El Estado neoliberal y las perversiones del capitalismo (II)

acab
Martes 31 de Agosto de 2021

Cómo versaba la primera parte de este artículo, las perversidades económicas y sociales en el Estado neoliberal se profundizan y se diversifican, mediante los mecanismos de exclusión del Estado burgués. En cuanto a los mecanismos específicos sobre los cuerpos de las mujeres y cuerpos feminizados, tenemos a la división sexual del trabajo como elemento fundamental para el análisis.

En la primera división sexual del trabajo, a las mujeres se nos negó la posibilidad de acceder al trabajo asalariado -o si accedíamos-, a no ser dignas de tener las mismas condiciones laborales que los hombres. En algunos espacios laborales de la primera revolución industrial, se abrían vacantes solo para mujeres y niñxs, porque la hora de trabajo era mucho más barata. Hay que especificar que no se excluyó a todas las mujeres del mundo laboral; las mujeres de clases populares siempre tuvieron que aportar en el sostén del hogar, además de ejercer las labores de cuidado casi por completo. Cuando las hijas eran suficientemente grandes, también asumían las labores de cuidado, y tanto hijos varones como mujeres tenían que aportar con sus salarios.

En cuanto a las labores de cuidado, la apropiación del trabajo de las mujeres -no reconocido con salario ni socialmente-, permitió la acumulación primitiva del capitalismo. La precondición para que un obrero varón pueda acudir a la fábrica, un peón a la parcela, o a donde sea que se encuentre su lugar de trabajo asalariado, es que tenga más o menos resueltas sus condiciones materiales, a costa del trabajo de cuidado de las mujeres: que haya tenido un plato de comida listo, ropa limpia, cama hecha, esté satisfecho sexualmente, tenga quien cuide de sus hijxs, enfermxs y ancianxs; además de garantizar un flujo interminable de nuevos miembros del ejército de trabajadorxs de reserva. Precisamente ese es el mecanismo de apropiación del trabajo de las mujeres, no solo en el pago inferior y con menores garantías, sino la posibilidad de explotación del obrero varón.

Como todos los mecanismos de cosificación-opresión-explotación, la división sexual del trabajo no fue impuesta de manera pacífica, sino más bien de forma extremadamente violenta. La cacería de brujas -la persecución a mujeres- tuvo como objetivo final la domesticación por medio de la violencia extrema en contra de las mujeres. Se nos expropió el conocimiento, el control reproductivo de nuestros cuerpos y de nuestras formas de organización, consolidando así al patriarcado como un sistema represivo servil al capitalismo, y viceversa. La cacería de brujas, ejecutada sobre todo desde la inquisición, es una perversión fundacional del capitalismo. La división sexual del trabajo en ese sentido tiene dos aristas pérfidas.

La primera es la posibilidad que le dio a la acumulación primitiva para ser tan potente como fue; y una segunda, es un impedimento radical a la autodeterminación de las mujeres. “Los cuerpos de las mujeres han constituido los principales objetivos -lugares privilegiados- para el despliegue de las técnicas de poder y de las relaciones de poder” (Federici 2010, 27). La división sexual del trabajo sigue siendo la división de clase fundamental, reproduciendo las jerarquías sexuales en las que se basa el desarrollo de los mecanismos específicos para la explotación-cosificación-opresión de las mujeres y los cuerpos feminizados.

La naturalización de las desigualdades parte de la lógica en que tanto la raza, la clase, el género y la especie, son dispositivos de exclusión para legitimar la desigualdad. Las intersecciones de clase, género, raza y especie -por nombrar las más obvias-, develan la base ideológica con que se sostienen los mecanismo de naturalización de las desigualdades, así como reproduce la sociedad de clases y jerarquías. En la lógica de perversión como “el orden que anula a le otrx”, los mecanismos de exclusión del capitalismo-patriarcal-colonial-especista se aplican de forma específica sobre los cuerpos femeninos y feminizados. Esa exclusión se convierte en un habitar la sociedad desde el exilio permanente. Pero ¿Qué es el exilio? ¿Qué tipo de exilio habitamos las mujeres y los cuerpos feminizados? ¿Es un tipo de exilio la precariedad?

Exilio entendido como ese espacio de no-habitar o habitar a medias. De habitar sin pertenecer, o de pertenecer sin permiso. El exilio como la existencia marginal a la completud que habitan las clases dominantes. Habitar la precariedad que la articulación capitalismo-patriarcado-colonialismo-especismo impone sobre nuestros cuerpos: dolor, rabia, miedo, angustia, dependencia y muerte. El habitar a medias y sin permiso una sociedad construida para la exclusión de lxs otrxs no deseadxs, de lxs subalternxs, materializa la perversidad económica y social del capitalismo en general, y específicamente del neoliberalismo.

Volviendo al momento histórico del neoliberalismo, en el que el Estado de bienestar es desmantelado sistemáticamente y los mecanismos de exclusión se profundizan. Existen al menos tres aspectos alarmantes que responden al orden patriarcal de jerarquización sexual, entrelazado con el capitalismo y el colonialismo. Estos son la violencia explícita, el acceso al trabajo y el acceso a la salud integral. En esta nueva etapa del capitalismo, la apropiación del trabajo de las mujeres y cuerpos feminizados por parte del gran capital se reformula, precarizando aún más nuestras vidas.

Frente a las perversiones económicas y sociales del Estado neoliberal, desde nuestras trincheras: el comunismo y el feminismo popular, militamos por el reconocimiento del trabajo de cuidado -del cuidado-, como única posibilidad para continuar la vida, y su comprensión como base fundamental para los mundos mejores posibles. Es nuestra labor ideológica antipatriarcal, anticapitalista, antifascista, anticolonial y antiespecista, desnaturalizar la división sexual del trabajo y su papel en la acumulación capitalista y la perpetuación del sistema de clases y jerarquías sociales.

 

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