De imperialismo y colonias: "Nuevo" Ecuador a las órdenes

tatai
Jueves 6 de Noviembre de 2025

Este 6 de noviembre de 2025, el Ecuador asiste a un momento histórico en el sentido más literal de la palabra: Kristi Noem, Secretaria del Departamento de Seguridad Nacional -DHS- y encargada personal de la política represiva y carcelaria del gobierno de Trump, visita por segunda vez el Ecuador.

Tras una primera visita oficial el 31 de julio, la encargada de los escuadrones anti-migrantes ICE y la militarización de ciudades como Chicago y Los Ángeles, vuelve para plantar mano dura yanqui en el Ecuador y dictar los lugares en los que se establecerán bases militares y centros de retención de migrantes deportados como en El Salvador. EE.UU. se encuentra reestableciendo lo que siempre consideró su patio trasero, sus estrellas inoficiales en suelo americano. Por algo los yanquis reclaman para sí el llamarse americanos.

En estos momentos en los que Noboa y Cía. se encuentran plenamente en el poder político, tras asumir un segundo mandato que esta vez -al menos en papel- será de cuatro años, el proyecto estelar de la triple alianza antipopular -imperialismo-empresariado-narco- inaugura el Narcoestado en términos institucionales, de una vez por todas.

Con esta gente nace el proyecto de refundar al Ecuador como una verdadera Banana Republic, el puesto que le corresponde históricamente de acuerdo al único soberano que existe en este país: Estados Unidos de Norteamérica. El que es presidente que lleva la bandera yanqui en el corazón, no la tricolor. Ni siquiera ha vivido más de 5 años consecutivos en el Ecuador, pero pretende reescribir la historia en nombre de su clase, la empresarial, evasora y verdadera estructura narcoterrorista,  honrando así también a su verdadera nación, los EE.UU.

Tal parece que las constituciones en el Ecuador se aprueban con fecha de caducidad: desde 1830, 20 han existido. Usualmente se reescriben a conveniencia cuando ya no representan los intereses del bloque de poder de turno. En términos históricos, en momentos en los cuales las condiciones materiales sobrepasan las subjetivas, las primeras se imponen por sobre las segundas, empujando a que se imponga una nueva razón social, que corresponda a las condiciones de existencia. Eso quiere decir que cuando un contrato social ya no representa al equilibrio de fuerzas que se encuentran en él, este tiende a ser sobrepasado por uno nuevo. Un nuevo contrato social.

Por su parte, la dialéctica indica que este paso no necesariamente tiene que ser hacia adelante o progresivo -no progresista en un sentido político- sino que puede darse a la inversa: en el Ecuador, nos encontramos atravesando un periodo de regresión. Un periodo de contrarrevolución. La Constitución de Noboa, sobre la cual se sabe poco o nada, ya que se revelará su contenido tras el nuevo pacto antisocial, anticipa únicamente un elemento certero: esta Constitución, la del “Nuevo” Ecuador, será la Constitución definitiva -tanto en papel como en forma- del Narcoestado.

Así, el Ecuador se convertirá en el orgulloso arrendador de territorio nacional para las bases del Department of Homeland Security. ¿Cómo así? ¿EE.UU. nos considera “homeland”, o en español, algo como tierra propia o patria? Una colonia en el sentido más completo de la palabra. La única nación imperialista con 877 bases a nivel global y más de 400 intervenciones extranjeras en la historia -entre golpes de Estado, invasiones, ocupaciones y apoyo a dictaduras-, pretende traernos paz, seguridad y democracia. Si una potencia imperialista viene a establecer bases militares en nuestro territorio, la pregunta es ¿para quién es esa “paz, seguridad y democracia”?

Mientras EE.UU. se encuentra preparando la más reciente de sus invasiones, esta vez yendo por la “joya de la corona” con las mayores reservas petroleras a nivel global -Venezuela-, en el Ecuador se aplica el mismo relato de sometimiento y criminalización que a nivel continental. Trump llama narcoterroristas a Petro y Maduro, que coincidencialmente son las únicas voces antiimperialistas en América del Sur, mientras Noboa, Reimberg y los señores de la guerra del Ecuador, fieles a la narrativa de sus amos, aquí llaman narcoterrorista al pueblo organizado. Es decir, ser antiimperialista te convierte en terrorista. Recuerden no nos matan por terroristas, nos llaman terroristas para poder matarnos.

