¿Aprendimos algo de la Revolución Rusa?

Revolución Rusa y marxismo
Jueves 25 de Octubre de 2018

El triunfo de la Revolución rusa convirtió al marxismo en la teoría hegemónica de la izquierda mundial, no era para menos, se trataba de la primera revolución socialista en la historia de la humanidad, cuya victoria había sido asegurada gracias a la “todopoderosa” teoría construida por Carlos Marx, misma que había devenido en la “ciencia” del proletariado. La victoria del “marxismo” en Rusia, posibilitó su desarrollo teórico, millones de personas alrededor del mundo entero pensaron – y continúan pensando –, a la luz de la Revolución, en diferentes continentes y realidades el camino hacia el socialismo y el comunismo. No obstante, la historia nos ha demostrado que muchos de estos esfuerzos se basaron, lastimosamente, en un calco teórico condicionado por la influencia de la URSS y los partidos comunistas alineados, en base a lecturas mecánicas sobre el rol del partido, la toma del poder y el período de transición. A continuación, describiré rápidamente cada una de estos tópicos con miras a abrir el debate.

El partido de vanguardia.

Los bolcheviques durante la Revolución rusa no eran el partido “más poderoso”, ni el único, existía todo una “fauna” de partidos y organizaciones políticas: mecheviques, social revolucionarios, anarquistas, partidarios de la restauración zarista, etc. De hecho, tras la dimisión del zar y el asenso del Gobierno Provisional, los bolcheviques eran tan solo una fracción. No fue solo su claridad programática, o su astucia para comprender la sensibilidad popular, además de la composición obrero-campesino-militar de sus filas, la que consiguió la victoria, también lo fue la voluntad de todo un pueblo por avanzar hacia el socialismo. La dirección que los bolcheviques pudieron dar a la revolución fue gracias a la inserción y diálogo que estos tenían con las masas populares, en un contexto donde las instituciones, partidos, y personalidades del viejo orden, habían perdido toda legitimidad. El partido de vanguardia así, no podía ser mas que el catalizador de la revolución, mas no un organismo situado por encima de las organizaciones populares.

Ahora, según la interpretación reduccionista del partido marxista, este se trataría de un destacamento de avanzada, poseedor de la mayor consciencia y claridad, cuyo rol es guiar a las masas y asegurar el triunfo de la revolución. Por lo general se entiende que este partido “único”, debe permear todas o la mayor parte de las organizaciones sociales, económicas, culturales, etc., con el fin de “dirigirlas”, o también, crear organizaciones propias fieles a la política del partido. Los bolcheviques comprendieron esto, al contrario, primero porque no eran extraños a las masas – como actualmente la izquierda lo es –, y segundo, porque no llegaban a imponer su agenda sobre estas sino a desarrollarla en base a las necesidades del pueblo en un contexto histórico concreto. El partido no era entonces el “nuevo Estado”, sino el elemento catalizador para su consecución, un Estado, tal como diría Lenin, que desde un inicio no podría caminar mas que a su extinción, retornando las facultades de gestión, producción y consumo a la clase obrera y el campesinado, como sucedió en los primeros años de la Revolución.

La toma del poder.

En la Revolución Rusa, el arribo al gobierno por los bolcheviques, fue el último peldaño de un gran proceso de acumulación de fuerzas que posibilitaron el asalto al poder. Dicho proceso se desarrollo en relación directa o indirecta con el partido bolchevique, fueron las masas de obreros y campesinos hambrientos, los soldados en medio de la carnicería imperialista de la I Guerra Mundial, quienes crearon los organismos de poder, los soviets – instituciones que se pueden encontrar ya en la revolución de 1905 –, que irían asumiendo las funciones de un “Nuevo Estado”.Sin bien San Petesburgo fue el “epicentro”, la revolución se fue extendiendo por toda Rusia, el rol de los soviets, llamando a asumir la producción, el transporte, la defensa, la comunicación, por un sinfín de organizaciones integradas por el pueblo: obreros, campesinos, soldados, hombres, mujeres, fue decisivo en la “toma del poder”.

