El giro de la política ecuatoriana

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Lunes 2 de Diciembre de 2019

Los actores centrales de la democracia ecuatoriana se encuentran en estado de nervios. Entre bastidores, políticos y empresarios no encuentran discursos que conecten con el electorado. Huérfanos, se quedaron sin un referente claro para las presidenciales del 2021, y ven con terror como la gente de la montaña, el páramo y la selva está ganando un protagonismo insospechado.

Y, mientras se descalabra el mundo de los políticos, arrastra en su debacle a los medios de comunicación, quienes en dos años perdieron la poca credibilidad acumulada en el final del correísmo. Su propia línea tendenciosa y llena de prejuicios, como lo demostró el misógino y racista discurso de Boscán -parte de la nueva camada de periodistas asalariados de la banca-, ya no refleja, peor aún representa, las necesidades informativas de la gente.

Perdidos, sin respuestas -con todas las consultoras andando para recabar datos que permitan caracterizar y resolver el siguiente periodo electoral- el Estado oligárquico de Moreno, de forma conjunta con los partidos y movimientos de derecha e izquierda, se quedan sin oxígeno ni credibilidad. Solo les queda la lucha anticorrupción, aunque se haya evidenciado que esta es una carta que también se encuentra quemada, porque donde suelen poner el dedo, abren una llaga.

La movilidad del electorado

Resulta claro que los grupos de poder que se encuentran en el gobierno ya perdieron el apoyo de todos los sectores que aportan votos, aunque este no parece ser el caso entre los sectores que aportan de manera financiera, como el sector bancario. Estos sectores no parecen encontrar con claridad a un futuro representante, sobre todo después del derrumbe de Nebot en las encuestas, quien tiene una resistencia en Quito del 75.8% del electorado[1]. Esto como producto de su desatinada estrategia de comunicación política con los sectores campesinos e indígenas emergentes.

A la par, el descontento generalizado parece asentarse en sectores que pueden llegar a ser importantes como líderes de opinión -como por ejemplo la pequeño burguesía nacional- aglutinados sobre todo en las pequeñas y medianas cámaras industriales de la Sierra. Estos sucumbieron ante la retoma del Estado por parte de los importadores y exportadores concentrados en Guayaquil y se encuentran abandonados en un sentido político.

El estado de ánimo actual se percibe como sumamente negativo frente al futuro, según la encuesta antes citada, el 51,3% de las y los consultados consideran que el país está estancado, mientras que un 45% afirma que este se encuentra ante un retroceso. Con base a estos datos, resulta comprensible la dificultad que tendría una campaña anclada en el pasado -como por ejemplo la del Partido Social Cristiano (PSC)- pueda lograr formar el siguiente gobierno.

Por otro lado, las clases populares se alejan de Rafael Correa como un referente tanto por el abandono, como por la persecución política sin clemencia, que los deja sin referentes para las siguientes elecciones nacionales. Estas clases recuerdan la potencia del paro y la trasgresión del orden imperante como puntales en la representatividad popular en el marco de la política oligárquica.

El terror al otro justifica el racismo

Así, sin referentes claros en el tablero de los partidos tradicionales, el paro dejo una posibilidad nueva pero antigua, ancestral y renovadora, digna de la hermosa contradicción andina que vivimos todos los días: el movimiento indígena. El que -a pesar de las estrategias que tratan de individualizarlo en un Iza o Vargas- es un potente entramado de alternativas colectivas a una buena cantidad de contradicciones sin salida que aquejan a la democracia ecuatoriana.

Este avance de las fuerzas políticas del movimiento indígena ya fuero leídas por los políticos y estos no tardaron en contratacar desde la comodidad de sus posiciones, sin entender el desgaste de sus propias propuestas. A pesar del constante ataque al pasado paro de octubre, tratando de deslegitimarlo, un 55% de las y los consultados por la encuesta de Clima Social identificó que fue una manifestación legitima del Pueblo, y apenas un 17% consideró que estaban dirigidas a desestabilizar la democracia.

De esta manera, si las elecciones fuesen en este momento, sólo ente el electorado de Quito -según la encuesta citada- un 38% votaría definitivamente por un candidato propuesto por el movimiento indígena. Adicionalmente, un 35% podría votar a favor de esta propuesta, dependiendo de el o la candidata. A efectos de comparación, apenas un 2,3% del electorado quiteño definitivamente votaría por Jaime Nebot. Quito es su tumba.

El terror de un presidente indígena, que responda de manera comunitaria a un proyecto colectivo no impuesto desde el dogmatismo, ha desatado toda clase de posturas. Estas también han dado de qué hablar en el sector acomodado de los medios -como por ejemplo la Posta o Cuatro Pelagatos- para quienes resulta imposible imaginar que la plebe “asalte” con la legitimidad de todo un pueblo en las urnas la Presidencia de la República, y claro, muy posiblemente la Asamblea Nacional.

A un año

La conclusión es sencilla. Un 34,1% de las y los quiteños consultados votarían por Leónidas Iza. No es un dato menor. Correa baja, colocándose en un 16% -entendiendo que el no se puede lanzar a la carrera electoral y que los votos no son endosables- mientras que Nebot y su delfín -Otto Sonnenholzner- no superan el 4% de la intención de voto.

Por lo tanto, el siguiente año podría llegar a proyectarse como uno de fuertes ataques contra el movimiento indígena y a la integridad de sus miembros. En este caso, también se encontrarían amenazadas la calidad de sus cuadros, la proyección de sus proyectos, terminando estas estrategias por utilizar el más descarado racismo y la persecución política.

La derecha rentista, exportadora, importadora y bancaria, por su parte, no puede quedarse por fuera de las elecciones y debe buscar inmediatamente la construcción de un cuadro que le permita seguir enquistada en el Estado. Ahí se encuentra el peligro de la emergencia de una plataforma fascista, como Bolsonaro en Brasil, que exacerbando el racismo, el nacionalismo y el sentido cristiano del electorado, pueda garantizar espacios de poder para el empresariado.

Mientras tanto, Nebot no será presidente. Se le fue el tren.

 

Fuente fotográfica:

www.elrelato.com

 

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