“Venezualización”: xenofobia y giro conservador

kjv
Martes 9 de Noviembre de 2021

El extranjero es un elemento del grupo mismo, que, como los pobres y las diversas clases de “enemigos interiores”, si bien, por una parte, ocupa una posición de miembro, por otra, está como fuera o enfrente.

Simmel, 1977.

La xenofobia, del griego xénos (extranjero) y phóbos (miedo) hace referencia al odio, prejuicio, recelo y rechazo en todas sus formas hacia lxs extranjerxs. Se trata así, de un elemeto ideológico que rechaza todas las identidades culturales diferentes de la propia, con la yuxtaposición de prejuicios construidos de cuño histórico, cultural, religioso y territorial, en las que se considera a lxs migrantxs como competencia por los recursos disponibles de una nación, “intrusxs” no generadorxs de riqueza, desdibujando así, cualquier vínculo enmarcado en la solidaridad, apoyo mutuo o bien común de ambos grupos sociales (De La Garza, 2011).

Una persona hurgando entre la basura. A eso se reduce la imagen que buscan proyectar diversos sectores políticos, mediáticos y empresariales del Ecuador, que hasta se dan a la tarea de pagar anuncios, como si se tratase de imponer una especie de apartheid, al abordar el tema de Venezuela. Yo, como venezolano -aunque con la difícil aprobación de la mayoría de compañerxs migrantes- me encuentro entre la indignación y la impotencia. La lectura de la migración venezolana, se ha reducido tan sólo a la imposición de un cúmulo de estereotipos basados en la exaltación de medias verdades, entre ellas -la exportación de pobreza-, que repetida un millón de veces y percibida así por los países receptores, se convierte en todo un dispositivo de interacción social, que busca reducir todo el proceso de migración masiva reciente -la "venezuelización" - a una imagen con una simbología que alude a lo implícitamente descartable.

¿Cuáles son las implicaciones detrás de todo este cúmulo de símbolos y prejuicios sobre la migración venezolana? De nuevo retomo estos dos sentimientos: indignación e impotencia. Es indignante algo que, a pesar de las discrepancias culturales y territoriales, refleja un mensaje que por naturaleza es ofensivo. A su vez, genera impotencia saber que, desde este territorio externo y en la condición de migrante, difícilmente haría eco, una visión alterna al lugar común de la sociedad.

Esta serie de apreciaciones surgen en torno a la colocación de una serie de vallas publicitarias en diferentes zonas de alto tránsito vehicular de Guayaquil, con el mensaje “Venezuelización: Latinoamérica en Peligro” -que buscaba lo promoción de un supuesto documental-, y que fueron instaladas en pleno período electoral. Estas “vallas del terror”, lejos de generar algún beneficio temporal de índole electoral, promueven de manera abierta la violencia y rechazo a la migración venezolana, contradiciendo diversos instrumentos legales vigentes en el Ecuador, entre ellos, la Constitución Nacional. Así mismo, llevan a la reflexión sobre la ausencia de mecanismos de regulación de índole local en Guayaquil, que permiten la difusión de este tipo de propaganda en la ciudad. Muy al contrario de lo esperado, autoridades parecen aprobar este tipo de mensajes.

Sobre las reacciones a esta serie de vallas y la búsqueda incesante de un debate entre connacionales, resulta por demás indignante ver a otrxs venezolanxs que te respondan: "Me parece buenísimo que hagan eso, para que la gente no vote por la izquierda". Pero también indigna estar viviendo, por no decir ser parte de un territorio, que aprueba este tipo guerra sucia, que busca reafirmar un sentimiento de ostracismo entre quienes nacieron acá, y quienes por alguna razón escogieron al Ecuador como su lugar de destino temporal o definitivo. Es indignante además, que en el Ecuador, un país con un historial de migración masiva de casi 30 años, y con muchos ecuatorianxs alrededor del mundo, se exalte la xenofobia en su propio territorio.

"No queremos ser como Venezuela"

En este último punto, me detengo. Parece que por alguna razón, las élites empresariales, políticas y mediáticas del Ecuador de manera histórica, han hecho una gran labor para alienar a la población, al punto que han borrado del inconsciente colectivo las grandes inequidades sociales presentes. Estas desigualdades abrigan un fenómeno común a muchos otros países de la región, incluyendo, desde luego un fenómeno que ha querido atribuírsele de forma exclusiva a Venezuela: pobreza. Dése una vuelta por algún lugar de las periferias urbanas de Quito o Guayaquil, y verá a la misma persona hurgando en la basura, o la misma precariedad y falta de servicios públicos que se grafica de Venezuela.

Mas allá de las dos urbes, existe también un Ecuador distinto, el Ecuador profundo, de gente sencilla y trabajadora, que también sigue en el olvido estatal. Muchas de estas poblaciones, aún en pleno 2021, tampoco cuentan con acceso a luz, agua potable, y mucho menos acceso a crédito; o el brillo de las zonas acaudaladas de las dos grandes urbes del país. Ese Ecuador profundo, aunque se trate de ocultar en los medios hegemónicos, lleva el nombre de desigualdad.

