Triunfó la banca y perdió el pueblo

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Lunes 12 de Abril de 2021

La victoria electoral del banquero Guillermo Lasso de este domingo 11 de abril, atestigua el más reciente triunfo del neoliberalismo por sobre la vida del pueblo en América Latina. Con la consolidación y perpetuación de la maquinaria de exterminio que ya cobró miles de vidas en el Ecuador en los últimos cuatro años, las élites burguesas y la oligarquía banquera vuelven a imponer sus intereses de clase en el marco político institucional.

Con la hegemonización del poder estatal a manos de las élites banqueras y los clanes políticos ultra conservadores, se consolida el primer gobierno de la banca desde el retorno a la democracia burguesa en 1980, además del primer gobierno abiertamente neoliberal desde Alfredo Palacio en el 2005. La política institucional parece retroceder en la historia, para situarnos en medio de los años 90as, cuando la maximización de los intereses ligados a la especulación bancaria primaban por sobre las políticas públicas proactivas. Para la generación que no parece tener memoria histórica de lo que significó el feriado bancario de 1999, esta bien podría ser una experiencia “en tiempo real” de todo lo que significa la doctrina del shock, descargada sin piedad y de forma frontal en contra de un pueblo que ha vivido las múltiples crisis del capitalismo, incluyendo la más reciente pandemia del Covid-19, en medio de una total indefensión y desamparo. 

Los sectores de la “izquierda” y la nueva derecha que se enunciaron y promovieron el nulo son cómplices explícitos del triunfo del neoliberalismo por sobre el pueblo. Entre estos figuran tanto movimientos hispanistas como El Otro Ecuador, como la burguesía organizada en torno al brazo político del Movimiento Indígena, Pachakutik. El último demostró ser el mejor aliado de la banca privada, alienándose de forma definitiva de sus bases sociales y del espíritu de Octubre de 2019. Probablemente, el bloque parlamentario de PK fragüe un pacto de consolidación legislativa que incluya a la Izquierda Democrática, con la cual ya se mantuvieron negociaciones a una semana de la segunda vuelta, para cogobernar con Creo y Suma y consolidar de forma definitiva la alianza anticorreísta ya existente antes de la segunda vuelta, esta vez en el plano parlamentario.

El correísmo termina siendo su propia cruz, responsable de sus propios errores, tareas pendientes y formas de hacer política. El progresismo tendrá que entrar en un profundo proceso de autocrítica, acerca de sus propias cobardías y miedos. Sin embargo, el sector más reprochable, es ese sector fransciscano, inmediatista y fúrico anticorreísta -cómo si fuese una identidad política respetable en lo más mínimo- de la ultra izquierda, conjuntamente con la militancia académica pequeñoburguesa de escritorio. El reproche es directo a quienes en plena consciencia de la posibilidad real de que la continuidad y profundización del neoliberalismo -con Lasso y el PSC-, eligieron votar nulo, para deslindarse de cualquier responsabilidad y mantener la pureza de sus corazones profundamente liberales. ¿Cómo pueden deslegitimar al máximo los procesos electorales, y al mismo tiempo creer que el nulo es la “resistencia”?

Sin embargo paradójicamente, el voto nulo es el que más deposita en la democracia burguesa, proponiendo por la vía electoral una “resistencia” legítima. Las urnas pasan a ser el momento de la “praxis revolucionaria” por excelencia.

Con la banca y los sectores más reaccionarios del poder político ecuatoriano en el Estado burgués, la maquinaria de exterminio llamada neoliberalismo se desatará con toda la violencia imaginable por sobre la vida del pueblo. La única y máxima expresión de poder, la propiedad privada, volverá a primar por sobre cualquier derecho individual y colectivo en territorio ecuatoriano. El Estado burgués le hará toda honra a su nombre, al defender a capa y espada el interés privado y el libre mercado frente a lo común y al sostén de la vida colectivo y solidario. La regresión de derechos se hará nuevamente, política de Estado, y los colectivos contrarios a la lógica de mercado serán exterminados o absorbidos por el libre mercado como orden estructurante del Estado burgués. Si es verdad que la democracia liberal siempre defendió los intereses de la burguesía, no existe nada más antipopular que un gobierno de la banca, máxima expresión del capitalismo monopolista.

