Por un 8M feminista y popular

A partir de cuestionar el privilegio clasista implícito en la futura movilización del 8M, los problemas y desafíos de los movimientos feministas, así como expone la necesidad de construir una agenda conjunta con las mujeres de todos los sectores en la cruzada contra el capital y el patriarcado.
Martes 5 de Marzo de 2019

Que no nos confundan los bombones ni las consignas de amor: El capitalismo patriarcal siempre tan hábil para cooptar nuestras luchas. Fueron mujeres organizadas y rebeldes las  obreras textiles que murieron en Estados Unidos bajo el poder de las llamas y el patriarcal capital. Y seremos mujeres organizadas y rebeldes las que ahora, prenderemos fuego a todo. Porque se va a caer, el patriarcado se va a caer. Pero no se va a caer solo, no se puede caer solo. El capitalismo y el patriarcado son sistemas que se sostienen y alimentan el uno al otro. Sin embargo, parecería que las movilizaciones feministas en el país han ido dejando de lado las demandas clasistas y por ende, a las mujeres que somos más, las obreras, las trabajadoras remuneradas del hogar, las trabajadoras no remuneradas del hogar, las trabajadoras informales,  las trabajadoras sexuales, las campesinas, es decir, las más empobrecidas por este sistema nefasto.

Si bien le llamamos paro o huelga  a las movilizaciones del 8M, creemos que será evidente que en las afueras del Ministerio de Trabajo, nos vamos a encontrar las mismas mujeres de siempre, que no se mal entienda, es maravilloso nuestro encuentro. Pero también es clase-mediero, es blanqueado y es burgués. Este manifiesto no pretende ser un ataque ni una diatriba a cómo se ha venido organizando el movimiento feminista en el Ecuador, sino una autocrítica de cuanto nos falta por caminar entre nosotras mismas, mujeres, cómo clase sexual y sexuada. Es angustiante pensar que llamamos a un paro, pero que no hemos trabajado el resto del año en consciencia y autoconsciencia para asegurarnos de que si nuestras compañeras obreras acuden al llamado de paro, no van a ser despedidas, no hemos trabajado para que nadie las cubra ese día, no hemos trabajado para dar una alternativa viable a las compañeras trabajadoras informales, para que acudan al paro.

Sí, nosotras paramos, pero paramos las que podemos parar. Paramos las que podemos parar porque de nuestro trabajo diario no depende ni nuestra vida ni la de los nuestros. Paramos porque tenemos el privilegio de parar. ¿Desde cuándo la huelga se convirtió en privilegio de unxs pocxs? ¿Cuándo dejó de ser la acción colectiva que más temía el capitalismo patriarcal?

Si bien las consignas van desde el derecho a un salario igualitario, el derecho a la seguridad social, hasta el tan importante ni una menos, nos está faltando la demanda estructural. Desde la perspectiva de esta demanda, el desafío mayor para los movimientos de mujeres y feministas en Ecuador, es lograr entender la lógica estructural clasista que nos oprime como mujeres  y que está claramente sosteniendo la acumulación del capital. Cómo la compañera Silvia Federici señala ampliamente, el trabajo no reconocido de las mujeres, es el que hizo posible la magnitud de la acumulación primitiva. Somos las encargadas de producir y reproducir la sociedad, y en ese sentido, podemos ser las encargadas de desarticularla hasta su colapso.

Ese trabajo de las mujeres, que se esconde como cuidado, como amor, como devoción, cómo entrega, perpetúa las desigualdades. La pobreza está claramente feminizada, las lógicas del patriarcado plantean a  nuestros cuerpos femeninos y feminizados, cómo nulos y desechables. Si bien las movilizaciones han sido masivas por temas desgarradores y que nos dolerán la vida entera como feminicidios y violaciones en manada. Es hora también de destruir las bases mismas del capitalismo patriarcal convocando y uniendo fuerzas con mujeres claseadas y racializadas. Los vínculos con mujeres organizadas en sindicatos son mínimos, las alianzas con mujeres indígenas tienden a ser paternalistas y exotizantes, y pocas veces se han topado los temas de vulnerabilidad de mujeres en tránsito  y migrantes, existen todavía moralinas que impiden reales alianzas con trabajadoras sexuales. Cómo si no fuésemos mujeres todas.

Pero que fácil suena. ¿Cómo combatimos la sensación de confort y el reconocimiento mínimo que se esconde detrás de esa rosa que no queremos que nos den? ¿Cómo hacemos que las mujeres populares se sientan convocadas y reconocidas dentro de las demandas feministas? Quién lo sepa, pronúnciese. Quizás las mujeres kurdas lo sepan mejor que nosotras, quizás las argentinas, quizás ninguna, pero es hora de ponernos a trabajar.

El gran desafío que tenemos como movimiento feminista, es dar ese paso de la consigna que reclama derecho a la vida, a una demanda que reclame el derecho a la vida digna, integral y multifacética. Un discurso que se enmarque en la lucha de clases, en la lucha por territorio. Los feminismos son una serie de las filosofías políticas que más interpelan al conjunto de la sociedad, porque se encarna en cuerpos doloridos, en cuerpos explotados, en cuerpos violados, en cuerpos asesinados. Y la demanda histórica que ahora nos convoca, es hacer de las mujeres, del feminismo, de los muchos feminismos, la revolución. Necesitamos un feminismo popular.

 

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