Javier Milei: triunfa el libertarismo sionista en Argentina

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Lunes 20 de Noviembre de 2023

El pasado domingo se dio un hecho inédito en la historia política de América Latina. El primer político abiertamente libertario, Javier Milei -un excéntrico y escalofriante personaje- venció en las urnas en Argentina, al peronista Sergio Massa, con casi 12 puntos porcentuales. Esta es la primera vez que un discurso frontalmente fundamentalista de mercado logra articular el descontento popular con una propuesta de dolarización y de eliminación de una gran parte del Estado y derechos conquistados por la clase trabajadora. Más allá de su discurso, el fenómeno Milei representa el ascenso de una nueva derecha, mucho más radical que la derecha moderada, y por lo tanto un proceso de consolidación de una nueva hegemonía ideológica, radicalizada en torno a la desregulación agresiva, la adoración al libre mercado y el totalitarismo.

No cabe duda que la victoria del libertarismo en Argentina, -como la de la República Bananera en el Ecuador- representa una derrota de la izquierda electoral y el modelo socialdemócrata. El pueblo reconoció, después de la época dorada del progresismo, que la izquierda electoral no se plantea un cambio verdadero más que en un sentido meramente estético. Al mismo tiempo, el electorado prefiere un proyecto “desconocido”, aunque venga de la derecha más rancia, a un proyecto fracasado en sus estrechos límites de transformación.

En términos políticos, la victoria de Milei como de Noboa, representan un momento histórico constitutivo para la nueva ultra derecha. En este sentido, tanto la flamante vicepresidenta electa de Argentina, Victoria Villarroel, como Verónica Abad, se perfilan como figuras con turbios nexos políticos. Villarroel proviene de una familia de militares involucrados en la dictadura argentina, negando y relativizando el terrorismo de Estado practicado por sus familiares. Abad en cambio proclama su cercanía a Vox, y con demás figuras de la ultra derecha continental, como Donald Trump y Nayib Bukele, reuniéndose incluso con el propio Santiago Abascal.

Por otro lado, el peronismo en la Argentina se ha ido degenerando, así como ha ido desgastando a las organizaciones populares, que por falta de visión histórica o como medida estratégica han ido plegando al mismo. La realidad es que el peronismo no tiene cuadros orgánicos que puedan relevar a la generación de Cristina, que ha sufrido su propio desgaste en la última década. El mandato de Fernández se caracterizó por una pronta fractura, una política económica muy cercana a la del saliente Macri, una serie de escándalos de corrupción y conflictos internos. Por otro lado Massa fue un candidato improvisado, que evidentemente no contaba con el apoyo de las masas empobrecidas a causa de los desaciertos cometidos como ministro de economía, sujeto a las condicionalidades del FMI y una deuda exorbitante.

Como denominador común, los progresismos latinoamericanos no le dan relevancia a la construcción de organizaciones de base con la perspectiva de sembrar cuadros políticos en la capacidad de generar relevos generacionales, sino que solo juegan en el campo de la política real y nada más. Así mismo, sus intelectuales no se construyen como cuadros ni se involucran en las organizaciones populares, sino que pululan la academia. Para los pueblos queda claro que el progresismo no es la respuesta que necesitan para la transformación de su realidad, pero no queda claro ni de donde se viene, ni hacia dónde ir. El giro hacia la fascistización social y una regresión conservadora parecen acelerarse.

Por otro lado, la versión de la destrucción del Estado propuesta por el libertarismo implica una suerte de exhortación a la premisa de Hobbes: “hombre lobo del hombre”. Para Milei solo debe existir un ente regulador en medio del caos que es el mercado y la sociedad: la fuerza. En sus propias palabras: “En el capitalismo tienes la libertad de elegir morirte de hambre”. Sus propuestas juegan con el sentido común y la desesperación de la gente: dolarización, privatización de la educación, de la salud, del Banco Central y el cierre de la mayoría de ministerios, incluyendo el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Con Milei, la extrema derecha se come a bocanadas a la derecha moderada, y promete cumplir el sueño de la escuela austriaca: el antiestatismo de la vertiente fundamentalista del libre mercado.

En medio de todo esto, la lección política reside en que la mayoría de la población está distanciada de la organización popular y los movimientos sociales, y esta hastiada de los castillos de cristal montados por el progresismo. Aparentemente es preferible el peligroso delirio de Milei y su propuesta política, tan caótica y degenerada como él mismo, que tuvo que negar públicamente sostener relaciones endogámicas con su propia hermana. La ultraderecha ha logrado calar profundamente en la conciencia de la población en un momento de desgaste profundo del tejido social, una falta de trabajo en la memoria y la perspectiva histórica de la vida y la realidad, así como de un progresismo anquilosado en un proyecto político borroso –sino inexistente- y en el oportunismo.

La lección que le queda a toda la izquierda consecuente es que la única respuesta acertada a la radicalización de la derecha y la distorsión de la realidad impuesta por las corporaciones de comunicación, es también la radicalización de la izquierda, de los conceptos, del discurso y de la voluntad organizativa. La polarización de la sociedad es poco a poco la única reacción posible a las drásticas condiciones políticas.

En este contexto la polarización que se radicaliza progresivamente es la posición frente a la agudización del conflicto palestino-israelí, donde el fascismo sionista se va convirtiendo en la nueva cara del poder-realmente-existente en la geopolítica mundial. Milei apoya al sionismo israelí con mucho más énfasis que varios fanáticos fascistas -como Noboa de una forma más recatada-. En Argentina también ganó el sionismo en estas elecciones, en un momento de mucha sensibilidad militante frente al genocidio palestino y la impunidad del Estado de Israel. No es coincidencia que Argentina tenga la mayor cantidad de diáspora sionista en América Latina.

La nueva ola de la ultra derecha en el continente, corresponde al momento histórico permeado por una fascistización global sin precedentes. Bajo la consigna de “corran, zurdos de mierda”, Milei demostró -aunque sea simbólicamente- que puede existir una rebelión de ultra derecha a la imposición liberal del discurso de la democracia, el derecho internacional o los derechos humanos. Tanto Milei como Noboa demuestran públicamente sus lazos con el sionismo, el primero ondeando una bandera israelí en apoyo al genocidio en una manifestación sionista, y Noboa por medio de su apoyo explícito al Estado de Israel en redes sociales. Definitivamente Argentina es un faro del sionismo en América Latina. Por su lado, Ecuador tiene como primer contratista en tecnología militar al Estado de Israel, así como la nueva canciller, Gabriela Sommerfeld, pertenece a la primera empresa importadora privada de armamento israelí. Armamento probado en campo.

En términos políticos, tanto Bolsonaro, como Trump y Milei son productos de un sistema de representación en profunda crisis. El capitalismo se renueva desde sus propias crisis, para profundizar la explotación como lógica del sistema y radicalizar las subjetividades políticas fundamentalistas de ultra derecha, abiertamente anticomunistas, totalitarias y que apuestan por la extremación de toda medida, con la certeza de la impunidad, en un mundo que entra a un periodo multipolar.

Ante el refortalecimiento de la ultra derecha -sea en Argentina o en la República Bananera del Ecuador-, profundizar la organzación y conciencia de la clase trabajadora. ¡No pasarán!

 

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