Democracia burguesa y dictadura de clase

kj
Lunes 1 de Febrero de 2021

A 7 días de la celebración de la jornada electoral más importante de los próximos años, queda la duda acerca de la existencia o no, de la democracia burguesa en el país. Con una serie de irregularidades y manejos jubilosos del proceso electoral, renació la incógnita acerca de cuanta injerencia tiene el Ejecutivo -y la clase a la que representa-, dentro del Consejo Nacional Electoral. Frente a esto, cae en tela de duda la legitimidad y garantía que esta institución puede ofrecer al pueblo ecuatoriano, frente a este proceso transcendental del próximo 7 de febrero.

A causa de las políticas neoliberales impuestas, en donde la institucionalidad del Estado ha sido sistemáticamente descompuesta, tanto desde la desfinanciación crónica a las carteras públicas –exceptuando al aparato represivo del Estado-, con el desvanecimiento de la autonomía de las distintas instituciones frente al Ejecutivo, y la descomposición social a causa de la precarización de la vida y el duelo; la democracia burguesa se convierte en una ficción – simulación – puesta en escena de la oligarquía, en un ejercicio pleno de la dictadura de clase.

Solo en la última semana, el Ministro de Defensa Oswaldo Jarrín, declaraba el pasado jueves, que el Instituto Geográfico Militar, no alcanzaría a completar la impresión de la quinta papeleta, correspondiente a las candidaturas por el Parlamento Andino. Así como planteaba que existe un desfinanciamiento en el presupuesto para ejecutar la seguridad necesaria para los comicios del 7 de febrero. Posteriormente, con solo una semana de anticipación, el CNE enviaba a impresión las papeletas para dichas dignidades. Estos dos eventos entran en contradicción el uno con el otro, despertando una nueva preocupación acerca de la posibilidad de instrumentalización del incumplimiento con las papeletas para el Parlamento Andino, para anular o aceptar a conveniencia, los resultados de la primera vuelta.

Por otro lado, el pasado 13 de enero, el CNE tuvo que reconocer un error en la impresión de más de 6 millones de papeletas presidenciales. Diana Atamaint calificó este evento como “un lamentable error”. Con esto se elevó aún más la desconfianza hacia la autonomía del CNE, con dudas acerca de la verificación de la destrucción total de las papeletas impresas de manera errónea, y la posibilidad del uso de las mismas para un posible fraude orquestado por la oligarquía del país, en contubernio con la embajada estadounidense y la OEA.

Cuatro años de regresión neoliberal, representada e implementada por el gobierno saliente de Lenín Moreno, demostraron una vez más que la democracia en el Ecuador no existe, siquiera en sus marcos conceptuales más abstractos. El Estado representa, por su propia lógica, los intereses de la burguesía. El neoliberalismo presupone una liberalización completa y definitiva de todos los ámbitos del Estado, y un abandono radical de toda política pública proactiva hacia los intereses del pueblo, perpetuando la explotación a las clases populares, asegurando así el sostenimiento de la dictadura de la burguesía. En medio de esta estructura, se enmarca la próxima jornada electoral, caracterizada por un fraccionamiento de la derecha en torno a su candidato predilecto: Guillermo Lasso.

Lasso resultó victorioso dentro de la pugna interburguesa en torno al proceso electoral, y se perfila como el peor candidato que la oligarquía ultraconservadora pudo proponer. Él mismo se coloca en encrucijadas políticas irresolubles, cómo enaltecimientos a la flexibilización laboral y el “digno sueldo de 120 USD”-que luego modificó a 500 USD-, las felicitaciones recurrentes a la mafia Bucarám, y el reconocimiento positivo y deseado de la gestión brutal de María Paula Romo –asesina del pueblo-, al proponer su nombre como posible Contralora General del Estado. Guillermo Lasso se consagra como un político mediocre que apela al terror de una clase media desclasada. El recurso ideológico del “castro-chavismo” y la “venezolanización”, infunde temores en el imaginario de la clase media emprendedora –siempre en ascuas-, y ciertos sectores del pueblo asalariado.

Ninguna otra cara representa la dictadura de la clase dominante de forma tan frontal y descarada como Lasso, el personaje en torno al cual se desarrolló uno de los capítulos más nefastos de la historia del Ecuador: el feriado bancario. A diferencia de los sectores populares, las élites se movilizan ampliamente en torno a su conciencia de clase, arraigada en la perpetuación de sus privilegios frente a la rampante desigualdad, la cual recrudece y visibiliza los antagonismos entre burguesía y proletariado.

En los próximos días, la disputa por la hegemonía estatal entre la maquinaria de muerte y exterminio llamada neoliberalismo, y los progresismos neodesarrollistas; marcará el horizonte estratégico de contienda en la lucha de clases en el Ecuador. En esta contienda resulta necesario reconocer los límites reales de la democracia burguesa, que siempre será la dictadura de la burguesía, perpetuando el círculo de apropiación capitalista.

Lo que realmente se encuentra en juego en las próximas elecciones, es la disputa por las condiciones de lucha, frente a dos lógicas diametralmente opuestas entre sí: la perpetuación del modelo neoliberal vs la propuesta de los progresismos. Esta pugna por el poder estatal se refleja, igualmente, en la posibilidad de un reajuste en términos geopolíticos hacia un proyecto de Estado que se contrapondría a la hegemonía yanqui en la región. En definitiva, a los EE.UU., con la flamante administración Biden, no les conviene una reconsolidación de los progresismos en la región. La oligarquía local y regional no está dispuesta a claudicar sus intereses de clase bajo ninguna circunstancia.

 

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