La izquierda que quieren los patrones

Editorial 072218

Si algo debe  unir a las y los ecuatorianos - según las autoridades del sector económico del gobierno -  es la esperanza de días mejores, como advirtiendo que los golpes al bolsillo del pueblo recién empiezan. Con sangre fría y amnesia selectiva, Richard Martínez nos pide que, como sociedad en su conjunto, hagamos un esfuerzo por volver a conquistar el corazón del empresariado privado, que hagamos sacrificios –como el perdón tributario-, y que en base a esta prueba de amor, ellos volverán.

Mientras tanto, la izquierda, acostumbrada a sus pequeños espacios de poder político concesionados por los empresarios, se reúne en Cuenca para revivir con tongo y pedantería un zombi setentero, que con el apodo de Frente Amplio, proyecta el mismo error histórico: no entiende sujeto  de transformación alguno más allá de su reflejo, pensándose siempre como una opción popular sin pueblo y, que a pesar de no tener legitimidad más allá de la que les profesan en sus círculos cerrados, se entiende como opción para el 2019, haciéndole el juego a la derecha electoral.

De esta manera, nos guste o no, y como parte del consenso post-correista, hemos entrado en un período de transición como país, teniendo ya los primeros, y “alentadores”, resultados de la gestión fiscal morenista: el empleo adecuado está disminuyendo, la precarización laboral avanza, mientras que la pobreza y extrema pobreza están en incremento.

Y aunque traten de justificar argumentando que es un fenómeno natural por el final del ciclo del modelo de Correa –lo que es mentira cuando nuevamente los precios de petróleo están en alza-, ya a más de un año de su salida, es claro ahora que estos indicadores son producto directo de las medidas tomadas por este gobierno, como la desvinculación de funcionarios públicos o la disminución del 50% en gasto de capital –las inversiones en obras- que en el anterior período dinamizaban la economía.

Ahora, a pesar de las acciones anti populares del gobierno, el silencio cómplice es lugar común de quienes plantean la justicia social. ¿Por qué la izquierda –con excepciones, claro- no dice nada sobre las 162.000 personas que dejaron de tener empleo adecuado, esto es, con salario mínimo con seguridad social y beneficios de ley?; o, ¿por qué no analizan que el mercado del trabajo informal se ha incrementado en 29.000 personas y la pobreza pasó del 21,5% a 24,5%, mientras que la pobreza extrema aumentó del 7,9% al 9%? ¿Qué los mantiene a raya?

Creemos que el silencio es un ejercicio activo de política al marcar la cancha de las contradicciones ideológicas frente a la necesidad real de articularse al poder. Y la izquierda parece encontrase muy cómoda. En esta coyuntura, su silencio es clave para que la narrativa y caracterización única del oficialismo naturalice la ideología neoliberal como paradigma exitoso de desarrollo a través de los medios de comunicación, planteando la necesidad de ajustes estructurales los que, finalmente, representan el coqueteo con el Fondo Monetario Internacional y su posible intervención crediticia.

Sin embargo, esto no durará mucho tiempo más y llegará el momento de definición alrededor de los nuevos temas que ya están siendo posicionados por el ministro Martínez: revisar los subsidios, achicar la masa salarial del sector público afectando la demanda agregada, articular con fuerza en el empresariado la proyección de la Ley de Fomento Productivo sosteniendo el caritativo perdón a la oligarquía malcriada que no paga impuestos, la flexibilización del mercado laboral privado que ya comenzó en negocio como bananeras y florícolas, el activo cabildeo para articularse al libre mercado a través de tratados y el ingreso de una misteriosa cartera de inversiones que bordea los 9000 millones de dólares, por nombrar algunos.

En todo este escenario, y aprovechando que un medio burgués como El Comercio pretende caracterizar la izquierda desde afuera planteando la existencia de cuatro tendencias de ésta, nosotros actualizamos el debate señalando que sostener posiciones a favor de la justicia social, una fraseología gastada y revestida de “revolucionarismo" o el jacobinismo trasnochado de vanguardia no hace a los esquiroles de la patronal de izquierda, sino agenciosos, y una cosa es hablar de los falsos partidos comunistas, y otra muy distinta pensar que Barrera o Romo son de la tendencia.

Vamos con seriedad entonces. El debate real, el que afecta al pueblo y su calidad de vida, está en torno a los temas que desde el ejecutivo marcan el tablero del ajuste estructural, y desde ahí es que nos reconocemos como izquierda, desde la contradicción de clase y con el sistema de dominación occidental heteronormado, no desde lo que un rotativo capitalino y ciertos políticos- con una mecanicidad colonial y patriarcal insufrible - pretenden caracterizar sobre un tema que a todas luces ignoran.

Lo concreto es que todas las izquierdas presentadas en la nota de El Comercio, de una forma u otra, son culpables del retorno neoliberal, tanto por acción como por omisión, y en este momento, ser de izquierda es estar con los intereses del pueblo y no servir de colchón para la prueba de amor que se dará a los empresarios.

 

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