Ecologismo y lucha de clases: Extractivismo, patriarcado y dependencia

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Lunes 24 de Junio de 2019

La propuesta de tratar al ecologismo y a la lucha de clases conjuntamente, parte de tres ejes que para nosotres son fundamentales: la lucha por el territorio, la lucha por la conservación medioambiental y la lucha por el decrecimiento anticapitalista.

Creemos que, si bien el esencialismo identitario se ha utilizado como una estrategia política para lograr defender territorios específicos, también ha creado una noción de las luchas como particularistas. Defender un territorio es resistir la expansión brutal del capitalismo depredador. Desde las ciudades tenemos que dejar de lavarnos las manos y dejar de pensar que la responsabilidad de la resistencia recae únicamente en la gente que habita y trabaja el territorio. Conjuntamente con las mineras, con el fracking, las bananeras, los monocultivos de palma y soja; llegan el paramilitarismo, los desplazamientos forzados, las violaciones sistemáticas y domesticadoras, el trabajo esclavo, la ruptura del tejido social. La privatización de la tierra es la privatización del agua. La privatización de la tierra y los recursos es la base sobre la que se fundamenta el capitalismo.

También hemos individualizado los esfuerzos por la conservación medioambiental. Desvinculando el modo de producción capitalista, a los efectos devastadores como el cambio climático, la extinción masiva de flora y fauna, la deforestación y la privatización de fuentes de agua. Hemos caído en lógicas extremadamente limitadas, individualistas de la lucha, cayendo en discursos en los que cambios microscópicos en las lógicas de consumo pueden ser relevantes: sin sorbete por favor. El capitalismo nos engaña, haciéndonos pensar que es en los consumidores en quienes recae la responsabilidad, con el discurso de las fundas en el súper, cuando el 85% de la contaminación es generada por las grandes industrias.

Que no se malinterprete, no es que desvaloricemos la importancia de los esfuerzos individuales, en cuanto logran cambiar el sentir y la conciencia por el planeta, pero su relevancia e incidencia no logran alcances reales, porque no parten de una lógica de organización política. La gran enfermedad de la tierra, de la naturaleza y de los seres que la habitamos, es el modo de producción capitalista.

Marx en El Capital ya planteaba que “Todo progreso de la agricultura capitalista no es solo un progreso en el arte de empobrecer a las y los trabajadores, sino a la vez en el arte de empobrecer el suelo. La producción capitalista, no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y las y los trabajadores”. El capitalismo no solo choca a las sociedades mega industriales contra los limites biofísicos de la tierra, sino que causa una alienación de los sujetos con la tierra, como si nosotres no fuésemos parte de la tierra, de la pacha mama, del suelo.

La noción jerárquica de dominación de la tierra parte de un discurso capitalista que refleja y sostiene las jerarquías y las clases sociales. La dominación entre las personas representa la causante de la crisis ecológica; la propiedad privada de la tierra es, en definitiva, la causante de la crisis ecológica. Así como el Estado, lejos de garantizar el bienestar común, lo que hace es garantizar los intereses de la burguesía terrateniente y de los capitales transnacionales y corporativos.

 

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