No nos matan por terroristas: nos llaman terroristas para poder matarnos

juyayay
Lunes 27 de Octubre de 2025

A los 33 días del Paro del Pueblo de 2025, cerró este episodio de revuelta popular el 24 de octubre de 2025, con la ceremonia de limpia y bienvenida a 11 de los 12 de Otavalo, apresados el primer día de paro y acusados de terrorismo por el mismísimo Presidente de la República. Su liberación empieza a desmontar el discurso de Daniel Noboa, que personalmente se ha encargado de instituir la figura del “indio terrorista”.

El mismo día de la liberación, Noboa declaraba que “ser arrecho no era una opción” y que “vencimos a las mafias”, distorsionando la protesta y la movilización popular, desvirtuando las causas materiales del levantamiento y mintiendo sobre sus mecanismos comunitarios de sostén. Todo para justificar el aniquilamiento de las organizaciones y los pueblos en resistencia.

Esta es la clave de la figura de Daniel Noboa: instituir la lucha contra el crimen organizado como la lucha contra el movimiento indígena, en primer lugar, como constitución racializada del enemigo,  y en un segundo plano, en contra de la izquierda -como su supuesto componente ideológico-, en un elaborado entramado de una presunta estructura internacional de alianza narcoterrorista contra el progreso de América Latina.

Este despliegue narrativo indica que en lo ideológico, los pueblos amerindios se encuentran enfrentando el proceso de deshumanización y desprestigio cultural al que los pueblos árabes se enfrentaron en décadas pasadas. El impune genocidio en Gaza, las décadas de guerra, invasiones y golpes de Estado que sufrió Medio Oriente -sumado a la amenaza y asedio latente de una avanzada bélica en Venezuela-, demuestran lo que significa realmente que los yanquis pongan “botas en territorio”.

En términos estructurales, a la clase trabajadora, los Pueblos y Nacionalidades, el pueblo precarizado en general, no nos matan por terroristas. Al contrario, nos llaman terroristas para poder matarnos. Esto viene pasando en Ecuador en nuestra historia reciente desde el 8 de enero de 2024, cuando Noboa decreta el estado de Conflicto Armado Interno -CAI-, instituyendo el Estado de guerra como mecanismo de dominación político-ideológica en el Ecuador.

No cabe duda alguna que el actual y autoinducido Estado de guerra ha logrado:1. germinar una razón securitista entre la población, que en buen porcentaje y medida legitima el terrorismo de Estado como mecanismo aceptable de control; 2. la modificación del Derecho desde el mecanismo de leyes económicas urgentes, decretos ejecutivos, enmiendas y ahora vía consulta popular y referéndum, para modificar la forma de Estado para legalizar el terrorismo de Estado, que incluye escuchas sin autorización, inmunidad e  indultos a los agentes represivos, legalización de la militarización de territorios, y un largo etc.; y 3. la aplicación justificada de métodos de control de poblaciones y territorios que constituyen terrorismo de Estado como intimidación, tortura, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. Existen 2.600 denuncias que implican a las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, entre las cuales constan 43 denuncias de desaparición Forzada y 21 de ejecuciones extrajudiciales entre 2024 y lo que va del 2025. Por otro lado, 475 PPL han muerto en las cárceles del país desde la declaratoria del CAI. La investigación “Operación sin rumbo” es una lectura indispensable en estos momentos.

Que abrumadora es la realidad que nos presenta el “Nuevo” Ecuador. Ahora, volviendo al Paro del Pueblo de 2025 y cómo el Estado de guerra se configuró en este episodio de revuelta para la dominación político-ideológica, es de mayor relevancia volver a la liberación de los 12 de Otavalo. Ellos son un claro ejemplo de la fabricación de falsos positivos y cómo este discurso emitido desde el Estado instituye una lógica de Estado securitista que, en perfecta combinación con el racismo y la colonialidad logran configurar la figura del “indio terrorista”, que ahora mismo constituye la semilla que deposita el Estado en la sociedad que Daniel Noboa alimenta con devoción. El fascismo como tal no es solo una forma de Estado y gobierno, sino un proyecto de sociedad.

Por su parte, Imbabura se convirtió en el laboratorio nacional para la aplicación de las nuevas técnicas, tácticas y mecanismos de control poblacional. Con marcadas diferencias con los métodos aplicados en los paros anteriores, así como son nuevas tecnologías. La marca de “israel” hedió a cada instante: un componente étnico del enemigo interno, el ataque directo en territorios, la extrema violencia contra los varones indígenas -sean o no manifestantes-, la agresión a mujeres mayores y la mutilación de símbolos de resistencia como las trenzas de jóvenes-, son actos que hemos visto con claridad los últimos dos años de genocidio en Gaza, y por 80 años de ocupación en Palestina.

Tanto las tácticas como los equipos que se utilizaron en Imbabura por 32 días, están “probadas” sobre los cuerpos y territorios palestinos. Así como el sionismo ha gritado que “ningún niño es inocente en Gaza”, criminalizando a todo un pueblo, aquí ya empieza a resonar en la derecha radicalizada que “todos los indios son terroristas”. Daniel Noboa ya amenazó con expulsarlos del país. Ninguna palabra es pronunciada por accidente.

Personajes públicos y generadores de opinión depositan sobre la sociedad discursos de odio que llevan a la fascistización social, la reproducción del racismo, el desprestigio de líderes y lideresas, el mentiroso discurso de que la Constitución no permite la lucha contra el crimen organizado, la reproducción del discurso del “yo no paro, yo trabajo”, y hasta llamados directos a dictaduras y a la violación sistemática de Derechos Humanos.