En el Ecuador jamás se ha desplegado un libreto impuesto desde fuera de tal magnitud como el actual. Un presidente que recorre el territorio únicamente cuando el pueblo se moviliza masivamente en contra suya, además de todo con un contingente militar que parece llevarlo a una verdadera guerra en contra de población civil -nótese el énfasis en civil, por ende desarmada-; muestra la verdadera cara de Noboa y la lógica del “Nuevo” Ecuador: plata o plomo. La misma estrategia utilizada por Pablo Escobar en Colombia -otro cuadro protagónico del imperialismo yanqui- se convierte en lógica de Estado en el Ecuador. Estas son las malas prácticas de la empresa llamada necropolítica, instrumento predilecto de elites parasitarias y secuaces de intereses extranjeros.

Se vive una tensa calma en el Ecuador, la tranquilidad frente a la tormenta, o ¿es que una sociedad sometida a tanta deshumanización como la ecuatoriana, ya se acostumbró a mirar directo al abismo llamado “Nuevo” Ecuador? Ese Ecuador de los capataces y terratenientes, de los señores de la guerra y del Narcoestado. Esto del narco sí es nuevo, porque está demás declarar que este país siempre ha sido una sola gran hacienda, representada por sus feudos locales en la costa y sierra.

El imperialismo estadounidense vuelve a hundir sus fauces en un continente que ha aterrorizado con golpes de Estado -Plan Cóndor- en innumerables ocasiones. Ahora cambia el guion a invasiones humanitarias -¿convoys?-por la supuesta “guerra contra las drogas”. Una vieja y confiable estrategia de exterminio y dominación desde que la inauguró Reagan.

Esta vez esta guerra que desata el imperialismo en contra de los pueblos del Sur, no solo se da para asegurar las rutas y mercados de narcóticos, sino por el petróleo, el litio,  cobalto, oro, níquel y plata de nuestros andes. Actualmente el 10% del Ecuador se encuentra concesionado a la megaminería transnacional -con el grupo Nobis como accionista-: la nueva Constitución establecerá al Ecuador como “territorio de paz” lleno de bases militares y concesionado de forma absoluta, convirtiendo al territorio en un gran supermercado de materias primas.

Por su parte, el Estado ecuatoriano ha radicalizado la lógica belicista a nuevos extremos: cinco convoys de la muerte durante el Paro Nacional 2025, un primer bombardeo militar a territorio en Buenos Aires-Imbabura el 19 de octubre y un segundo bombardeo a territorio en Azuay el 4 de noviembre. El Estado ecuatoriano resulta llegar a niveles de autodestrucción tales de bombardearse a sí mismo para subir un Tik-Tok y justificar la cortina de humo del conflicto interno. Pero más allá de eso, introduce una lógica de guerra en la sociedad ecuatoriana que nos regresiona en la historia: indios terroristas, volvemos a la hacienda, pronto al huasipungo, todos sin trabajo pero las mujeres más, los wawas al camello y no a la escuela, los muertos en las plazas y quien sabe, si hasta olé.

Para EE.UU., esto es una situación “win-win” para tomar prestado el lenguaje del dinero: Ecuador pone los muertos, el territorio, los recursos y hasta la logística. EE.UU. se lleva las ganancias, todas. Cuán simbólicas y premonitorias fueron las reiteradas visitas de la entonces Comandante en Jefe del Comando Sur de EE.UU., Laura Richardson, tanto al Ecuador como a la Argentina entre 2022 y 2023. En ese entonces, ni Noboa ni Milei aparecían como favoritos a las presidencias de sus respectivos países. Ahora están ambos botando la poca soberanía que nos quedaba, literalmente por la borda.

Con la Constitución del Narcoestado, ese nuevo pacto antisocial de la oligarquía nos volvería una sola base extranjera, además de hacienda narcobananera. ¿De verdad nos merecemos esta? NO. Vota todo NO.

 

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