Chile: Lecciones de la rebelión contra la herencia de Pinochet

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Martes 12 de Noviembre de 2019

Al escribir estas líneas, la rebelión del pueblo chileno en 2019 completa 15 días. Esta vez el detonante fue el anuncio del aumento del pasaje del metro en Santiago de Chile, conocido también como Transantiago, de extensión metropolitana. Como dice una de las consignas de los combatientes, de las millones de personas que se enfrentan a la represión de la Fuerza de Carabineros, del Ejército y de la Marina: "No son treinta centavos, son treinta años".


El escenario actual tiene raíces muy profundas que se remontan a la transición negociada después de la dictadura del 11 de septiembre de 1973 que derrocó al gobierno de Unidad Popular, con el médico socialista Salvador Allende a la cabeza. También se remonta a la democracia liberal post-Pinochet, donde los fundamentos de la vida en sociedad y el modelo del capitalismo siguen el mismo modelo que el tirano y sus secuaces -incluyendo a los famosos Chicago Boys, amigos y socios del triste ministro de Jair Messias, el especulador y ex socio de BTG Pactual, Paulo Guedes- dejaron como legado. Lamentablemente, el país del jefe Lautaro y la nación mapuche, los mártires de la masacre minera de Santa María de Iquique en 1907, los más de 11.000 muertos y desaparecidos bajo la dictadura, viven un doble malestar como Estado postcolonial.


Los dos males se reflejan en la economía política de dominación chilena.


La primera herida le es común a toda América Latina, y es la condición dependiente, subordinada y periférica del continente. Contrariamente a lo que afirman los defensores del neoliberalismo, Chile no es una economía compleja, ya que sigue dependiendo de las exportaciones de cobre, la cual se encuentra privatizada. Todos nuestros países -en mayor o menor medida- viven bajo el dominio interno de las élites oligárquicas, arribistas y rendidas. Se trata de  gente mediocre -aunque bien articulada- con fracciones de potencias hegemónicas globalizadas, concretamente con el bastión del imperialismo que nos toca directamente y que, en general, no tienen sentido de pertenencia a su tierra y a los pueblos que la habitan. En este sentido, Chile es, con sus especificidades, otro ejemplo de un complejo de hojalata, rendición, gorilismo militar y venta de la patria. Nada nuevo en el frente. Pero allí, el modelo neoliberal se ha profundizado.  


Esto representa el  segundo obstáculo. Toda la rutina es muy costosa (debido a la privatización y a la falta de apoyo, incluso en el ámbito de la salud pública), las tasas reales de costo de vida son altas y prácticamente no existe una red de protección social. No importa si el país crece una media del 2,5% al año. Si éste pastel no se divide, la esperanza de vida y la noción de "felicidad" se vuelve justo lo contrario. La educación superior es pagada (incluso cuando se trata de instituciones públicas) y no existe una cobertura sanitaria universal. Los salarios bajan, las leyes del derecho al trabajo son débiles (rompiendo el poder del sindicalismo, como la "reforma laboral" y la "libertad económica" implementada en Brasil a su vez por parte de  la derecha) y cerca del 40% de la población se concentra en la región capital y metropolitana. La aglomeración metropolitana es común en nuestros países, pero hace que las redes y los flujos de riqueza salgan de los territorios, abundando las capas superiores de poder compuestas por las élites empresariales y las políticas de tipo asociativo con el capital transnacional. La dictadura ha transformado a Chile en un país  industrial y en una zona de servicios con una abundante presencia de conglomerados transnacionales. 


En Chile, como en Brasil, el 1% más rico obtiene el 25% del ingreso nacional. No existe una sociedad moderna que apoye esto. ¿Cómo es posible que una sociedad esté sana donde la condición normal es el desencanto, sumado a la lucha desesperada por la supervivencia, además de la certeza de la mayoría, de que no tendrá una vejez tranquila? Es una sociedad ´metamorfoseada` como los Estados Unidos, con la simple excepción del poder que tiene la Superpotencia frente al pequeño PIB y la posición de Chile en el Sistema Internacional. Si la influencia de los valores individualistas no fue suficiente como marca de ´éxito` en la tierra de Violeta Parra, la situación es muy directa, sin ´hipocresía´. El Estado sigue controlando parte de las exportaciones de cobre, lo cual se utiliza para garantizar la plena jubilación en un sistema público para las fuerzas de seguridad y los militares. Así, la riqueza nacional garantiza la represión antipoblacional a instancias de las élites civiles (y también de partes del generalato) que son evidentemente antinacionales.


Para las mayorías queda por intentar sobrevivir con las administradoras de fondos de pensiones (las infames AFP), pasando de la educación pública al ´precariado`, a menudo incluyendo el endeudamiento con la educación superior, viviendo por debajo del salario mínimo y con múltiples empleos, llegando incluso a tener una jubilación que representa un ingreso menor a un salario mínimo. En este caso, gastando casi todo en medicamentos, pasando sobre el presupuesto familiar, convirtiendo al país de Víctor Jara y Miguel Enríquez en el triste campeón latinoamericano de la depresión y el suicidio entre los ancianos.
 

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