La amenaza antisemita y la defensa del pueblo palestino (Parte II)

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Miércoles 29 de Enero de 2020

Los términos iniciales del debate: la lucha contra el antisemitismo y la defensa de Palestina


Por mucho que existan vínculos entre América Latina con el Oriente Medio, el arabismo y, por qué no, el mundo islámico, la trayectoria política e intelectual del apoyo solidario en el continente tiene diferencias marcadas. Somos solidarios con una causa alejada de nuestras sociedades y de la que en general entendemos poco. Citando a Edward Said, uno debe temer al orientalismo incluso cuando existe en su negación. En otras palabras, es tan perjudicial ver la región como exótica o excéntrica, como lo es también ignorar las formaciones sociales concretas y la vida en sociedad que se desarrollan allí, con todos sus males y conflictos de intereses. Por eso de extrema importancia conocer a fondo las relaciones de poder en el mundo árabe, los sistemas de gobierno, las estructuras de dominación, los papeles sociales y, dentro de todo eso, la lucha de clases, la lucha de los pueblos y la presencia constante de los imperios occidentales -como por ejemplo las cruzadas anglosajonas y ruso-bizantinas-.

Es necesario reconocer que nuestra obra intelectual se escribe siempre en clave del oeste periférico. Teniendo un trasfondo político occidental -en el socialismo post-ilustración todavía en la 1ª Internacional- y una base libertaria, la persecución de las comunidades judías europeas en diferentes períodos históricos se ha desarrollado siempre como una constante. Por lo tanto, creo que se necesita una garantía para la gente de ascendencia y fe judía. En este sentido, estoy de acuerdo con lo que se ha afirmado -en términos generales- por el muy respetado historiador, Ilan Pappé. Ninguna forma de antisemitismo es tolerable -ni siendo europeo, ni contra las poblaciones judías, ni contra las culturas árabes- pero considero necesario una especie de territorio y santuario para la comunidad judía. Resulta imposible tolerar ninguna idea supremacista.


La lucha contra los que persiguen al pueblo judío no puede implicar bajo ninguna circunstancia ningún nivel de complacencia o relativismo contra la deportación, la desterritorialización, la ocupación militar y la limpieza étnica en Palestina. Como es de conocimiento general -incluso en la década de 1920- la dirección árabe-palestina llegó a considerar un Estado binacional, un hecho ignorado de manera solemne por Ben Gurión y sus acólitos. Es de conocimiento general el resultado de esta corriente política, la cual entabló primero una alianza con el imperialismo inglés, después con los EE.UU. y la Unión Soviética, para volver a aliarse con Inglaterra y Francia en 1956 y recibió nuevamente el apoyo incondicional de los EE.UU. Insisto: el rechazo al antisemitismo nunca implica que los términos de la fundación del Estado de Israel -la Nakba- parezcan aceptables, y mucho menos sobre la base de la limpieza étnica anterior y los tipos de ocupación que se llevaron a cabo después de 1948.


Es importante enfatizar lo obvio. En cumplimiento del deber, vengo de una tradición en la que no se considera cualquier forma de diálogo con el antisemitismo. La lucha contra la excrecencia no puede ser cómplice de la deshumanización del pueblo palestino. Esta necesidad histórica -la lucha frontal contra la extrema derecha- sólo adquiere legitimidad si en Oriente Medio, estos colectivos y organizaciones promueven la igualdad de derechos con el pueblo árabe-palestino. En resumen: la lucha contra el antisemitismo no se puede adjudicar a un movimiento y menos aún el sello de ser antisemita y se encuentra en yuxtaposoción a los partidarios de la Ocupación de Cisjordania y el asedio de Gaza. Por otra parte, es urgente no reproducir el mito de "Israel como bastión de las ideas más avanzadas" en el Medio Oriente, porque el costo y el peso de esta sociedad capitalista liberal es la dominación de millones de árabes.
En números aproximados, vivían unos siete millones de árabes sólo dentro de las fronteras de Israel en 1948 – de los cuales casi dos millones de palestinos que Tel Aviv insiste en llamar "árabe-israelíes"-, Cisjordania -tres millones- y Gaza -dos millones-. Entonces, ¿en qué consiste este supuesto "plan estratégico" de Israel para siete millones de personas, además de los seis millones de refugiados que se originaron en la Nakba? ¿Esta estrategia pretende aniquilar estos territorios o acaso colapsar las condiciones sanitarias mínimas? ¿Condenar al hambre y a la inanición de los habitantes de Gaza? ¿Anexar - de hecho - toda Cisjordania, pasando por alto el derecho internacional? ¿Comprar "tierras en el Estado Hachemita de Jordania y transferir a ellas cientas de miles de familias? ¿Cuál es la solución al incumplimiento de los Acuerdos de Oslo?


