Cambio climático: Se nos acaba el tiempo

Cuesta creer que el verdadero desarrollo es frenar, e ir hacia atrás. Cuesta asumir que algunas prácticas comunitarias podrían ser soluciones a este problema de talla planetaria. Y personalmente, parece que cuando lleguemos a asumirlo en el discurso, se necesitará aún más tiempo para llevarlo a la práctica.
Jueves 7 de Marzo de 2019

El cambio climático representa  una realidad aterradora. Existe un comité científico internacional, que trabaja a diario para aportar las pruebas necesarias para comprobar que nuestros modos de vida nos están condenando a un desastre climático inevitable. En consenso, la mayoría de los científicos que aceptan el cambio climático, expresan la necesidad de mantener la temperatura global por debajo de los 2ºC respecto a los niveles preindustriales; caso contrario, los efectos que puedan producirse causarán pérdidas cada vez más extremas sobre las poblaciones vulnerables. 

En 2018 Steffen, et.al. publicaron artículo titulado Trajectories of the Earth System in the Anthropocene, donde exponen proyecciones realmente alarmantes acerca de lo que ocurriría en el planeta en las próximas dos décadas. Se refieren a una trayectoria inusual del planeta Tierra al que llaman “Hothouse Earth”, la cual se alcanzará si se mantienen los sistemas de producción industriales y extractivistas actuales. Mencionan que, al momento de iniciar esta trayectoria, resultaría imposible dar marcha atrás. Concluyen con la necesidad de replantear nuestros modos de vida, así como las decisiones que se toman por el futuro del planeta, por lo que instan a tomar medidas urgentes de mitigación y adaptación.

Así como aquel, existen cientos de artículos que advierten una situación de no retorno para los efectos del cambio climático, siendo esta una batalla cada vez más difícil de ganar. Entre estos se encuentran temperaturas extremas, la pérdida de hábitats de especies, la proliferación de tierras áridas, una extinción masiva de especies, etc. Se avecina además, una sexta extinción masiva en la historia del planeta, y esta vez no es causada por un meteorito o por catástrofes naturales, sino por los mismos seres humanos.

Lamentablemente esto no es un tema importante para los políticos ni relevante para los medios. Ni siquiera es considerado ser cierto para muchos empresarios que quieren seguir sangrando al planeta en un afán de ganancia. Preocupados por mantener su nivel económico, estos han financiado “magníficas ideas tecnológicas” que, para ser sinceros, son peor que la propia enfermedad que pretenden tratar. Basados en la geoingeniería, hay planes bastante serios de “oscurecer el cielo” o “fertilizar el mar” tratando sistemas terrestres o marinos como si estos fueran el patio de su casa o sus laboratorios personales. No tienen ni un ápice de consideración respecto a todo lo que involucra modificar complejos sistemas naturales, con tal de no detener el mal llamado “desarrollo”.

Cuesta creer que el verdadero desarrollo es frenar, e ir hacia atrás. Cuesta asumir que algunas prácticas comunitarias podrían ser soluciones a este problema de talla planetaria. Y personalmente, parece que cuando lleguemos a asumirlo en el discurso, se necesitará aún más tiempo para llevarlo a la práctica.

Pero llevar las palabras a las acciones es lo que los movimientos sociales han hecho por años. Greta Thunberg o Jane Goodall son solo 2 ejemplos actuales, habiendo un sinnúmero de personas que han dejado de lado el conformismo y el egoísmo de sus luchas por intereses propios y llevan una lucha que debería ser de todos, en el plano cotidiano.

Existe una consciencia de que la acción más significativa consiste en dejar de explotar petróleo, gas y carbón. Pero esto no sucederá por un plumazo diplomático, ni aún menos por voluntad de los empresarios. Tampoco las acciones cotidianas por si solas salvarán al planeta. Pero cabe recalcar que ¡algo tenemos que hacer, y urgentemente!

Se aprovecha esta ocasión para tratar de impulsar algunas buenas iniciativas de los proyectos locales de des-desarrollo. Lo mejor de todo es tener la oportunidad de basar estos ejemplos en mujeres, amigas y activistas que gozan de mi admiración y respeto personal, como Sandy Espinoza, con su proyecto de Jardines amigables o Lucy Salazar con “ReciVeci”. Las dos ideas forman parte del programa Woman4Climate. A todas las activistas veganas, Zero Waste, a las ChildFree, a las fincas agroecológicas, a los huertos urbanos, a las ciclistas, a las científicas en general, a todas las personas que hacen “algo”: Estas iniciativas merecen un MUCHAS GRACIAS, avisorando un futuro en el que las mujeres y colectivos iremos por más. Esta lucha por la coherencia es una de las más difíciles, sirviendo su resultado como ejemplo y siendo pilar fundamental de un nuevo enfoque educacional con mayor responsabilidad de consciencia, responsabilidad y ética.

Si bien la autora se reserva una opinión más bien pesimista respecto al tiempo, se comparte la creencia de la vitalidad de mantener la resistencia por la naturaleza. Citando a Alice Walker, es importante saber que “el activismo es el precio que pago por vivir en este planeta” porque de verdad no me asusta morir luchando, pero si me aterra vivir viendo como una especie se extingue cada 20 minutos y que a nadie más le importe.

 

Bibliografía:

Steffen, Will & Rockström, Johan & Richardson, Katherine & M. Lenton, Timothy & Folke, Carl & Liverman, Diana & Summerhayes, C & Barnosky, Anthony & Cornell, Sarah & Crucifix, Michel & Donges, Jonathan & Fetzer, Ingo & Lade, Steven & Scheffer, Marten & Winkelmann, Ricarda & Joachim Schellnhuber, Hans. (2018). Trajectories of the Earth System in the Anthropocene. Proceedings of the National Academy of Sciences. 115. 201810141. 10.1073/pnas.1810141115.

McGlade Christophe & Ekins Paul (2015). The geographical distribution of fossil fuels unused when limiting global warming to 2ºC. Nature. doi:10.1038/nature14016

Brotons Jordi (2015). Geoingeniería y modificación del clima. Revista El Ecologista No. 85. Obtenido desde: https://www.ecologistasenaccion.org/?p=30328.