Con el gobierno del banquero, será la primera vez desde el fascista León Febres Cordero que el Partido Social Cristiano vuelve al poder. Ante la posible y casi inminente vuelta triunfal por la puerta grande de la ex Ministra de Gobierno y responsable directa de violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos en Octubre de 2019, María Paula Romo, como eventual Contralora General del Estado, como lo soñaba en público el presidente electo, la persecución política se recrudecerá hasta niveles que no conocen precedentes históricos recientes en el país. Al mismo tiempo y con la perfecta instrumentalización de la indumentaria del supuesto “castro-chavismo”, el gobierno de Lasso bien podría volver a encontrar en lxs hermanxs migrantes sus chivos expiatorios, además del clásico comodín del correísmo, para legitimar sus desaciertos y su sed de venganza, en el mismo tono del nefasto gobierno saliente de Lenín Moreno.

Cómo movimientos sociales, nuestra primera tarea en elecciones, es evaluar históricamente con qué modelo de Estado –neoliberal o progresista- las condiciones de lucha son mejores, en qué realidad la vida se alivia, y cual nos da las mejores condiciones para resistir al capitalismo. Sin embargo, la cobardía de tener que tomar responsabilidad, aunque sea mínima, de una posible victoria de Arauz, les ha colocado ahora en una posición nunca antes vista en la historia del país. Esa “izquierda” que idealmente podría haberse decidido en las urnas por conformar un frente popular antineoliberal, como concesión con el progresismo, en respuesta a la responsabilidad histórica de detener el desmembramiento del Estado, los derechos y lo público, votó nulo de manera masiva.

Triunfaron el odio y la revancha, por encima del bien común, por encima de la política del cuidado, por encima de la defensa de lo colectivo, por encima de la memoria. En la emergencia de nuestra realidad nacional, el voto nulo no tiene un análisis histórico sustentado y definitivamente no es marxista. ¿Realmente justifica el costo social, humano y natural, la consigna de extremar las condiciones a un alto costo social, que mediar en las urnas? Parece que las tantas vidas que el Estado se ha llevado en los últimos 4 años, quedaron, o en el olvido, o en la indiferencia. O simplemente es privilegio de clase: saberse con la vida más o menos resuelta, con la panza llena, con el techo fijo, con el capital social suficiente para sostener sus estilos de vida, con el capital cultural suficiente para llamar a resistir en las calles, desde la comodidad de sus sillones.

Como pueblo, debemos prepararnos para lo que viene durante los próximos cuatro años. Frente al gobierno electo de Guillermo Lasso, el hasta dato “peor gobierno de la historia”, encabezado por Lenín Moreno, quedará en la insignificancia, comparado al abismo neoliberal que tendremos que enfrentar con el gobierno de la banca. Una deuda externa insostenible, la cual condicionará la totalidad de la política económica del Estado, además de una sucesiva y gradual fascistización de la sociedad en torno a la identidad política del anticorreísmo.

La crítica y el reproche más fuerte a los nulos termina siendo: la supuesta conciencia de clase que tienen, quedó en segundo plano con la excusa y el estatus pachamámico alternativoide de llamarse anticorreístas por sobre todas las cosas. A los nulos porque de esa gente, que se llama compañera, si se esperaría un mínimo de capacidad para reconocer el momento histórico, un mínimo de pensamiento crítico, un mínimo de intento de corresponsabilizarse por el futuro político-económico de todo un pueblo. A lxs Lassolover no se les reprocha nada, porque de ellxs no se espera nada, más que balas y precarización.

 

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