Daniel Noboa: un digno hijo de su clase

babyalbi
Miércoles 23 de Agosto de 2023

Nos encontramos frente a la segunda fase del proceso de la pantomima electoral denominada democracia, al encontrarnos entre elegir a un modelo rancio y desgastado, que solo promete la vuelta de su Gran Ausente, o el traspaso tradicional de las élites empresariales, hacia un segundo intento del plan fallido del todavía banquero presidente, Guillermo Lasso. Mientras el voto joven parece inclinarse a favor del hijo del eterno candidato a la presidencia, el magnate Álvaro Noboa, poco o nada parece conocerse sobre la rica y nutrida historia del Daniel Noboa, empresario -hijo y nieto de empresarios- y probablemente próximo presidente del Ecuador. En el caso de que llegase a la presidencia como resultado de las primeras elecciones adelantadas en el Ecuador, este país terminaría por consagrarse como una verdadera república bananera.

En el sistema capitalista, las grandes fortunas suelen ser heredadas, como es el 85% de los casos en  EE.UU. Igualmente, la fortuna amasada por el magnate bananero Luis Noboa Naranjo -abuelo de Daniel Noboa- asciendía a USD 1.200 millones. Como “corresponde”, tanto Álvaro Noboa como su hermana Isabel, heredaron su fortuna, y pertenecen a las personas más ricas del Ecuador, todo -como siempre- a costa de la clase trabajadora. El Grupo Noboa tiene más de 120 empresas bajo su dominio. En la actualidad y como todo buen grupo empresarial, el Grupo Noboa adeuda alrededor de USD 170 millones en obligaciones tributarias al SRI. En total, el Estado burgués perdonó a toda su clase dirigente USD 5.500 millones en exenciones tributarias tan solo en 2022.

Por supuesto que Noboa pretende invocar el mito predilecto de los empresarios de las periferias, la tan afamada Inversión Extranjera Directa -IED-. Cuando Lasso prometía una atracción de USD 5.000 millones en dicha inversión, durante cada uno de los años de su gobierno, la IED cayó en alrededor del 20%-30%, llegando a mínimos históricos inferiores a USD 500 millones. Sin embargo, tanto el empresariado -Noboa- como el progresismo -González- sostienen la propuesta de implementar Zonas Francas o maquilas, como medida de generación de empleo y atracción de inversiones. En este sentido la rueda perpetua de la dependencia y la periferia capitalista, terminaran por aplastar al pueblo, venga de donde venga.

La familia o el Grupo Noboa -como parece autodenominarse uno de los clanes empresariales más poderosos del país- se fundó en el sistema de hacienda imperante en el Ecuador del siglo pasado. En los años 1940s, la familia Noboa aprovechó el boom del banano, para acumular extensas fortunas, construidas a base de la más cruenta explotación a la clase trabajadora. De tal manera se constituye la fortuna de Álvaro Noboa -padre y mentor político del candidato a presidente-, mismo que enfrenta un sinnúmero de demandas por explotación laboral, incluyendo trabajo infantil en el sistema de hacienda que sostiene en la costa ecuatoriana, desembocando en el embargo y restitución a sus trabajadores de la hacienda La Clementina.

El Grupo Noboa -como todo grupo de poder económico- se diversificó a una infinidad de ramas económicas e industriales. Una de las más lucrativas reside en el sector inmobiliario -mismo que se presta como sector privilegiado para el lavado de activos-. El Grupo Noboa se encuentra involucrado en la inmensa mayoría de proyectos inmobiliarios de “alta gama”, como en el Puerto Santa Ana en Guayaquil, en el cual el Grupo Nobis -constructora PRONOBIS- construirá el primer rascacielos del Ecuador. Este grupo económico se encuentra también involucrado en la expansión inmobiliaria en las Islas Galápagos -desde el año 2015-, encargados de la edificación de hoteles de lujo, con un impacto incalculable en los ecosistemas locales. Parecería que llamar a votas SÍ por el Yasuní y el Chocó Andino no pasan de ser una buena estrategia electoral para Daniel Noboa, así como su posición misógina frente a las mujeres, teniendo varias y variadas denuncias a su haber.  

