Narcoestado y neoliberalismo

Narcoestado
Lunes 7 de Noviembre de 2022

La serie de atentados a lo largo de la semana pasada, incluyendo al menos 13 detonaciones de artefactos explosivos en Guayas, Santo Domingo de los Tsáchilas y Esmeraldas, además de cruentos enfrentamientos en las cárceles, conmocionaron al Ecuador y al mundo entero. Al mismo tiempo, representan únicamente la más reciente de las puntas visibles del Narcoestado imperante. Entre la entrega de Julian Assange y los cuerpos en llamas en las calles de Guayaquil durante la pandemia, el territorio nacional llega a las primeras planas globales gracias a la violencia explosiva del crimen organizado, dentro y fuera de las cárceles.

La inseguridad ha llegado a niveles tan graves y agudos en los últimos 22 meses, que la totalidad de las familias en el país se encuentran en situación de pánico, angustia o desesperanza. La sociedad del No Futuro ha llegado a materializarse para la inmensa mayoría del pueblo y la clase trabajadora, proponiendo escasas opciones viables de supervivencia: unirse al gran éxodo migratorio para trabajar de forma precaria en los Nortes, unirse a los aparatos represivos del Estado o unirse al crimen organizado. Ya no solo se enfrenta un mínimo acceso a trabajo adecuado y un trabajo no adecuado como norma general, sino a condiciones simbólicas de vida que confrontan permanentemente la violencia estructural del sistema capitalista, sumando nuevos niveles de precariedad a la vida. Los factores estructurales y sistémicos que apoyan y magnifican la explosión de la violencia en las calles y cárceles del país, corresponden a las propias dinámicas de la profundización del capitalismo.

Con el recrudecimiento del momento histórico neoliberal, encarnado en la persona de Guillermo Lasso, la burguesía ecuatoriana pretende imponer su dictado a sangre y fuego, por medio de la austeridad y privatización como línea oficial del Estado burgués, como por medio de la generalización de la violencia del crimen organizado, mediante la pasividad, permisividad y complicidad de su clase con su brazo extralegal. En este marco de violencia sistémica, el terror que no se logre infundir por medio de las fuerzas represivas sobre el pensar y sentir colectivo del pueblo por el uso “legítimo” de la fuerza, pasará a ser impuesto por las fuerzas irregulares de la clase burguesa. Al mismo tiempo, el imperialismo yanqui, con apoyo directo de la antisubversión israelí y colombiana, sientan raíz en territorio local, expandiendo su dominación por medio de sus tentáculos de militarismo y deuda externa.

Valga la redundancia: el panorama actual corresponde a expresiones de problemáticas sistémicas y estructurales. La sucesiva precarización de la vida comprende cada vez más aspectos. Indudablemente, el crimen organizado ejecuta en su máxima expresión las lógicas del libre mercado. En este contexto, es necesario reconocer que el aumento exponencial de la violencia y la inseguridad, necesariamente es otra expresión del mercado ampliando su colonización sobre el mundo de la vida. Inclusive llegando a tambalear las bases morales y éticas que sostienen el tejido social, al reafirmar la deshumanización de las PPL, y personas que sobreviven del menudeo y otros delitos de subsistencia. En los últimos días se multiplicaron las declaraciones públicas desde presidencia y otras carteras del Estado, donde se hace un llamado franco a la legitimación de la violación sistemática de los Derechos Humanos de cuerpos específicos. El plan de gobierno es provocar niveles altos de descomposición social, con el fin de eliminar la capacidad de solidaridad y de empatía colectiva, que aseguran las redes de sostén colectivo de la vida, y componen la capacidad de organización popular.

Al contrario de lo que la burguesía en el poder pretende escenificar, el Ecuador no cayó presa del crimen organizado; el Ecuador cayó presa del capitalismo perverso en su fase terminal. Desde México, pasando por El Salvador y Honduras y continuando hacia Colombia, Perú y en la actualidad el Ecuador, la totalidad de territorios en los cuales se afincó la injerencia yanqui en el continente, corresponden al mismo patrón: desregulación agresiva de mercados, cercenación de derechos colectivos, endeudamiento externo insostenible y una explosión de la proliferación del crimen organizado. Este patrón se categoriza como una generalidad, una suerte de manual o libreto que se impone a conveniencia en territorios con elementos neocoloniales, dominados por el yugo estadounidense, latitudes del capitalismo periférico y dependiente, laboratorios de nuevas lógicas de dominación.

En este sentido, en el actual Narcoestado que rige la vida colectiva –en el que impera un pacto implícito entre la burguesía y el crimen organizado-, las políticas de securitización y pacificación, facilitan el control y sometimiento a una creciente organización popular antineoliberal en el país. La conmoción interna es aprovechada por el Estado para justificar una renovación de la dotación represiva, bélica y de inteligencia. Instrumental a la profesionalización de los aparatos represivos, que necesariamente requiere robustecerse frente a la imposición de la doctrina del shock en el momento neoliberal. Lejos de ser el resultado de la negligencia de Guillermo Lasso y su equipo libertario, el país se encuentra viviendo en carne propia el plan de gobierno de la burguesía mafiosa enquistada en el poder político. La criminalización de la pobreza y la protesta social, logra justificarse por completo, mediante la imposición de la extrema violencia propia de la cimentación de un Narcoestado.

Por su parte y de manera explícita y confesa, el oficialismo representa la totalidad del interés en imponer un Plan Ecuador, en liberalizar la tenencia de armas y por ende el uso de la fuerza letal, y en coadyuvar a magnificar las condiciones materiales que conlleven a que el crimen organizado domine por completo la totalidad de la vida social y económica. El crimen organizado como arma de la burguesía termina por ser la maquinaria de desmovilización, cooptación y contrarrevolución por excelencia del momento histórico neoliberal. Como pueblo es preciso dejar atrás las divisiones ficticias de Estado burgués, grupos de poder político-empresariales y crimen organizado, ya que la burguesía es la única clase que se beneficia del narcotráfico y de la guerra interna y todas estas fuerzas conforman un solo bloque.

En este sentido, al momento de analizar la inseguridad y la desinversión social crónica y estratégica del modelo neoliberal, resulta fundamental efectuar un análisis de intereses de las partes involucradas. ¿Quién se beneficia de los desastrosos índices de seguridad pública y más allá, de salud, educación y bienestar social en términos generales? ¿Cuál es la clase a la que le conviene que se imponga la militarización, la securitización y la guerra interna en el Ecuador? Indudablemente, la única clase que se beneficia, es y será siempre la burguesía.

La actual violencia estructural agravada, es destilada por las fuerzas trasnacionales del crimen organizado, y depositada en la totalidad de la vida social. La ola de violencia es un espejo de la explosión de la precariedad, por la imposición del credo de mano de obra barata para el capital, de los cuerpos de las mujeres y disidencias permanentemente violentados, de las constantes masacres carcelarias, por las infancias y juventudes abandonadas, de los hospitales decadentes. El momento neoliberal se caracteriza por la profundización y especialización de los mecanismos de explotación y opresión de la burguesía contra el pueblo y la clase trabajadora. Esta es la lógica inherente del capitalismo: privatizar las ganancias y colectivizar pérdidas, incluyendo la mutilación de la vida del pueblo.

 

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