Los límites de lo posible y aceptable se expandieron a la sinfrontera con el genocidio en Gaza, la actuación de ICE en EE.UU., el bombardeo a lanchas en el Caribe y la declaración del CAI en Ecuador. La exposición permanente a la violencia tanto en las calles como en las redes sociales, ha logrado normalizar la ejecución de la brutalidad por parte de las fuerzas represivas, materializando la divisa de que el horror se pierde entre más horror. En este paro llegamos a ver en Otavalo piernas cercenadas por herida de bala de alto calibre sin pestañear, o peor aún, con frases como “si no estuvieran de revoltosos sanitos estuvieran”. No son inocentes los discursos de odio: en efecto, germinan odio.

Cerramos el Paro del Pueblo de 2025 con varias lecciones. La primera y más importante, que Imbabura es la capital de la resistencia y que esos pueblos bravos no tienen ni precio ni miedo, y que de ellos vamos a aprender el resto de los pueblos del país. En este mismo primer punto, que frente a organizaciones como la UNORCAC y la FICI estuvieron mujeres al frente, recordándoles a todxs que las mujeres son también bravas y saben hacer la lucha de clases, como Mama Dulu y Mama Tránsito. En segundo lugar aprendimos también la disparidad absoluta en la correlación de fuerzas entre el Estado y la organización popular. Daniel Noboa, con sus Ministros Reimberg, Loffredo y Manzano operaron sobre territorio para imponer a bala y fuego el terrorismo de Estado.

Queda una tarea titánica por lograr: el primer paso es colocar toda la fuerza del Paro del Pueblo, en la campaña por el NO en la consulta popular. La organización popular sale golpeada y cansada del paro, pero con la certeza de que el pueblo y la clase trabajadora no aguantan más. El miedo, la inseguridad, el hambre y la enfermedad les asedian sin tregua.

En este momento, Daniel Noboa se presenta a sí mismo como el único presidente que ha salido victorioso de un levantamiento, pero el gobierno ha perdido más de lo que calcula. Ahora son evidente sus vínculos con el narco, la violación de derechos humanos y su absoluta incompetencia. La consulta está en disputa, y el futuro del país también. Con todas nuestras fuerzas, en las calles y en las urnas, a Noboa NO.

Finalmente, estas son algunas cifras en las que se traduce el terrorismo del Estado que Daniel Noboa mandó a imprimir sobre los pueblos levantados durante el Paro del Pueblo de 2025, tomadas algunas de la Alianza de Organizaciones por los DDHH:

Consecuencias mortales del terrorismo de estado

  • 2 ejecuciones extrajudiciales responsabilidad de las Fuerzas Armadas. El 28 de septiembre en contra de Efraín Fuerez -comunero de Cotacahi-, durante el segundo “convoy humanitario”; y contra José Guamán -comunero de Cachiviro-, el 15 de octubre durante el cuarto “convoy humanitario”. Ambos muertos por balas de plomo de alto calibre;
  • 1 muerte por asfixia, de la señora Rosa Elena Paqui de 61 años -del pueblo Saraguro-, el 14 de octubre en Loja.

Excesos de las fuerzas represivas:

  • 391 reportes de vulneraciones a los Derechos Humanos. 92 provenientes de las FF.AA., 70 de la Policía Nacional, de las cuales son vulneraciones a la integridad física y mental.
  • 473 personas heridas;
  • 16 personas desaparecidas temporalmente;
  • 206 detenciones documentadas;
  • 1 violación a domicilio en Santa Anita-Pichincha.

Inicio de procesos judiciales por ejercer el derecho a la protesta y a la libre asociación:

  • 12 personas procesadas por terrorismo, ahora 11 en libertad con medidas sustitutivas;
  • 58 dirigentes, militantes activistas y periodistas comunitarios con cuentas bloqueadas e investigación previa por el delito de enriquecimiento privado no justificado.

Ataque a la prensa:

  • censura y suspensión a TV MICC, el medio comunitario de onda abierta más antiguo del país por 15 días, el 24 de septiembre;
  • censura y suspensión a Radio Ilumán 106.7FM, un medio comunitario de 25 años de trayectoria, por 15 días desde el 17 de octubre;
  • censura y suspensión a Radio Inti Pacha 88.9FM, medio comunitario de Imbabura, por 15 días desde el 18 de octubre;
  • deportación del periodista internacional Bernat Lautaro del medio Pelo Fuego el pasado 5 de octubre, por supuesto “riesgo a la seguridad nacional”, con informe sellado por 15 años;
  • disparo con arma de fuego al periodista Edison Muenala de Apak TV el 14 de octubre, mientras cubría las manifestaciones durante el paso del “convoy humanitario” en Otavalo;
  • acoso y violencia contra periodistas comunitarios, seguimientos, requisas arbitrarias, golpes, una fractura de brazo y varias aplicaciones de gas pimienta.

Represión simbólica:

  • mutilación del cabello a dos jóvenes kichwas en Otavalo por parte de las FF.AA. el 12 de octubre;

El pueblo no olvida ni perdona. Si bien el “Nuevo” Ecuador y su lógica de Estado antisubversiva reclaman una victoria momentánea aunque estratégica en forma de ofrendas de sangre al gran capital, la verdadera dignidad de nuestra clase se defendió en Imbabura. Mientras el Narcoestado fortalece e impone sus tácticas de exterminio, los pueblos del Norte del Ecuador en este Paro del Pueblo echaron semilla, misma que se multiplicará y masificará en un futuro. Volveremos y seremos millones.

 

Fotos de Semilla Digital

 

 

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