Los pueblos contra el capital

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Martes 19 de Julio de 2022

El 2022 se caracteriza como el año en el que el mundo volvió a la “normalidad” tras la pandemia del Covid-19, la cual parecía haber desacelerado la economía global. Sin embargo durante la pandemia, el capitalismo aprovechó las condiciones para desencadenar toda su violencia estructural de manera desenfrenada. Las lógicas de acumulación por medio de la explotación despiadada a las personas humanas y la naturaleza  llegan a máximos históricos. Los antagonismos de clase que se presentan en el sistema capitalista, se evidencian como irreconciliables a lo largo y ancho del mundo. En cinco continentes, los pueblos vuelven a organizarse en contra del capital y la explotación, elevándose los mecanismos estratégicos de la lucha de clases.

El año 2019 estuvo marcado por una amplia ola de revueltas y procesos organizativos populares. La Revuelta Popular de Octubre de 2019 en Ecuador dio inicio a movilizaciones masivas y multitudinarias en Chile, Hong Kong, Colombia, EE.UU., Perú, Bolivia, India y Haití. A inicios de 2020, la pandemia irrumpió e interrumpió el ciclo de movilizaciones, al mismo tiempo que los Estados burgueses experimentaron con nuevas tácticas de control social, aprovechando la pandemia global para imponer mecanismos que se categorizaron como autoritarias, ejemplificando una vez más la efectividad de la doctrina del shock, mecanismo central del momento histórico neoliberal. Mientras las corrientes reformistas celebraban la aparente desaceleración momentánea de las lógicas del capital, la burguesía acumulaba con especulación en salud, la explosión de la informalidad a nivel global y la profundización del securitismo como doctrina de Estado.

La desmovilización y postración social infundida por el Coronavirus no perduró. El 2022 se vuelve a caracterizar por una nueva ola de revueltas populares, en un contexto en que la pandemia solo ha profundizado la ya grave crisis multidimensional causada por el capitalismo perverso. Inequívocamente, son las mismas fallas estructurales del sistema de clases, las detonantes de la organización popular anticapitalista. La pandemia logró consolidar el nuevo ciclo de reacumulación capitalista, en un proceso de re-feudalización de la tierra y control de los medios de producción.

Nos enfrentamos a un nuevo proceso de reacumulación primitiva, en el cual las condiciones materiales y simbólicas del pueblo y la clase trabajadora se precarizan a niveles nunca antes vistos. La OIT plantea que al menos 60 millones de personas se encuentran en condiciones de esclavitud y trabajo forzado, de las cuales el 60% son niñas y mujeres. De la misma forma, el acceso a agua, alimentación, salud y vivienda se han extremado en los últimos años. Este nuevo ciclo de reacumulación se caracteriza por la enorme desproporción y abismo que existe entre la burguesía y la clase trabajadora. El 10% de la población goza del 76% de la riqueza, el 30% considerada clase trabajadora con empleo adecuado concentra el otro 23% de la riqueza, y el 60% de la población posee solo el 2% de la riqueza mundial.

En términos generales, se estima que el capitalismo como sistema causa la muerte de alrededor de 20 millones de personas cada año: 5 millones de muertes por falta a acceso a agua potable; 9 millones de muertes por inanición; 5,6 millones de muertes a causa de enfermedades curables; y 620.000 muertes por Malaria. En términos numéricos, el costo humano de sostener el capitalismo, se lleva millones de vidas humanas y no humanas cada año, desechadas como simples “daños colaterales” del sistema de clases. Entre ellas se cuentan también las al menos 13 personas que fueron violentamente asesinadas en la más reciente masacre carcelaria en el CPL de Santo Domingo, la tarde del 18 de julio de 2022. No nos confundamos: la burguesía celebra la vuelta a la “normalidad” justamente porque el estatus quo legitima la utilización de la maquinaria de guerra del Estado burgués en contra del pueblo organizado y precarizado.

