10 de abril: avanzar hacia atrás

10 de abril

 

La convocatoria del Movimiento Revolución Alfarista (MRA) contra las políticas entreguistas del gobierno de Lenín Moreno movilizó entre 2.500 y 3.000 asistentes en el centro de Quito, algunos estirando los números llegaron a contabilizar 5.000 e incluso lo más optimistas 10.000. Simpatizantes, colaboradores y militantes del MRA provenientes de diversas provincias formaban el grueso de la movilización, dándole un alto contenido popular, no sin evidenciar las grandes contradicciones  políticas e ideológicas - cuyo origen se encuentra en las raíces clientelares y emocionales del correísmo - que el movimiento antes identificado como Alianza País, viene arrastrando hace más de una década.

La autocrítica nunca ha sido patrimonio del correísmo, incluso tras la estrepitosa derrota en la Consulta Popular del pasado febrero, este continuaba considerándose como la “primera fuerza política organizada del país”, haciendo caso omiso a los datos que arrojaron las urnas. Más del 60% de la población le dio la espalda, fenómeno que venía madurando años atrás y que terminaría constituyéndose en su máxima derrota organizativa e ideológica, entregando en bandeja de plata a grandes sectores de la clase media y el pueblo a la derecha.

Durante diez años el correísmo no entendió que el Estado y la sociedad no son lo mismo, el sano desarrollo de las organizaciones populares por fuera de lo institucional era necesario; siempre se bloqueó esta posibilidad mediante la división, cooptación, o persecución, salvo cuando se necesitaba llenar plazas y buses. Se construyó una “militancia” ideológica, nada orgánica, útil para recoger firmas, cargar banderas, realizar control electoral, uno pocos accederían a puestos en el aparato estatal, mientras que la gran mayoría, movilizados emocionalmente por la figura de Rafael Correa, atendían pasivamente el desarrollo de la Revolución Ciudadana.

La marcha del 10 de marzo volvió  a visibilizar esta gran falta de comprensión política del correísmo, al que sin duda reconocemos avances y logros, pero criticamos su deriva clientelar y en casos contra revolucionaria, jugando en los márgenes del capitalismo siempre.

¿Diez años en el poder y no más de 3.000 personas en una movilización se puede considerar una victoria? ¿Cómo el MRA pretende ser un “nuevo referente” para el pueblo si sus consignas giran en torno a Correa, Glas y la “traición”? ¿Si su militancia es emocional y no política? ¿Por qué el MRA no amplía su línea discursiva para ganar a esa gente no correísta y continúa enfrascándose en la “traición” como argumento principal? Estas graves faltas continuarán aislando al correísmo de ese pueblo en el que perdió la batalla ideológica.

Independientemente que la izquierda revolucionaria sea afín al correísmo o no - durante diez años la izquierda fue considerada como radical e infantil, obviando sus críticas, subestimándola -, las bases de este movimiento son un sujeto en disputa, así como lo son las del movimiento obrero, el movimiento indígena, o el movimiento estudiantil. Negar que estas no son y serán un actor importante de la política nacional, significa no entender los escenarios por venir, por lo tanto, resulta una tarea urgente politizar, organizar y radicalizar a estos sectores brindando una alternativa que supere a la contradicción correísmo-morenismo, alternativa posible únicamente en el socialismo organizado sobre el poder popular, la lucha contra la derecha y aquellos que identificados tibiamente en el correísmo, no han sabido más que cuidar sus intereses.

 

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