Daniel Noboa: el presidente de los crímenes de Estado, el nepotismo y la corrupción
Este lunes 15 de diciembre de 2025, a un año y 8 días de la desaparición forzada de Ismael, Josué, Nehemías y Steven, los 4 niños de Las Malvinas; terminaron los alegatos de cierre del juicio por el crimen de Estado y de lesa humanidad. Para esta primera e histórica sentencia por desaparición forzada en el país, la fiscalía pide para los 11 militares que se identificaron como los autores materiales del crimen, una pena de 34 años y 8 meses de prisión; para el teniente coronel cómplice en el acto de desaparición se pide una condena de 7 años y 4 meses; mientras que para los soldados que cooperaron con la justicia, la fiscalía pide 30 meses de prisión.
Este caso que se han convertido en el estandarte de lucha de todos quienes luchan por la dignidad de los pueblos que habitan el Ecuador, por la sensibilidad que le caracteriza, pero los 4 niños están lejos de ser las únicas víctimas de la imposición del neoliberalismo y su militarización, al mero estilo sanguinario del narcoestado.
A un año y un día de cumplirse la desaparición forzada de los cuatro niños de Las Malvinas, el pasado 9 de diciembre las FF.AA. volvieron a hacer todo honor a su uniforme y doctrina: en Santa Elena, seis oficiales de inteligencia ejecutaron a Roberto, un chico de 19 años, quien murió a consecuencia de la tortura con corriente eléctrica durante un allanamiento en Santa Elena. La República Bananera acumula torturas, ejecuciones y desapariciones: en dos años, se han dado al menos 43 casos de desapariciones forzadas y 22 de ejecuciones extrajudiciales. No se trata de hechos aislados, se trata de orden superior, espíritu de cuerpo y de un proceder sistemático, enquistado en el mismo ADN del Nuevo Ecuador.
El 2025 cerrará con 10.000 muertes violentas, catapultando al Ecuador al top 5 de países más peligrosos del mundo, precedido únicamente por países en guerra: Gaza, Sudán, Myanmar y Ucrania. El asesinato a menores de edad ha incrementado un 800% en los últimos seis años, convirtiéndose en la primera causa de muerte de menores en el Ecuador, mientras que se registra un feminicidio cada 20 horas. El Nuevo Ecuador exporta estupefacientes y mano de obra barata, mientas socializa explotación y muerte a manos de la oligarquía en el poder.
Respecto al brazo ejecutor del exterminio social, sería impensable sin la legitimación social y moral correspondiente. Las voces que alaban al militarismo y la imposición de una mano dura en contra de infancias, como contra personas racializadas y empobrecidas, son el reflejo directo de una sociedad deshumanizada, que destila aporofobia y odio de clase, mientras se arropa con el curuchupismo característico de la gente de “bien”. Aquellos discursos de odio que, por el simple hecho de ser enunciados, justifican actos de terrorismo de Estado.
Entre ellos y ante todos, existen personajes creados y pautados por el imperio narcobananero como Giovanny Dupleint, el Conejo Oligarca, Soy Belenix o Telmo Punina, que demuestran una bajeza y arrodillismo rastrero, digno únicamente de un momento histórico de profunda decadencia generalizada.
Esta opiniología de bien se vanagloria en intentos torpes de llevar los discursos de la ultra derecha hacía el centro de la opinión pública, cayendo tan bajo como argumentar que se trataba de “futuros sicarios”, que “no eran ningunos angelitos” y demás abominaciones ideológicas, enunciadas para reforzar la lógica de exterminio desde la subjetividad y la posición pusilánime de influencers y tiktokeros.
En este caso tan desgarrador de terrorismo de Estado, el dicho del “pobre es pobre porque quiere”, no les servirá de excusa. Crímenes de odio no solo relativizan y revictimizan, sino que promueven actos de odio parecidos. En términos legales, la complicidad moral e incitación a crímenes de odio son delitos.
