45 años del golpe genocida en Argentina

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Miércoles 24 de Marzo de 2021

Una noche de siete años

El 24 de marzo de 1976 se produjo en Argentina el sexto golpe de Estado al orden constitucional democrático-burgués de su historia como república. Las Fuerzas Armadas fueron la cara visible del mismo, como conducción del autotitulado “Proceso de Reorganización Nacional”.

Al compás de lo que venía sucediéndose en América Latina, la intervención cívico-militar intentaba disciplinar a un movimiento popular levantisco y a su vanguardia, representada en un ramillete de organizaciones político-revolucionarias que conducían sindicatos, centros de estudiantes, ligas agrarias y juntas vecinales en villas miserias. Detrás de las botas y los fusiles, venían los verdaderos protagonistas del golpe: el poder económico, político, mediático y clerical.

El neoliberalismo, en realidad, necesitaba imponerse en el menor tiempo posible y con la menor resistencia organizada para concretar una brutal transferencia de recursos hacia el capital acumulado, dejando tierra arrasada. Si bien la violencia y el terrorismo estatal contra la clase trabajadora y la izquierda tenían en Argentina una larga y funesta historia, a partir de 1976 y hasta 1983 se desarrollarán niveles sin precedentes en la sistematización de un plan de exterminio y aniquilación de la oposición política y popular mediante el secuestro, tortura y desaparición de 30.000 compañeros y compañeras.

Para ello se obró mediante un plan deliberado y se montaron alrededor de 400 campos de concentración a lo largo y ancho de todo el país. La desaparición de opositores políticos, fuerte durante el gobierno de Isabel Perón (1974-1976) mediante la banda fascista paraestatal de la Alianza Anticomunista Argentina, pasó a ser la principal forma de eliminación y disciplinamiento después del golpe pero, como bien dice Pilar Calveiro (…) la existencia de los campos de concentración -exterminio se debe comprender como una acción institucional, no como una aberración producto de un puñado de mentes enfermas o de hombres monstruosos; no se trató de excesos ni de actos individuales, sino de una política represiva perfectamente estructurada y normada desde el Estado mismo (…)”.

Las 30.000 semillas revolucionarias

En el 2021, se están cumpliendo 45 años de este golpe fascista y genocida. Suele ser una fecha de muchas actividades, manifestaciones y debates en los cuales la militancia política, social y antirrepresiva no se encuentra sola; donde se rompe el aislamiento y decenas de miles de familias salen a manifestarse. Muchxs recordaremos y reivindicaremos a los y las 30.000 detenidxs-desaparecidxs, aún desde diversas ópticas y enfoques pero con una certeza: sacarlos del lugar de víctimas “inocentes” y recuperarlxs como sujetos políticos con sueños, pasiones, amores. Pero ¿quiénes eran? ¿por qué luchaban?

Militantes revolucionarixs, estudiantes, conscriptos, activistas de base, intelectuales, curas obreros, disidencias sexuales, artistas, trabajadorxs. Sobre todo trabajadorxs. Se calcula que alrededor del 30% eran obrerxs y que sumadxs al 18% de empleadxs, al 6% de docentes, al 5% de autónomos y al 18% de profesionales nos dan un panorama acerca de cual era el objetivo de la dictadura militar: la eliminación del activismo obrero y sindical y la generalización del terror en las bases para no encontrar resistencia alguna ante la imposición de medidas antipopulares. El 80% de lxs detenidxs-desaparecidxs tenían entre 16 y 35 años y alrededor de 490 niñxs nacieron en cautiverio en los diversos campos de concentración, de los cuales 130 pudieron recuperar su identidad mediante la incansable lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. El grueso de ellxs eran militantes populares, delegadxs de fábrica, activistas estudiantiles o villerxs; comprometidxs, en fin, con alguna lucha reivindicativa. Una parte importante eran, además, militantes políticos organizados en decenas de agrupaciones.

La mayoría de lxs compañerxs detenidxs-desaparecidxs tenían una procedencia del peronismo combativo y militaban en organizaciones como Montoneros, las FAP -Fuerzas Armadas Peronistas-, el Peronismo Auténtico o las JP. La organización marxista más importante era la Fracción Roja, aunque la OCPO -Organización Comunista Poder Obrero- y el trotskista PST tenían también un importante desarrollo en el ámbito obrero. Finalmente, existía un número de organizaciones más pequeñas de la llamada "nueva izquierda” que, por sus características y menor exposición, pudieron preservar sus cuadros militantes durante más tiempo, como la maoísta Vanguardia Comunista/PCML, el GOR, Orientación Socialista o lxs anarquistas de la Línea Anarco-Comunista y Resistencia Libertaria. Todas, empero, fueron alcanzadas por la represión y el terror, siendo diezmadas de forma significativa.

Existen historias de familias literalmente amputadas con la desaparición de muchxs de sus integrantes. Dentro del peronismo revolucionario, el caso de la familia Oesterheld es paradigmático. Héctor, un conocido y prestigioso escritor y guionista de comics, se había sumado a la militancia en Montoneros pasados sus 50 años, compartiendo tareas e ideales con sus cuatro hijas: Beatriz, Diana, Estela y Marina. Lxs cinco -más tres de los yernos de Héctor- permanecen como detenidxs-desaparecidxs. Los casos son múltiples: los hermanos Pablo, Rafael y Marcelo Tello de La Plata, militantes de Resistencia Libertaria que permanecen desaparecidxs. O la familia del dirigente del PRT Roby Santucho, que tiene 11 integrantes desaparecidxs.

Los registros de las vidas de todxs ellxs nos hablan de militantes disciplinadxs y entregadxs a la lucha por la Revolución, pero también lxs descubrimxs escuchando a Alfredo Zitarrosa, a los Beatles o a Pescado Rabioso. Lxs vemos en fotos de sus breves vacaciones y respiros, abrazadxs a sus hijxs, parejas o familia; riendo con una copa de vino o serixs en alguna marcha. Lxs vemxs de niñxs tomando la comunión o en alguna pileta, en las pocas fotografías que sus familias conservan de ellxs como tesoros, como recuerdos amorosos que duelen. Nos los podemos imaginar leyendo a Fanon, Trotsky, al Che, Bakunin, Pannekoek, Marx o Cooke. Durmiendo en campamentos improvisados en alguna ocupación de fábrica o toma universitaria; en reuniones eternas, acompañdxs por la ronda de mate y de cigarrillos negros.

Así lxs recordamos: revolucionarixs, profundamente humanxs y vivxs en nuestras luchas, temores, sueños, fracasos y breves victorias. 45 años después, la memoria sigue viva, el pueblo exige verdad, justicia y reparación y lxs 30.000 detenidxs-desaparecidxs se convirtieron en semilla.

 

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