La realización en ese momento del Congreso Panruso de los Soviets, el desconocimiento del gobierno provisional, y la transición del poder a los soviets, fue lo que efectivamente posibilitó al toma del poder por los bolcheviques, pues no era el partido en si mismo “quien tomó el poder” – quizá esta sea una definición muy compleja de entender para la ortodoxia marxista –, sino el organismo de masas, el “movimiento político social”, que bajo influencia de los bolcheviques asumía las riendas del Estado.

Así, la “toma del poder”, no es en si mismo, como la izquierda – incluidos el populista de la última década en nuestro país – piensa, el arribo al gobierno copando el aparato estatal de la burguesía con funcionarios técnica y políticamente aptos para tomar el timón del Estado, sino la destrucción del Estado burgués, evento que inicia mediante la acumulación de fuerza en el pueblo – en un contexto favorable –, la movilización de esas fuerzas asumiendo el rol de “clase dominante”, el combate por los medios necesarios a los enemigos de la revolución, y el “traspaso” del poder a las masas, en este último evento es cuando el Estado de la burguesía es destruido.

Por lo tanto, pensar que tener el poder es igual al acceso dentro del juego democrático burgués a las instituciones del Estado capitalista, hecho que en un contexto determinado puede jugar en favor de la revolución, si es que se llega al gobierno con el fin de instaurar el socialismo destruyendo al Estado, es decir, transfiriendo el poder al pueblo, es una tara a ser superada urgentemente. El retorno del fascismo y el neoliberalismo en América Latina, es una muestra de como no se hacen las revoluciones.

El período de transición.

Una vez el poder en manos del pueblo, la transición al socialismo es una de las tareas inmediatas a ser asumidas, potenciado el rol de las instituciones populares – los soviets, las comunas, etc. –, hasta donde estas puedan hacerlo por sus propias fuerzas; el camino de allí en adelante será largo y deberá ser desarrollado estratégicamente. En el caso soviético, este período de transición duró varios años y cientos de miles de muertos, simplemente los bolcheviques no llegaron al poder y los antagonismos de clase, las diferencias con los adversarios y la contrarrevolución pudieron ser solventadas de la noche a la mañana. A la par que el poder empezaba a ser transferido a los soviets, estaba el problema de la paz, el combate a la reacción que buscaba “salvar” – restaurar – del antiguo orden.

La Revolución rusa pudo ser posible, además de la relación entre dirección y masas, por un contexto favorable, la I Guerra Mundial, en este sentido, el proceso revolucionario tiene una dimensión histórica, que nos alerta que las sociedades no cambian de la noche a la mañana, que se necesitan condiciones concretas para su desarrollo, y que la transición de un tipo de sociedad a otra, será un proceso bastante complejo, donde la voluntad no es suficiente. Hay que vencer al enemigo, minimizando las pérdidas para el pueblo, utilizando, como decía arriba, los medios necesarios para ello.

La izquierda contemporánea ha perdido toda dimensión histórica, piensa la revolución como un proceso simple, en el que habrá encontrones, pero que podrá ser resueltos por “medios democráticos”, olvida el antagonismo entre ricos y pobres, las concepciones contrapuestas en torno a la democracia, el modo de producción y consumo, y también olvida, que para su consecución, la mayoría del pueblo debe quererla, debe estar profundamente convencida que es necesaria, estando dispuesto a asumir toda cantidad de riesgos y sacrificios posibles.

Entonces las revoluciones, como decía Lenin, no se organizan de la noche a la mañana, no las convocan ni las más poderosas organizaciones, ni las mentes más brillantes, se desarrollan en contextos concretos, con fuerzas concretas, cuyo desenlace depende de la capacidad de conducción y construcción de mecanismos de poder, con la capacidad de virar el orden existente. ¿Tenemos dichas condiciones y fuerzas a nuestra disposición? ¡Por ahora no! Es tiempo de empezar a pensarlas y construirlas.

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