Otro aspecto, no menos importante, es la poca o nula presencia de contrainformación sobre el estereotipo creado sobre lxs migrantes venezolanxs en medios de comunicación hegemónicos, e incluso a nivel institucional. Se habla sobre el venezolano que robó y la venezolana trabajadora sexual, pero jamás sobre el médico venezolano que presta su labor en el ámbito público o privado, lxs docentes universitarixs que forman parte de instituciones de educación superior, y que -aunque con muchos detractores locales- contribuyen al desarrollo educativo de este país. Así mismo, otra parcela no tan divulgada son lxs inversionistas venezolanxs, comerciantes, emprendedores, que en mayor o menor grado, contribuyen al movimiento económico del Ecuador. Cabe mencionar también lxs productores de teatro, cine, artistas, que participan directamente en el desarrollo y promoción de la cultura en Ecuador. Por último, no menos importante, las historias de familias venecuatorianas, esos que regresaron al Ecuador luego de haber vivido en Venezuela, o que se formaron de manera reciente producto de esta migración.

Pobreza y riqueza, un escenario común

Venezuela al igual que Ecuador y demás países latinoamericanos, reproduce también escenarios de pobreza y riqueza. Reducir la imagen de esta migración, o este aporte colectivo a un hombre recogiendo de la basura, no es sino desconocer estos aportes, que van desde lo económico, a lo tangible, hasta lo cultural e inmaterial. En el caso de Venezuela, existe una crisis económica e institucional que involucra un escenario de migración. Parecida a las crisis que generaron la migración de peruanxs, colombianxs y en menor proporción, de ecuatorianxs desde finales de los años setenta hasta los años 2000, de las que Venezuela fue país receptor.

La Venezuela del 2021 -hasta hace unos 10 años la cuarta economía de la región-, con diversas contradicciones propias del sistema capitalista, refleja un giro en pro del mercado. Existe una libre circulación del dólar como moneda de intercambio de productos y servicios en las principales ciudades del país. Esta situación es de fácil percepción en cualquier espacio comercial de Venezuela. El desabastecimiento de cuatro o cinco años atrás, ha sido reemplazado por diversidad de productos nacionales e importados, con cajas registradoras repletas del mismo billete verde que circula en el Ecuador: el dólar estadounidense.

En el ámbito urbano, existen, como en cualquier otro país latinoamericano de base capitalista, zonas que reproducen de forma simbólica elementos y códigos estéticos que difieren de la llamada “venezuelización”. Por poner un ejemplo, Altamira, La Castellana o Las Mercedes en Caracas, La zona de Las Delicias en la ciudad de Maracay o el Viñedo en la ciudad de Valencia, en donde se perciben también vehículos de alta gama del año, tiendas y restaurantes. Pese a esto, es importante mencionar también, que persisten graves problemas en los servicios públicos, y muchos de estos comercios o condominios de lujo, han optado por la auto dotación con plantas eléctricas y suministro de agua potable por medio de pozos profundos particulares. De igual forma, el acceso a combustible para autos particulares, es irregular, lo que ocasiona grandes filas para la compra de gasolina en estaciones de servicios, que es pagada en dólares estadounidenses a un precio de cincuenta centavos por litro.

En otro orden de ideas, resulta por demás incrédulo pensar que, tras 200 años de historia republicana en Venezuela, no se mantengan todavía grupos económicos consolidados, que pese a los experimentos colectivistas, hayan podido surfear esta ola: la etapa de la regulación estatal, y el bloqueo económico norteamericano. Hoy en día estos grupos se mantienen en pie e incluso, acordaron con el gobierno de Maduro su permanencia. ¿Será coincidencia? En el llamado primer gobierno obrero del país, es justamente el obrero, la trabajadora, quien ha visto disminuir la capacidad adquisitiva de su salario, de forma drástica desde 2013. A estas élites económicas de capital nacional nunca se les ha tocado a profundidad, más allá de amenazas de expropiaciones en tiempos pasados. Podríamos argumentar entonces, que parte de los problemas que persisten en el país, son, por una parte, consecuencia directa del bloqueo a las transacciones de origen venezolano impuesto por el gobierno de Estados Unidos, pero a su vez, a la incapacidad de romper con el habitus capitalista presente en la sociedad. Esto conllevó a una serie de múltiples contravenciones[1] que desembocan, en esto: una especie de reapertura económica llevada sobre los vaivenes de la incerteza y que daría fin a la etapa de mayor recesión económica desde 2013 en Venezuela, con estimaciones de crecimiento económico entre un 1% y un 4% para finales de 2021, respectivamente.

Definitivamente la “venezualización” no solo destila xenofobia, sino que también se ha convertido en un elemento ideológico ultraconservador reproducido por la derecha en Ecuador y toda Sudamérica. En definitiva, Venezuela es mucho más que una persona hurgando en la basura, Maduro y la migración. Necesitaremos muchos textos para irla entendiendo. Extiéndase una invitación a reconocerla y entenderla en esta magnitud y complejidad.

[1] La poca o nula contraloría sobre el uso del erario en el país, así como la asignación a discreción de obras públicas.

 

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