Ecuador en disputa: tiempos de claroscuro

jf
Viernes 5 de Febrero de 2021

"Cuando la dictadura económica se injerta en la democracia electoral
representativa, surge en ésta, como resultado, un brote tóxico de fundamentalismo religioso y de extremismo derechista. Por consiguiente, la
globalización empresarial no sólo conduce a la muerte de la democracia,
sino también a una democracia de la muerte, en la que la exclusión, el odio y el miedo se convierten en los medios políticos para movilizar votos y poder". Vandana Shiva

A tan solo dos días de los comicios presidenciales y parlamentarios, se vislumbran varios escenarios posibles. Detrás de la contienda electoral, tanto a nivel nacional como regional, se encuentran en disputa los grandes grupos económicos ligados al poder financiero continental, con sede en Washington; o un retorno parcial de los progresismos en el continente. Con la reinstauración de la democracia en Bolivia, mediante la contundente victoria de Luis Arce, y los gobiernos progresistas de Fernández y López Obrador, la ultraderecha latinoamericana teme, la reconstitución de un “bloque” o ala progresista en la región como durante la primera década de los dos mil. No cabe duda de que un Estado moderno, ínfimamente menos violento, no le conviene en lo más mínimo a las élites burguesas. En contraste a un Estado neoliberal, el Estado moderno progresista, resta su poder y privilegio de clase, tanto en lo económico como en lo político-ideológico, afectando de manera directa sus intereses de clase.

La maquinaria de muerte y precarización impuesta por el neoliberalismo -sobre las vidas del pueblo y la naturaleza- encuentra un desafío ante las corrientes y procesos políticos que pretenden antagonizar su hegemonía ideológica y práctica en el continente. Dentro de esta constelación, los comicios del próximo domingo representan el capítulo más reciente de la materialización de la lucha de clases, teniendo como espacio de disputa, la política institucional en torno al Estado burgués ecuatoriano.

En medio de una exacerbación del antagonismo de clase, las posiciones ideológicas de cada lado en contienda, vuelven a intentar generar sus propios sentidos y versiones de realidad. Desde la ultraderecha, los discursos respecto al proceso de brutal re-acumulación originaria, desencadenado por la pandemia del Covid-19 y su manejo institucional, evidencian de qué lado de la historia se encuentran, y a que intereses representan. Ante una posible pérdida de su hegemonía en las urnas, la oligarquía vuelve a desencadenar su arsenal discursivo-ideológico en contra de todo proceso que considera contrario a sus intereses. Este arsenal incluye tildar a un neoliberal confeso como Joe Biden, de “comunista”, hasta el falaz análisis de que cualquier proceso progresista “nos convertiría en Venezuela”. Un desconocimiento completo de conceptos y la imposibilidad de réplica de cualquier proceso histórico. El fantasma del “castro-chavismo” es invocado repetidamente por las élites de poder económico y político latinoamericanas. No nos equivoquemos: la oligarquía y la burguesía son los elementos más reaccionarios de la sociedad de clases que perpetúa el capitalismo.

"El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos". Antonio Gramsci

Los procesos sociales, políticos y electorales como el del domingo 7 febrero, vislumbran un claroscuro, un momento histórico que se muestra como contingente en el escenario político. Esta contingencia se traduce en la multiplicidad de escenarios posibles como resultado de un proceso indefinido -en un principio-, que permitirá establecer la hegemonía de una clase o un proyecto determinado. En este claroscuro, el lado claro se perfila como la posibilidad de la articulación de las fuerzas populares para su movilización a un proceso de creación de poder popular, resistentes al capitalismo patriarcal, colonial, y especista. En cambio, el oscuro se perfila como la posibilidad real de cuatro años más del neoliberalismo más agresivo y frontal, desatado en contra de la vida del pueblo. Esto se materializa mediante la maquinaria de exterminio del neoliberalismo, el capitalismo salvaje, y sus fieles representantes de clase.

El Covid-19 también se presenta como un claroscuro. Desde su irrupción en el panorama mundial, la pandemia como momento histórico y elemento característico de las crisis múltiples del capitalismo, se evidencia tan solo como el más reciente de los procesos de una re-acumulación originaria. En este proceso, las élites económicas ligadas a las tecnologías de la información y las finanzas, multiplican su plusvalía; y la precarización y la muerte se diseminan entre las clases populares. Los grupos de poder ligados a la burguesía, como en absolutamente todas las crisis sistémicas y estructurales hasta la actualidad, aprovechan el claroscuro como momento, para acumular y maximizar sus patrimonios privados. El capitalismo manifiesta sus momentos de reproducción justamente en periodos de crisis, que le son inherentes y por lo tanto sistémicos.

Las mismas élites aprovechan las crisis, para una re-acumulación que termina perpetuando y reproduciendo el sistema capitalista. Las subsecuentes privatizaciones parciales y absolutas de los sistemas de salud alrededor del mundo, han posibilitado que la empresa privada explote de lleno en la producción de vacunas, medicamentos e indumentaria médica de todo tipo, mascarillas, guantes quirúrgicos, desinfectantes clínicos y trajes de bioseguridad, beneficiando únicamente al sector privado. Otra industria que ha sabido aprovechar el momento, es la logística en torno a los pedidos a domicilio y las tele-entregas, encareciendo el acceso a los bienes y servicios, y precarizando su mano de obra. En definitiva, las élites han multiplicado su patrimonio respecto al año 2020 en amplios márgenes y a costa de la vida de un gran número de vidas, en una suerte de ritual de sacrificio al dios mercado, para la perpetuación del capitalismo.

Por su parte, el imperialismo impuesto por EE.UU., hace mucho que se encuentra en contubernio con la oligarquía ecuatoriana y regional, por medio de instituciones crediticias internacionales, agencias de inteligencia y sus fieles representantes locales. El presidente saliente, bien puede ser considerado el lacayo más obediente del Departamento de Estado yanqui y sus múltiples bancos, como el FMI, el Banco Mundial y el BID. El mayor logro de Moreno, además de la implementación a cabalidad de todas las recetas neoliberales, es haber posibilitado la acumulación de una deuda externa exuberante e insostenible mayor al 60% del PIB ecuatoriano, la cual ronda los 70.000 millones USD. Estos cuatro años de mal gobierno, corresponden al festín más grande de las élites burguesas desde el feriado bancario nacional, y al mayor desde la Gran Recesión de 1929 a nivel global.

La disputa por el poder político del Estado, requiere que el análisis de la izquierda revolucionaria, se centre en torno a las posibilidades de construcción de proyectos políticos que materialicen el poder popular. Frente a la maquinaria de muerte del capitalismo, el sostén comunitario y cuidadoso de la vida digna y colectiva, a través de la organización popular, es la primera respuesta en rechazo a un sistema que nos prefiere muertxs, que “improductivxs”. En este sentido, las condiciones de lucha en las calles, son el espacio de disputa que nos jugamos en las elecciones de este domingo, no al Estado burgués como posible ente transformador.

Ilustración: Apxel

 

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