 2019

Toxicómano Callejero, artista, muralista y grafitero bogotano, lleva 15 años dentro de la escena del street art, la cual lo ha llevado alrededor del mundo. Se inspiran en la estética punk de los años 80s para combinar diferentes técnicas del stencil con mensajes de temáticas sociales y de denuncia.

En su paso por Quito en marzo de 2019, Revista Crisis tuvo la oportunidad de conversar con Toxicómano sobre la importancia del graffiti y el street art como medio de reapropiación y empoderamiento popular.

FK: ¿Qué potencial de transformación ves en la calle, como medio de movilización, de toma de conciencia colectiva?

TC: Necesita más tiempo para que cuaje, porque es una cosa de generación también. Hay cierta generación más cucha, que así la ciudad esté invadida, no va a leer, no va a entender, no va a captar, no va a pasar. Es la otra generación -nosotros y los que vienen atrás- el peladito, el niño de 10, 12 años, que sí pilla y ve la vuelta y creció con ello y no le va a parecer raro que esté algo pintado en la calle. No le parece raro coger un teléfono y que éste obviamente marcado, ni tener una puerta llena de firmas, el man abre y cierra; eso es lo que le importa. Pero la vuelta es que necesita más tiempo para que cuaje, para que se convierta en un discurso más real, digamos. La gente le cree a la calle, la lee, pero falta que la movilice; pero eso no tiene que hacer la calle a la final.

La calle aporta su grano de arena en el despertar de inspiración y en mostrar algo, pero no debe ser quien guíe ni quién lleve la pauta. Debe haber otros grupos, otras personas en ello. A la final las artes se encuentran alrededor de eso que hace que se creen ideas. Pero bueno, hay alguien que crea transformaciones y quizás no está en buscar líderes, pero sí en unirnos un poco, fresquearnos. Creo mucho en la autogestión. Puede ser para otro algo radical, pero darse la oportunidad siempre de mirar las cosas y decir: sí o no, pero abrirse. A veces la embarra, la seguirá embarrando, la seguirá cagando. ¿Pero quién no la ha cagado, quién no la ha embarrado? A mí me fresquea eso un poco y la calle me parece que tiene también ese síntoma: es algo dinámico, cambia todo el tiempo, tiene una memoria, pero se puede llevar y traer. Creo en las pequeñas dosis: entre más uno haga, o sea hay que hacer mucho, pero no hay que mostrar tanto. Eso a la final va creando simplemente como morbo, sólo como bulto. Sólo como un like automático que tampoco creo que va a ser así, hay que crear un criterio.

FK: Entonces no debería ser demasiado directo el mensaje que transmites por medio del graffiti.

TC: Creo que sí, no en el sentido de problemas de censura, sino simplemente por la amplitud de la comunicación. Aunque el mensaje directo es bacano, también cierra demasiado y si alguien tiene una barrera frente a eso nunca la vas a romper, nunca le vas a llegar a esa persona. No está mal ser un poquito más amplio en tu mismo pensamiento, para tratar de acceder a ese cerebro también. No cambian mucho ellos, pero creo que también la gente que viene detrás también lo capta y así se trata de abarcar más. Sin necesidad de ser condescendiente, pero sí crítico y social, tratando de no ser egoísta. El graffiti es súper egoísta.

FK: ¿Cómo definirías el sentido político del graffiti?

TC: Yo pensaría que todo graffiti es político, la acción de salir a la calle a pintar algo es algo político. En una ciudad viven, digamos, tres millones de personas y salen a pintar a la calle. Esa es una decisión política. Estás consciente de lo que estás haciendo, y esa es una decisión política. La publicidad como tal o el mainstream se da cuenta del poder que tiene la comunicación en la calle tipo street art o graffiti y la utilizan, menos mal no para beneficio propio, pero es que todo está ahí. Ahí están la técnica, los espacios; ahí está incluso la gente, porque seguramente no todo el mundo piensa igual y hay gente que la pueden engañar, gente que también puede sentirse partícipe de ello y se presta para cosas alguna u otra vez; eso es totalmente viable. Pero sí pienso que es falta de criterio. Cada cual se pone sus límites y me parece válido a la final. Pero esta bien que se piense un poco, lo que quiere el sistema es que te decidas rápido, que vayas con ellos por lo que te den, que les entregues todo y seas feliz. Ni mierda, hay que pensar, tener las cuentas bien.

 

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