Leonidas Iza y las tareas pendientes de la izquierda anticapitalista

Iza
Miércoles 4 de Agosto de 2021

Leonidas Iza es actualmente un líder relevante dentro de los movimientos sociales y la política nacional ecuatoriana. La primera aparición más notoria en el acontecer nacional fue en durante el Paro Nacional de Octubre de 2019, puesto que —además de encontrarse en primera línea de acción— fue partícipe de la mesa de diálogo entre los líderes de las manifestaciones y el Gobierno Nacional. Desde ese momento hasta la actualidad, su nivel de liderazgo en el Movimiento Indígena ha crecido, pasando de ser presidente del Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi -MICC- a presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador -CONAIE- desde el 24 de julio de 2021. De acuerdo a Perfiles de Opinión, su popularidad en julio de 2021 a nivel nacional es de alrededor del 64%. Dicotómicamente, su presencia puede enmarcarse como un ente de vanguardia y unificador de los movimientos sociales de izquierda, así como una amenaza para los sectores conservadores, oligárquicos y burgueses.

Durante el último proceso electoral nacional, Iza —junto con Jaime Vargas, ex presidente de la CONAIE, y Salvador Quishpe, actual Asambleísta Nacional— se perfilaba a participar dentro del binomio presidencial por Pachakutik. Para alcanzar el consenso interno y definir los candidatos, la CONAIE toma en cuenta tres elementos principales: encuestas, decisiones de cada una de las estructuras conformantes y un formulario de evaluación. En el caso que no se adopten estas medidas, se realizarían elecciones primarias en donde todos los integrantes de la CONAIE tendrían la facultad de elegir y, de acuerdo a los resultados, toda la estructura indígena se unificaría para apoyar al candidato elegido. Esta es una manifestación de centralismo democrático que conlleva un nivel alto de disciplina por parte de toda la estructura. Sin embargo —a pesar que las encuestas favorecían la candidatura de Iza y Vargas— ninguno de estos dos métodos fueron tomados en cuenta para elegir el candidato final. Este espacio fue ocupado por Yaku Pérez por decisión de los coordinadores provinciales de la CONAIE y el comité ejecutivo nacional de Pachakutik. Así, sin tomar en cuenta las decisiones de las bases, es como se produce de manera visible el resquebrajamiento orgánico del Movimiento Indígena.

Por fuera de la dinámica electoral, Iza se ha mantenido activo en el liderazgo del Movimiento Indígena e incluso enfrentando siete procesos judiciales luego de las movilizaciones de Octubre de 2019. Además, al cumplirse el primer año del Paro Nacional, en octubre de 2020 presentó —junto a Andrés Tapia, dirigente de comunicación de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana, y Andrés Madrid, docente universitario— el libro Estallido, en donde analizan -acercándose al materialismo dialéctico y la lucha de clases- las jornadas de octubre, sus precedentes y consecuencias. Mediante su lectura, se puede conocer la perspectiva ideológica de Iza: en la convergencia mariateguista del marxismo y el indigenismo. De esta manera, en el libro se detallan las siguientes tareas pendientes: la unidad de la izquierda anticapitalista, el fortalecimiento y ampliación del tejido orgánico, y enfrentar la contrarrevolución institucionalizada en el Estado.

De acuerdo a los autores, para enfrentar a la clase dominante y materializar una revolución se necesita la unificación y la superación del sectarismo de la izquierda. Para ello, la organización popular de proletarios, campesinos e indígenas —excluyendo a la burguesía asentada tanto en las ciudades como en los campos, sin distinción de etnia— es indispensable. Esta unidad deberá romper con el multiculturalismo que tolera las diferencias sin abordar el carácter clasista de la sociedad. Además, será necesario superar el sistema electoral actual que perpetúa y permite la escalada al poder de la burguesía. Para ello, la contrapropuesta sería construir plataformas unitarias panamericanas que resistan la ofensiva capitalista neoliberal.

Octubre demostró la necesidad de fortalecer y ampliar la representación orgánica del proletariado de la ciudad y los campos. Actualmente, el porcentaje de sindicalización de estos sectores no alcanza el 4%. De esta manera, el proyecto de transformación anticapitalista «es una quimera, sin el crecimiento del porcentaje de la clase obrera organizada, en especial del sindicalismo agroindustrial. También es una quimera sin la organización del proletariado desempleado de las sectores urbanos marginales de las ciudades más importantes. Otros sectores son el campesinado no agremiado, la juventud susceptible de involucrarse en procesos organizativos en barrios, colegios y universidades y las mujeres del sector popular».

Para que la izquierda inofensiva y el campo popular sean determinantes en la lucha contra el capitalismo, es preciso que sean recreados, pues «no existe como instancia de negación del capital, sino como mecanismo de validación de la ilusión democrática». La izquierda debe llevar los niveles de la critica más allá de la apariencia. Para ello, la unificación proletaria se vuelve indispensable, distanciándose «del rosario insitucionalista», rompiendo «la ilusión democrática burguesa», y cuestionando la naturaleza del Estado y del poder realmente existente.

A partir de los acontecimientos de octubre, las élites nacionales impulsaron varias estrategias orwellianas de perfeccionamiento de la maquinaria contrarrevolucionaria. Así, existe la intención de elevar legalmente el nivel de violencia permitido para las fuerzas represivas del Estado, acompañado de apelaciones a la violencia institucional para mantener el estatus quo y el moldeamiento de la opinión pública, con la finalidad de hacer aceptables las acciones policiales y militares. De la misma manera, se ha criminalizado a las personas bajo la excusa de combatir la impunidad y depurado la cúpula militar por «inacción» durante octubre, advirtiendo de esta manera a futuros mandos de la intolerancia a la tibieza. Estas estrategias buscarían posicionar como enemigo a derrotar al pueblo organizado, aplicando técnicas macartistas como responsabilizar de la inestabilidad actual mundial al comunismo. Así, inoculando odio a todos sus adversarios alineados al sindicalismo, ecologismo, feminismo de clase, arte contestatario, marxismo militante, disidencias sexuales, organizaciones populares autónomas e izquierda revolucionaria con el afán de satanizar a la izquierda y al campo de acción popular.

Finalmente, la construcción de un mundo mejor no nacerá desde el Estado burgués, sino que deberá surgir como responsabilidad de la organización popular. Para ello, es imprescindible destruir los discursos individualistas neoliberales, reconstruir las maneras cooperativas y comunitarias del sostén de la vida, y construir y demandar desde las calles los proyectos de sociedad anticapitalista, antineoliberal, antipatriarcal y antirracista.

 

Fotografía: CONAIE Comunicación

 

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