Los crímenes de odio se encuentran tipificados en el artículo 177 del Código Orgánico Integral Penal, sancionando con una pena privatoria de libertad de uno a tres años a quien “cometa actos de violencia física o psicológica de odio, contra una o más personas en razón de su nacionalidad, etnia, lugar de nacimiento, edad, sexo, identidad de género u orientación sexual, identidad cultural, estado civil, idioma, religión, ideología, condición socioeconómica, condición migratoria, discapacidad, estado de salud o portar VIH”.
El racismo, el fascismo y demás esperpentos decantados del sistema capitalista, no caben en la libertad de expresión porque no se trata de opiniones como tal: su enunciación constituye un crimen tipificado penalmente.
Al respecto no ha faltado el espaldarazo de medios de ultra derecha, victimizando no solo a influencers de pacotilla como los antes citados, sino dedicando su editorial a un supuesto “atentado a la libertad de expresión”. Existe el derecho a opinar, claro. Pero en cuanto a los discursos de odio, el derecho a que se respete la supuesta opinión, no existe. El fascismo no es una opinión, sino un crimen y debe ser combatido en todas sus expresiones y de todas las formas.
Mientras tanto, el presidente Noboa hace populismo penitenciario, planteando que retirarles el reconocimiento de vulnerabilidad. Otro discurso de odio. Una de las poblaciones vulnerables más agredidas durante esta larga pesadilla son precisamente las PPLs. En los últimos dos años más de 600 presos han muerto en el sistema carcelario, en masacres sí, pero también en la epidemia de tuberculosis que azota las cárceles ya por más de un año. Este brote da cuenta tanto de las condiciones insalubres a las que las PPLs están expuestas, pero también al grado grave de desnutrición al que se les somete. Solo entre el 11 y el 14 de diciembre, quince presos en la Penitenciaría del Litoral perdieron la vida.
Mientras tanto en la región
América Latina reafirma su giro a la ultraderecha con la victoria de José Antonio Kast en Chile. Así, conjuntamente con Milei en Argentina y Noboa en Ecuador, Trump tiene acólitos obedientes para llevar a cabo su nuevo plan de seguridad nacional, que no solo revive a la Doctrina Moroe, sino que reafirma el papel de Latinoamérica como el patio trasero de los Estado Unidos. Nuestras tierras raras, minerales y crudo se convierten en el salvavidas que los yanquis necesitan para performar sus patadas de ahogado en la guerra interimperilaista entre Occidente y Rusia y China, que día tras día demuestran su superioridad económica, tecnológica y bélica por sobre Occidente. Por su parte, yanquis y europeos aterrados no atinan como hacer: Piratean cargueros petroleros, incautan armas, imponen sanciones, congelan activos y demás desmanes de la “democracia”.
Con mucho dolor vemos una vez más a Chile convertirse en laboratorio de embrujos. Kast, el nazi nuevo presidente de Chile, es nada mas y nada menos que el hijo Michael Kast, un oficial del Wehrmacht –el ejército nazi-, en su juventud fue vocero oficial del Sí en la consulta popular que enterró a Pinochet en 1988, y por supuesto defensor acérrimo de la dictadura. Kast viene a sumarle a los pueblos del Abya Yala tantos dolores más. 533 años de resistencia y cuantos más sean necesarios.
En medio de escándalos por crímenes de lesa humanidad, nepotismo y corrupción generalizada y sistemática, la imagen del Narcoestado de Daniel Noboa -como el primer mandatario define su propio régimen-, se encuentra igual de deteriorada que la de su propia persona. Los oportunismos de la política real rumorean sobre posibles juicios políticos por el irrespeto y transgresión a la consulta popular que resolvió la no epxlotación del Yasuní, además de una posible muerte cruzada, producto de una alianza tambaleante y fisurada por el crimen de Estado de la desaparición forzada de los niños de Las Malvinas. Tal parece que Noboa conjuga su propia tormenta perfecta para 2026.