COVID-19: Seremos infinitamente carne

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Lunes 16 de Marzo de 2020

En medio de la emergencia sanitaria mundial a causa de la propagación de COVID-19, -la cual ya se clasifica como pandemia- las medidas de prevención y control del Coronavirus modifican en términos sustanciales nuestros ámbitos de vida. Dentro de esta problemática, no todo el mundo puede quedarse en casa, y aun saliendo a buscarse la vida, sus condiciones de vida desmejorarían significativamente. Sumemos al miedo al pobre extranjero y ambulante, ahora el miedo al pobre sucio y sin acceso a la desinfección. Esto ya pasó una vez en Quito en el pasado reciente con los jugos de naranja exprimidos en las aceras, ¿recuerdan? El miedo parece apoderarse, no tan sigilosamente, de nuestra sociedad. ¿Qué pasará con tantas personas que no tienen el privilegio de acumular ni comida, peor alcohol y papel higiénico?

Al otro lado se encuentra una oleada de compradorxs embrutecidxs, desabasteciendo supermercados y farmacias, que mal o bien, representan el despertar de la consciencia de un montón de aniñadxs, que se dieron cuenta de que son vulnerables. Que en el barco del Coronavirus estamos todxs, y que puede ser cualquier cosa, pero si han de morir, han de morir con el culo reluciente.

Más allá de las incontables reservas acerca de la increíble sincronización del aparecimiento del virus COVID-19, con un estallido generalizado y sostenido a nivel mundial de revueltas populares anticapitalistas, las elecciones en EE.UU. y una crisis anunciada del capitalismo; la pandemia muy previamente anunciada por la OMS y celebrada con bombos y platillos por las grandes corporaciones farmacéuticas, parece recordarnos que somos todxs, finitamente cuerpos.

En esta problemática vuelve a insidir la desigualdad, el hecho de que no todos los cuerpos somos iguales. La clase, la raza, etnia, el género nos atraviesan el cuerpo de una manera, que, en tiempos de pandemia, adquiere dimensiones devastadoras. Quienes tienen la capacidad crediticia para desabastecer los supermercados y farmacias; quienes tienen la posibilidad de pagar un seguro privado que les permita no caer en las manos de la seguridad pública y sus grandes incapacidades; quienes tienen la posibilidad de quedarse en casa, porque otrxs producen para ellxs, porque tienen platica guardada, porque no viven al día; quienes tienen la posibilidad de sanitizarlo todo, de moverse solo en autos particulares; quienes tienen el privilegio de dejar de producir por un par de semanas, porque su vida no se precarizará, por que sus hijxs no se quedarán sin comer, porque sus servicios se seguirán pagando, y súmele usted toda desigualdad que se le termine por ocurrir.

¿Qué pasaría con todas aquellas personas que se van a quedar sin una atención oportuna y adecuada a la salud, tomando en cuenta que la reducción en inversión en salud a nivel mundial, ha disminuido paulatinamente bajo el guion neoliberal del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial? No se ha observado que las administraciones estatales en ningún país del mundo capitalista, hayan plantado mandato alguno que obligue a las entidades de salud privadas a solidarizarse y brindar sus servicios de manera pública y gratuita, dadas las condiciones de pandemia. Todo lo contrario: las primas de seguros, los costos de exámenes e implementos se han disparado en las últimas semanas.

La especulación no tardó en sumarse a la ecuación. Mientras compañeros y compañeras campesinas temen no poder sacar de sus tierras los productos, en los mercados y verdulerías los precios se disparan. Y es algo más que certero que la platica resultante de tal especulación no llegará a quienes trabajan la tierra. Mientras los Wright y Egas celebran, el resto nos preguntamos si vamos a llegar a fin de mes. Mientras unxs miran aliviadxs sus alacenas llenitas de papel higiénico y alcohol, otrxs contamos las papas que quedan debajo del lavabo de la cocina. Y ni hablar de las miles de personas que habitan en las calles.

El filósofo esloveno Slavoj Zizek escribía recientemente que esta pandemia -lamentable evidentemente- puede ser un llamado y despertar de consciencia para la población mundial en general. Según Zizek, el decrecimiento que se prevé, hará notable que el mercado no es sino la muerte misma, y que el capitalismo está a cinco pasos de caer desplomado al suelo, muerto para siempre. Ante tal eventualidad, tendremos que reorganizar la economía, ya no a merced de los mercados, sino de las personas. Y que tenemos que -si o si- notar las cosas buenas que nos deja la pandemia, como la reducción de emisiones de CO2, y uno que otro atisbo de solidaridad y formas colectivas de sostener la vida.

Los argumentos presentados por Zizek ante este desafío para la humanidad entera se prestan para replantear un comunismo articulado desde el y lo común y en desobediencia al Estado neoliberal, decadente y podrido. Sin embargo, un escenario en que este nuevo shock privatice aun más la vida y lo común -como sostiene Naomi Klein- parecería presentar un escenario más realista para un futuro inmediato. No tendemos al pesimismo, pero, a juzgar por lo observado en el Quito carita de dios y culito brillante, es que la mayoría de la sociedad internalizó -hasta el túetano- el individualismo neoliberal. No es que el Coronavirus no sea una alarma en sí misma, pero solo hasta que se sintió vulnerable en piel propia, la gente no se puso las pilas. ¿Acaso el cambio climático no mata a mucha mas gente que el COVID-19? Más que eso, ¿Acaso el patriarcado, el colonialismo, el capitalismo no matan a mucha más gente a diario y en peores condiciones? Lo que pasa es que todo esto no les pasa por el cuerpo.

Finalmente el escenario actual no parece indicar un inició del fin del capitalismo, sino más bien su refortalecimiento. Ahora bien, claro que ninguna oportunidad es poca para socializar, sentir y pensar distinto y en resistencia. A cooperarnos y solidarizarnos, a dejar de acaparar, a dejar de tenernos miedo, a proteger a lxs mas vulnerables, a acoger y sostener la vida de lxs otrxs. Las pandemias, a parte de ser oportunidades para la especulación, también lo son para lo común.

 

Fuente fotográfica:

www.metroecuador.com.ec

 

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