De anhelos y desesperanzas

Que surjan las luces que nos permitan seguir dando pelea, reencontrándonos que estamos en el bando de la vida
Lunes 27 de Mayo de 2019

Ya es madrugada. La noche quiteña está fría, poblada de silencios y neblina. Debo escribir un artículo a pesar de mi poderosa desconcentración. Hay tanto por decir, por contar, pero hoy nada me parece particularmente atractivo. Esto es una revista de análisis político y en esta noche post fecha patria, parecieran no interesarme ni el análisis ni la política. Me siento hastiada, y una parte de mi se avergüenza de la sensación: “¿Es que no puedes ni escribir un artículo?”.

Pienso - con toda la presión de la pantalla brillante y en blanco – en que sufro de una suerte de depresión posmoderna. Soy de izquierda y no tengo ganas ni de sentarme a escribir, ¿qué quedará para aquello de transformar el mundo?

Es patético y exagerado, lo sé. Sin embargo, siento que somos muchos en la misma situación, gente joven que creció viendo cómo se hacían realidad algunos de esos sueños de transformación que generaciones anteriores solo pudieron imaginar, y que hoy se desmoronan frente a nuestros ojos. ¿Cómo pasamos de ver la construcción de algo tan importante como el Poder Popular, a su asfixia por parte del Estado burgués repotenciado?, ¿En qué momento esa euforia de Mar del Plata, cuando mandamos el Alca al carajo, se transformó en sumisión, silencio y funcionarios gringos en nuestros gobiernos?, ¿Nos dormimos en los laureles?, ¿los nuestros no eran nuestros, nos traicionaron?

Es importante entender que en América Latina estos últimos años hemos perdido, y mucho. Hemos perdido el rumbo, la soberanía, la estabilidad, y lo que es peor, la alegría y confianza con la que nos enfrentábamos a las dificultades, seguros de que unidos éramos fuertes y de que teníamos un proyecto poderoso. Este último sigue ahí, aparentemente aprisionado entre montañas de cosas más “urgentes”, como volver al viejo y fallido modo de separarnos y dejar que los de siempre vendan a cualquier imperio nuestra Patria Grande parcelada. Y todo esto es francamente desalentador. Y lo es no solo porque nos duelen las traiciones, sino porque sabemos también que tenemos culpa, por no haber sido mejores, más cuidadosos con la formación y la organización, más firmes contra los vicios y la burocracia, más estudiosos, en fin, más comprometidos con poder mantener en el tiempo los procesos que iniciamos. Y ahora el neoliberalismo regresa, más hambriento que nunca, y seguimos paralizados, llorando sobre la leche derramada.

Tenemos derecho a la tristeza, a la ira, a la decepción, pero supongo que a lo que no tenemos derecho es a la inacción. Si somos parcialmente culpables de haber dejado perder tanto, ¿en qué vamos a parar si no hacemos nada? Frente a nosotros está el monstruo del capitalismo - que sabe más por viejo que por diablo - y además nuestra ristra de errores y fracasos, pero dejarnos imbuir por la desesperanza de poco y nada nos servirá si queremos sobrevivir. No estamos para preciosismos, sino para poner manos a la obra.

Ya está amaneciendo. Quito sigue fría, aunque ya los pájaros rompen el silencio.  A pesar del desgano, salieron un par de líneas, no bonitas, no muy interesantes, probablemente, pero salieron. Como debemos salir de este atolladero. Haciendo. Despertando a esos anhelos de mundo mejor, y juntando entre todos, la fuerza para detener la avalancha y que, en medio de la crisis, surjan las luces que nos permitan seguir dando pelea, esta vez con la conciencia de nuestros fallos, y reencontrándonos con la emoción de saber que estamos en el bando de la vida.

"Yo venía de más allá.
Yo venía de más allá del cosmos vacuo
donde apenas se ven fantasmas intangibles
generados por el ensueño fuliginoso.

Y eso que soñé grande, ¡cómo fue diminuto!"

(Canción Nocturna - fragmento- León de Greiff)

 

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