No cabe duda de que la tan admirable y fructuosa fortuna del Grupo Noboa, representa el nacimiento y la continuación de la misma sociedad feudal, que sostiene la expansión de la explotación en la Costa ecuatoriana desde hace más de 250 años. Grupo Noboa atenta abiertamente contra los derechos de los trabajadores, la no explotación del trabajo infantil, además del derecho a la vida misma, con sus engranajes de fábricas de frutas y hortalizas a nivel nacional. No nos confundamos: a la clase empresarial le importa únicamente su propia ganancia, sin importarle en lo más mínimo la vida del pueblo o el futuro del país.

Por su lado, el progresismo disfrazado de contrincante político, le hace el juego únicamente a su clase -la dominante, la de los ricos, la empresarial, estractivista y banquera- al representar un proyecto político caído abiertamente en la decadencia, siendo acólito a la derecha y facilitando -una vez más- su ascenso. Sin considerar en lo más mínimo las vidas que se continuará llevando el libre mercado, son funcionales a exacerbar las condiciones de explotación del sistema capitalista, además de resultar serviles a sus causas. Los progresismos traicionan las luchas históricas de la clase trabajadora, destruyendo toda premisa de la izquierda -del marxismo-, al tener la cobardía de proponer como único horizonte posible la burda conciliación entre clases, perpetuando así las lógicas de dominación inherentes al capitalismo. La historia lxs juzgará como lo hizo con la socialdemocracia en los años 20s y 30s en Europa, misma que fungió de espectadora mientras el fascismo se devoraba al viejo continente. Tanto como en América y sobre todo África, los tambores de la guerra vuelven a entonarse, para servir de sacrificios humanos en nombre de la incontenible sed de acumulación de la clase capitalista. Al contrario de los preceptos espurias de la progresía, el capitalismo no es reformable, ni domable, ni mucho menos humanizable: tiene que ser desechado y superado por la clase trabajadora organizada, por el Poder Popular. Quien no es parte de la solución, termina siendo parte del problema.

El verdadero legado histórico de uno de los más pérfidos personajes en la historia republicana del Ecuador, el banquero del Feriado Bancario y presidente a medias, Guillermo Lasso, es haber inaugurado formalmente el Narcoestado en el Ecuador. El legado histórico de su sucesor, ciertamente será el fortalecer las estructuras sin las que los ricos en este país no pueden vivir: el crimen organizado enquistado en el Estado. Así de agridulce es la historia de este cuento llamado capitalismo, que únicamente beneficia a lxs que se apropian, explotan y subyugan, a la clase que realmente crea la riqueza en este país y el mundo: las y los trabajadores.

Por más que la maquinaria comunicacional de campaña electoral intente posicionar a Daniel Noboa como un personaje renovado, el hedor de su clase le acompaña. El proyecto neoliberal continua a como dé lugar: privatización de pensiones y sistema de salud, además de energía y recursos estratégicos, se profundizarán de la manera más violenta, ampliando la explotación de recursos primarios, a pesar de las más bienintencionadas consultas populares que se puedan plantear. A esto se suma la actuación en territorio de las fuerzas represivas del Estado, y el crimen organizado a su servicio.

En definitiva, quién asuma la presidencia y lo que resta del gobierno de turno hasta 2025, termina siendo irrelevante para la realidad social del Ecuador. El Narcoestado -de la mano de la que venga- únicamente se profundizará, frente a un proyecto de exterminio llamado seguridad interna o Plan Ecuador, con el mandato explícito del decadente imperio yanqui. Por su parte, una radicalización de la contradicción inherente entre capital y trabajo parece inevitable. Frente a la crisis estructural y la pretensión de reconstruir la hegemonía de clase bajo la figura de Daniel Noboa, la pantomima burguesa parece desvanecerse cada vez más frente a la clase trabajadora. En tiempos de un renovado embate de la clase empresarial, la organización de clase se vuelve fundamental y constitutiva de las estructuras que sostendrán el Poder Popular.

 

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