Lasso y la banca contra el pueblo

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Martes 9 de Marzo de 2021

Este 7 de marzo se cumplieron 22 años del inicio del feriado bancario. En la madrugada del 8 de marzo de 1999, el entonces Presidente de la República y favorito de la banca, Jamil Mahuad, decretaba un feriado bancario que inicialmente pretendía durar 24 horas, pero que terminó extendiéndose un total de 5 días. El feriado fue el resultado de la implementación agresiva y desmedida de más de una década de medidas económicas neoliberales, entre las cuales se cuentan la creación de la Agencia de Garantías de Depósitos -AGD-, la cual respaldó a la banca privada por medio de una garantía ilimitada de depósitos.

Los años 1990s estuvieron marcados por una amplia y desmesurada especulación bancaria ejecutada por entidades financieras privadas, y por la eliminación de todo tipo de control monetario frente a la banca privada. Este escenario fue el producto directo de la liberalización financiera y monetaria del Banco Central, desencadenando una espiral que causó hiperinflación y una devaluación desmedida de la moneda nacional, que culminó en la dolarización, el 9 de enero de 2000, seguida por el éxodo de tres millones de personas.

Tanto en 1999 como en 2021, la banca privada se nutre de recursos del Estado:la concesión del Banco del Pacífico después de su salvataje estatal por medio de la inyección de más de 6.000 millones USD, además de aprovechar un laxo marco legal para imponer sus intereses bancarios y financieros. Estos intereses no solo se reflejan en las cuentas de sus clientes, sino también en el cogobierno con Lenín Moreno y compañía.

Los últimos cuatro años estuvieron marcados por una fuga de capital equivalente a más de 30.000 millones USD, que las élites económicas y bancarias mantienen en el exterior. Al mismo tiempo, el gobierno perdonaba más de 4.200 millones USD a la banca privada y a la clase industrial en agosto de 2018. En términos políticos, el candidato con el que se pondrían en peligro la dolarización es, nada más y nada menos que Guillermo Lasso, con su pretensión de eliminar el Impuesto a la Salida de Divisas, la liberalización -como en 1992- del Banco Central, así como seguir permitiendo la fuga sucesiva de capitales a paraísos fiscales.

En 2021 como en 1999, vuelve a encontrarse en la contienda político electoral un modelo de Estado neoliberal, y la candidatura de un banquero. El mismo lucró de la miseria del pueblo en medio del feriado bancario, por medio de la compra y venta de bonos del Estado, al mismo Estado ecuatoriano con su empresa Andean Investments Ltd. La misma empresa contaba con un patrimonio de 1 millón USD en 1999, y en solo un año, multiplicó su capital a 31 millones USD, en el año 2000.

El mismo banquero, Guillermo Lasso -que podría ser el próximo presidente del país- declaraba este 2021, que una persona puede tener una vida “digna” con un “sueldo de unos 120 USD”. Totalmente desentendido de la pandemia y la precarización general de las condiciones de vida. El mismo Lasso, que llevó a sus hijos a la playa a descansar por dos semanas, pasando entrenando tenis todos cada día con instructor privado, en medio del feriado bancario, vuelve a demostrar despacio por el pueblo en uno de los momentos de mayor conmoción social del Ecuador.

Así mismo, es Lasso el que insiste que la economía ecuatoriana, “igual que una mujer, hay que vestirla bien” y “hacer ejercicio que implica mucho esfuerzo”, para que esta pueda “conseguir novio”. El “novio” en este contexto sería la inversión extranjera, la cual Lasso quiere atraer como quien pretende atraer a un lobo con un pedazo de carne, de la forma más patriarcal imaginable. En la cita anterior se evidencia que el actual candidato presidencial por la clase oligárquica tiene de feminista lo mismo que tiene de pueblo: absolutamente nada. El mismo banquero que evade impuestos con sus aproximadamente  50 empresas en paraísos fiscales pretende querer administrar un Estado, ciertamente como uno de sus múltiples negocios que se encuentran al margen de la ley.

No nos confundamos, Lasso indudablemente manejaría al país como a un banco: imponiendo sus intereses y los de su clase por encima de los del pueblo. Hasta este momento, todo chulco legal se manejaba con el acolitismo implícito de sucesivos gobiernos, los cuales permitieron que las élites banqueras se conviertan en el grupos de poder más influyentes del país, en conjunto con la clase importadora. Tras el contubernio entre rentismo, banca y gobierno, se conjuga un proyecto político que en esta ocasión intentaría alcanzar lo que ningún banquero ha conseguido antes: llegar a la presidencia de un Estado.

De ser este el caso, se consumaría de una vez por todas un gobierno de, por y para las élites oligárquicas, con su debida y genuina representación en el Ejecutivo. Esa presidencia significaría un número incontable de vidas sacrificadas por el fundamentalismo de mercado, en son de su propia glorificación: la penetración completa del libre mercado en todos los ámbitos públicos y privados. El gobierno de Lasso sería el tiro de gracia de la oligarquía contra el pueblo, para apropiarse de una vez por todas de la totalidad de los recursos y precarizar la vida en su totalidad.

La lucha de clases vuelve a abrir el camino de la contingencia, partiendo del panorama actual en cara a la segunda vuelta electoral del 11 de abril. Estas elecciones terminan siendo históricas, por que evidencian una pugna clasista, con el neoliberalismo como metarelato hegemónico, contra la amenaza del progresismo, y sus propios intereses de clase. Cualquier sujeto político que asuma que en esta pugna es entre “correísmo” y “anticorreísmo”, termina subestimando las implicaciones políticas de una manera potencialmente fatal. En los términos actuales, las fuerzas del feriado bancario vuelven a enfrentarse al pueblo.

Dentro de este contexto, Lasso es la punta de la lanza de una clase que no reparará en nada para evitar que se le ponga freno -por más mínimo que este sea- a sus privilegios por sobre el pueblo. Ningún voto nulo nos garantizará el tiempo y las condiciones suficientes para sobrevivir los próximos cuatro años. Frente a la segunda vuelta electoral, escogemos nuevamente entre el neoliberalismo o la vida.

 

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