La posición es tan simple como dramática: luchar en contra del antisemitismo en el mundo y defender la causa de la liberación de Palestina. No hay término medio, como nos recuerda John Mearshemier, célebre politólogo realista y coautor con Stephen Walt del clásico libro The Israel Lobby and US Foreign Policy. O se supera el Apartheid, o Israel intercambia la paz por la tierra y el agua y restablece las condiciones concretas para 2 pueblos y 2 Estados. Esto implicaría, por ejemplo, la retirada total de los colonos y los asentamientos de la Ribera Occidental, la distribución equitativa de todos los recursos hídricos, el establecimiento de un puerto en Gaza -sin bloqueo naval- y un aeropuerto en la Ribera Occidental, más allá de las fronteras abiertas y controladas por los palestinos tanto con Jordania como con Egipto. Esta es una opción factible, o el establecimiento de un Estado conjunto -post-apartheid- como en Sudáfrica después de 1994. Israel tiene que devolver el Golán a Siria y detener todos los ataques preventivos de cualquier tipo al Líbano y Siria. Estas garantías representarían el mínimo absoluto en un escenario de materialización de un acuerdo.


Sin debatir lo concreto, la temática referente al antisemitismo pasa a conviertirse en una guerra de inteligencia comunicacional y cibernética por el control de la narrativa. Este desarrollo interesa a los que no quieren luchar contra el ascenso de la extrema derecha en el Occidente y mucho menos avanzar un centímetro a favor de la solución de la cuestión y causa palestinas.

Conclusiones: ¿qué pasa con el antisemitismo que se alega en la defensa de Palestina?

Concluyo el presente texto llamando la atención sobre un tema que guiará -literalmente- el debate en los artículos siguientes. El antisemitismo es un crimen, como lo son también la profanación de tumbas y la apostasía de cualquier tipo. Necesitamos direccionar todos los recursos disponibles deben ser utilizados contra esta ideología. Termina por ser un crimen político atribuir la defensa de los derechos del pueblo palestino a una forma de antisemitismo. Ser antisemita significa también ser antiárabe, porque las culturas semitas son tanto las árabes como las hebreas. Por lo tanto, ser antiárabe (y porque no también islamófobo) es ser orientalista utilizando los conceptos de Said, además de pro-occidental e imperialista, además de ser un colonizador cultural. Así -en la actualidad- nada termina por ser más antiárabe que el cinismo israelí y su práctica de ocupación militar y la vigilancia a través del Shabak (Shin Bet, policía política) contra toda la población árabe-palestina. En los países occidentalizados, tener buenas relaciones con gobiernos más derechistas -como Bolsonaro y Trump- e ignorar el apoyo de los antisemitas declarados que se encuentran en dichos gobiernos, pasa a formar una especie de pragmatismo político que únicamente contribuye a relativizar los efectos nocivos de las corrientes laicas. Para todo aquel que dude o crea que se trata de una exageración, le sugiero asistir a las celebraciones del Alt-Right. [1]

Durante los próximos meses, el autor pretende profundizar el presente debate, alineándolo y abordando los detalles más complejos de esta problemática.

 

Referencias bibliográficas:

[1] https://www.youtube.com/watch?v=Uqv7IVDubVY

Fotografía:

www.thenation.com

NOTA: la primera versión de este artículo -sin la introducción- fue publicada originalmente en Monitor do Oriente en su versión en portugués (MEMO).

 

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