Durante los primeros meses de 2022, el escenario político se esclareció. Los pueblos del mundo han vuelto a tomarse las calles en rechazo contundente a la explotación capitalista y las burguesías que la detentan a nivel local y de forma transnacional. La experiencia del covid-19, demostró que el capitalismo es el virus, y que sin su superación definitiva, jamás podrán existir mundos mejores posibles. La lucha de clases se encuentra más viva que nunca.

En Ecuador se ha ejecutado una regresión neoliberal durante los últimos 5 años, que ha generado una precarización generalizada de la vida, flexibilización laboral, altísimos índices de desempleo, una creciente criminalidad y prácticamente nulo acceso a educación y salud. La agresiva liberalización del mercado ha facilitado privatizaciones-concesiones consecutivas y una inoperancia auto inducida de las instituciones del Estado, generando una marginalización aun mayor para el pueblo y la clase trabajadora. Inclusive se ha reducido en un 30% la ingesta calórica: el pueblo pasa hambre. Esta sumatoria de condiciones persistentemente precarias, generó el levantamiento popular de Junio de 2022, que reforzó la organización y unión popular, y puso en jaque al mal gobierno de Lasso, que ahora goza con menos del 15% de apoyo popular.

En Haití la situación sigue empeorando. El pacto colonial que rige en el país se ejecuta como una condena histórica, siendo Haití una nación que no ha logrado estabilizarse desde su misma independencia. Es importante señalar que Haití es el país de América con mayor presencia de ONGs y con mayor injerencia del imperialismo yanqui. Actualmente, a un año del asesinato del presidente Moïse, se han registrado más de 930 asesinatos en 2022, y solo entre el 8 y 12 de julio más de 234 personas han sido asesinadas en Cité-Soleil, un barrio de Puerto Príncipe, a causa de la disputa por control territorial ejecutada por el crimen organizado. En marzo se registraron movilizaciones masivas en demanda de seguridad y mínimas condiciones de vida, como acceso a agua potable.

Chile es un ejemplo de resistencia popular, que se ha logrado mantener inclaudicable desde octubre de 2019. Inclusive en estos momentos, con un gobierno progresista que evidentemente iba a dejar de lado las demandas del pueblo y la clase trabajadora, inclusive las más elementales, como la libertad para lxs presos políticxs de la revuelta. Por otro lado Panamá se encuentra atravesando su tercera semana consecutiva de movilizaciones, que ya han logrado la reducción de los precios del combustible y algunos productos de la canasta básica. Sin embargo, el pueblo sostiene la movilización en demanda de mejores condiciones de trabajo, y acceso a salud y educación.

Por su parte, el pueblo y la clase trabajadora en Asia no se quedan atrás. En Sri Lanka, después de más de 100 días de movilización permanente, se logró la dimisión del presidente y el llamamiento a elecciones anticipadas, que se darán en los próximos días. Así mismo en Europa la lucha de clases se agudiza: en Holanda campesinxs y agricultores paralizan el país en demanda de control de precios para insumos -demanda compartida aquí por el Movimiento Indígena-, y en Alemania lxs trabajadores portuarios han paralizado los tres puertos principales del país en demanda de un alza salarial del 14% para compensar el alto costo de vida.

El capitalismo parece estar llegado a sus límites de explotación, límites ecológicos, límites humanos, sociales y económicos. La organización popular es inminente, y pronto sobrepasará los límites propios de las revueltas populares, para consolidarse como transformadora de las estructuras del sistema de clases. Sin embargo, también el capitalismo podría perpetuar sus perversiones a cuenta de una profundización radical del uso de la violencia represiva, así como desde la automatización del trabajo, colocando en una posición aún más desventajada a la clase trabajadora. Como planteó Antonio Gramsci, nos enfrentamos a un claroscuro, en el cual “[e]l viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Solo la organización popular anticapitalista puede construir un mundo mejor, que no solo es posible, sino urgente y necesario.

 

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