25N: transfeminismo popular contra el capital

transfeminismo o nada
Jueves 25 de Noviembre de 2021

Un 25 de noviembre de 1960, el dictador Trujillo mandaba a asesinar a las hermanas Mirabal, en la República Dominicana. Patricia, Minerva y María Teresa militaban contra la dictadura fascista, y en varias ocasiones habían sido apresadas, violadas y torturadas. En 1981 se celebró en Bogotá el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, donde se decidió colocar esta fecha como símbolo de la lucha por la erradicación de la violencia contra las mujeres. Posteriormente en 1999, la ONU propuso esta fecha como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En la actualidad planteamos al 25N como el día contra la violencia patriarcal. Cada 25N recordamos a las hermanas Mirabal y a todas las mujeres y disidencias sexo-afectivas que resistimos a la tiranía del patriarcado, del capital y del colonialismo. En esta fecha, salimos a tomarnos las calles y plazas, a reconocernos compañeras, a mostrarnos juntas, fuertes y en resistencia.

Las mujeres y disidencias de todas las edades, colores, clases, preferencias sexo-afectivas y cuerpos distintos, vivimos en una guerra constante, una guerra por sobrevivir. Dentro y fuera de nuestros hogares, en nuestras escuelas, en la calle, en nuestras organizaciones, en los hospitales y maternidades, en nuestros trabajos, en el parque, en la iglesia, en el transporte público, en donde sea. Sobrevivir a nuestros padres, esposos, primos, colegas, compañeros, maestros, amigos, vecinos y al Estado, se vuelve cada vez más complicado. Vivimos en una sociedad que habilita a los hombres hegemónicos a someter a las mujeres y los cuerpos feminizados. El patriarcado, el capitalismo, el colonialismo y el especismo, como estructuras fundantes y fundamentales de nuestra sociedad, son promotoras y cómplices de la violencia misógina en todas sus formas: el objetivo es la domesticación.

En el momento histórico del neoliberalismo, el Estado y el gran capital logran una alianza perversa, en la que se convierten en una amenaza directa a la posibilidad de continuar la vida. Las mujeres y cuerpos feminizados, históricamente hemos asumido la reproducción de la vida, que solo ha podido sostenerse a partir de los trabajos de cuidado. En el neoliberalismo, nos enfrentamos al momento histórico del perfeccionamiento de los mecanismos de exterminio y muerte que el capitalismo ejerce sobre todos los cuerpos. Para la vida de las mujeres y las disidencias, el neoliberalismo se traduce en recortes de presupuestos para la prevención de la violencia de género, de salud especializada, nula educación sexual y menor acceso a la planificación familiar, en despidos masivos que degeneran en una profundización de la precarización de la vida. En el neoliberalismo, la apropiación del trabajo de las mujeres y cuerpos feminizados por parte del gran capital se reformula, consolidando un nuevo ciclo de reacumulación capitalista. La política pública ejecutada por la ultraderecha fortalece material y simbólicamente la misoginia, la transfobia, la degradación social de las mujeres y disidencias pobres, racializadas y militantes, profundizando las lógicas de explotación, opresión y cosificación.

En el neoliberalismo, las perversidades económicas y sociales del Estado se profundizan, y se diversifican, mediante los mecanismos de exclusión del Estado burgués. Como todos los mecanismos de cosificación-opresión-explotación, la degradación social y sometimiento a las mujeres y disidencias no se dio de manera pacífica, sino más bien de una forma extremadamente violenta. La cacería de brujas y la prohibición de la homosexualidad tuvieron como objetivo final la domesticación por medio de la violencia extrema en contra de las mujeres y cuerpos feminizados: esa violencia extrema no ha terminado. La violencia se convierte en el único mecanismo de sostenimiento de los Estados neoliberales, que mediante la securitización imponen la criminalización de la pobreza y la protesta social, y desarrollan mecanismos específicos para los cuerpos femeninos y feminizados.

En lo que va del año en el país, se contabilizan 172 feminicidios, entre los cuales constan 7 transfeminicidios. Hasta el año pasado, se registraba un feminicidio cada 72 horas; durante el 2021, la frecuencia ha aumentado a 44 horas, un tercio más que en 2020. La ONU contabilizó que en el 2017, 87.000 mujeres fueron víctimas de feminicidio a nivel mundial. Las cifras de este año no se conocen; sin embargo en la restauración neoliberal, podemos tener la seguridad de que la situación se ha agravado considerablemente. Mundo Sur contabiliza 5.457 feminicidios en América Latina en el 2020. Al mismo tiempo, partos de niñas y adolescentes se encuentran en constante aumento. En el Ecuador, diariamente 7 niñas menores de 14 años son obligadas a parir, -aproximadamente 2500 al año-, destruyendo su autonomía y sus proyectos de vida. Así como en los dos últimos años en el país, la cifra de embarazos en niñas menores de 14 años ha incrementado en un 74% . El 15% de las muertes maternas se deben a abortos clandestinos; 21.939 mujeres llegan al sistema de salud pública con un aborto en curso anualmente, y son más de 435 judicializadas por aborto desde el 2013.

Así mismo, con la militarización del espacio público, el trabajo informal, principalmente ejercido por mujeres, se vuelve más difícil y está mucho más expuesto a la brutalidad de las fuerzas represivas del Estado. La pobreza tiene cara de mujer: tenemos menos acceso a salud y educación, tenemos menor acceso a trabajo formal y también percibimos menores salarios y tenemos menos espacios de representación-organización.  La tasa de desempleo en mujeres en el Ecuador es del 8%. De todas las personas que tienen trabajo, el 51% es trabajo informal, y de ese porcentaje, la tasa en mujeres representa el 63%. Todo esto evidencia que las mujeres estamos sometidas a condiciones laborales precarias. Cerca del 90% de la población trans, no tiene acceso a trabajo digno, vivienda, ni salud.

El neoliberalismo amenaza la vida, y amenaza específicamente la vida de las mujeres y disidencias. Ejercer violencia extrema sobre nuestros cuerpos, logra desmoralizar a la sociedad en su conjunto, normalizando y reforzando la misoginia, descomponiendo aceleradamente el tejido social que nos sostiene como comunidades y colectivos. Resistir a la violencia patriarcal es fundamental para hacerle frente al neoliberalismo y al capitalismo a corto y largo plazo. Las mujeres y disidencias nos declaramos en resistencia, organizadas y vigilantes por la vida digna del pueblo y la clase trabajadora. Los transfeminismos populares estamos en pie de lucha, desde la contienda ideológica y en las calles, resistiendo el avance del capitalismo-patriarcal-colonial-especista que nos quiere, o sumisas o muertas. La revolución será el transfeminismo popular anticapitalista.

 

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