Las crisis sistémicas del capitalismo en América Latina (II)

BANDERA ROJA
Miércoles 30 de Noviembre de 2022

Tanto la guerra interimperialista en Ucrania como la guerra comercial y económica que libran EE.UU. y China, vislumbran una evidente pérdida de hegemonía por parte del primero y el avance y consolidación del imperialismo chino. Perpetuamente anclado a la explotación y apropiación de recursos naturales en sus áreas de influencia, las naciones imperialistas compiten por mercados energéticos -como el caso de Ucrania-, por yacimientos de litio -como en Bolivia-, proyectos megamineros de cobre y oro en el Ecuador, megaobras infraestructurales como el Tren Maya en México o la quema de áreas gigantescas del Amazonas. La totalidad de aquellos procesos depredadores corresponden a la lógica de la apropiación por desposesión, tan característica del imperialismo tardío.

Por su parte, el Ecuador volvió al satélite de dominación imperial estadounidense con la conclusión del ciclo progresista, en 2017. La USAID reabrió sus oficinas en territorio y el Ecuador volvió a acceder a fondos de las instituciones crediticias multilaterales, ante todo el Banco Mundial, el FMI, el BID y el Banco Europeo de Fomento, recayendo en ciclos de endeudamiento insostenible con un total de deuda de más de USD 65.000 millones, más del 60% del PIB del Ecuador. EE.UU. convirtió al Ecuador en su más reciente socio estratégico en términos geopolíticos, al establecer una oficina antinarcóticos de la DEA en Guayaquil en julio de 2022, al mismo tiempo de adoptar una ley explícita de asociación entre Estados Unidos y Ecuador en el Congreso de EE.UU. en abril, mocionado por el senador Robert Menendez.

El año 2019 se caracterizó por una ola de estallidos populares y revueltas antineoliberales a lo largo y ancho de América Latina y el mundo. Desde Haití, pasando por Chile, EE.UU., Hong Kong, y también el Ecuador en Octubre, los pueblos organizados y movilizados demostraban su rechazo contundente al modelo de precarización antipopular denominado neoliberalismo, a manos de las dinastías burguesas eternas del continente. En el Ecuador, el detonante fue el Decreto Ejecutivo 883, mismo que eliminaba los subsidios a los combustibles. La victoria popular de Octubre pudo tan solo retrasar lo inevitable, la liberalización de los precios de derivados de petróleo a niveles de los mercados internacionales, una de las condiconalidades centrales del FMI. El entonces presidente Lenín Moreno aprovechó la catástrofe social de la pandemia, para concretar este pedido del imperialismo financiero yanqui. Guillermo Lasso, actual primer mandatario ecuatoriano, únicamente continuó el ciclo de liberalización de precios, por lo cual el pueblo volvió a las calles del país en el Paro Nacional de Junio de 2022, demostrando nuevamente su rechazo organizado al dictado del mercado durante 18 jornadas de lucha, consiguiendo el congelamiento del combustible más usado por el pueblo.

En el contexto regional y tras la implosión de los precios de las “commodities” desde el 2014, una nueva ola progresista se constituye en América Latina. Petro en Colombia, Boric en Chile, AMLO en México, Fernández Fernández en Argentina, Castro en Honduras y Lula en Brasil, auguran un retorno a las políticas de redistribución de la renta, con características marcadamente más conservadoras que durante la primera ola progresista en los 2000s. Al mismo tiempo, se vislumbra una radicalización de las burguesías locales, de la cual el Ecuador es un tajante ejemplo. Las corrientes fundamentalistas de mercado denominadas como libertarias, mismas que profesan una reducción agresiva y casi completa del Estado, además de un latente anticomunismo, se constituyen como aparentes alternativas al progresismo. Las juventudes, al contrario del sentido común que le confiere un carácter “revolucionario” a las nuevas generaciones, son hoy cada vez más conservadoras, desembocando repetidamente en la ultra derecha.

Ante un momento histórico marcado por la multiplicación direccionada de antagonismos de clase y la profundización radical del capitalismo, se vuelve imperante e incluso urgente replantear al comunismo como la única y última oportunidad de construir mundos mejores posibles, superando definitivamente al capitalismo. Las múltiples crisis estructurales que atravesamos en la región y el mundo, indican que o bien el capitalismo se encuentra cayendo en una espiral crítica de la que no se recuperaría, o bien el capitalismo precisa cada vez de crisis más profundas para sostener y repetir los ciclos de reproducción de capital.

Los procesos más recientes de lucha y revuelta han demostrado que a lo largo y ancho del mundo y sobre todo en América Latina, la lucha elevó la conciencia de clase de los pueblos. Probablemente nos encontremos frente a la última oportunidad de una superación categórica del capitalismo, antes de que este nos (auto)aniquile como especie. Comunismo o barbarie.

 

Fotografía: Klasse Gegen Klasse

 

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