Invadamos, apropiémonos y ocupemos

poder popular
Jueves 27 de Octubre de 2022

“Llegue acá al barrio Atucucho cuando tenía 20 años, vine con mi primer hijo, el vino de un año ocho meses. Vinimos a coger un lotecito de terreno porque en realidad no teníamos en donde vivir.

La lucha fue bastante grande porque era de luchar contra policías, soldados, y la misma gente que no nos dejaban entrar al bosque protector que ahora es nuestras casas. 

Tenía que venir con mi niño cargado en la espalda a dormir acá en el barrio, teníamos que dormir aquí porque si no nos quitaban el lote, apenas usted se descuidaba ya entraba otra persona. Teníamos que estar ahí en el frío, en la lluvia, en el sol.

Era una lucha constante y sigue siendo todavía una lucha constante, de la cual nosotros somos luchadores, luchadoras.

Siempre fuimos más mujeres que hombres porque los hombres no estaban de acuerdo en venir acá al barrio Atucucho, decían que es muy peligroso, que vamos a salir muertos, que no nos van a dejar coger los lotes porque es una área verde de protector, entonces las mujeres, niños y jóvenes veníamos a la lucha constante de nuestro lote de terreno.

Abrimos calles y puentes con mingas, mujeres y niños abrimos caminos, tumbamos árboles, traíamos agua de aquí a un kilómetros de distancia, a ir a traer agüita para poder cocinar y comer.

Hemos luchado durísimo para venir acá a nuestro barrio, perdiendo vidas humanas, de nuestros hijos. Como yo que perdí dos hijos aquí en nuestro barrio Atucucho, se incendió una casita de nosotros porque la luz cogíamos así en cablecitos nomás, hizo un cortocircuito y lamentablemente fallecieron mis hijos.

Entonces cómo no querer nuestro barrio Atucucho y seguir constantemente en la lucha”.

Relato de la vecina Blanca Haro, dirigente de Atucucho, al norte de Quito. 

Este vecindario nació en 1988 cuando 600 familias ocuparon una hacienda que era propiedad del Ministerio de Salud Pública y formaba parte de un bosque protegido a las faldas del Pichincha.

Como Blanca, y los más de 20 mil habitantes que actualmente se encuentran en Atucucho, forman su identidad colectiva al ser parte del desarrollo de su comunidad. El barrio se originó como invasión, y requirió de espíritu de lucha en sus primeros habitantes, que se siente hasta el presente.

En el artículo “Atucucho 1988, hacia un cine-minga” Emilio Bermeo (2019) explica esta construcción identitaria planteando: “Al considerar que se trata de un espacio que empezó a ser producido y habitado al mismo tiempo, las relaciones sociales toman protagonismo en la edificación del barrio, estos individuos sembraron un proceso de lucha que derivó en el nacimiento de una comunidad urbana”.

El compromiso que une a las y los vecinos nació de compartir objetivos de supervivencia, que le da a la comunidad una fuerza indiscutible. Es por eso que podemos dar cuenta de barrios como San Antonio de Pichincha, Atucucho, La Comuna o La Gasca, que poseen grandes historias de invasión y apropiación, y son justamente estos vecindarios donde la conciencia de clase y el espíritu revolucionario los lleva a salir a paros, marchas y movilizaciones como la de Octubre 2019 o Junio 2022.

Historias como estas tienen que ser contadas. Los relatos de cómo se construyeron y se siguen construyendo vecindarios enteros a partir de la invasión, de apropiarse y tomar lo que le pertenece al pueblo. Estos relatos nos ayudan a imaginar mundos mejores posibles, porque los espacios son nuestros, han sido ganados por derecho de sangre en la búsqueda por una vivienda y una vida digna.

Más ahora, y en una ciudad como Quito que crece por la demanda en la concentración de la tierra en pocas manos, y la especulación inmobiliaria que favorece a los terratenientes modernos que son las grandes constructoras. En función del capricho del capital se construyen edificios grotescos y además completamente vacíos.

Comparando un estudio socio-demográfico de la administración zonal del DMQ y un estudio sobre los barrios más rentables de la ciudad -hecho por la inmobiliaria Properati-, se puede ver como los vecindarios con mayor crecimiento poblacional (y altamente populares) como San Antonio de Pichincha o Calderón, son los menos rentables para construir, en cambio las zonas “más codiciadas” como Jacarandá en el valle de Tumbaco o la Gonzales Suárez están vacías.

Este fenómeno se explica porque los precios de los alquileres en estos barrios rentables son inalcanzables. Si bien el derecho a una vivienda no tiene que estar mediada por un valor monetario, lo común es que el alquiler represente un máximo el 40% del ingreso de unx trabajadorx. Nuevamente un estudio de Properati revela que los arriendos de Cumbayá, Jacarandá o la González Suárez, promedian los 800 dólares, es decir doblan o triplican un sueldo básico, pero aun tomando como referencia alquileres de vecindarios como Carcelén, Cotocollao o La Gasca, los valores no bajan de 370 dólares.

La periferia de la ciudad crece aceleradamente no por un aumento demográfico increíble, sino porque constructoras carroñeras se aprovechan de la especulación inmobiliaria para expulsar a los habitantes de una zona por el aumento del coste de la vida, y por lo tanto los barrios quedan vacíos y se acumulan viviendas fantasmas, sin nadie que pueda vivir en ellas. Es una acumulación de espacios vacíos, es la lógica de acumulación capitalista más grotesca.

Intento aquí reivindicar el invadir, expropiar y apropiarnos de los espacios vacíos que nos pertenecen por derecho, porque la clase trabajadora es la que construyó y construye el mundo. Es inadmisible que el pueblo no tenga  un hogar, mientras se acumulan sin parar casas vacías.

Estas ideas son alarmantes sin duda para la derecha fascista y conservadora, para los ciudadanos quiteños de bien, e incluso para algún progre aliade. Les asusta hasta los huesos que las masas trabajadoras y revolucionarias reivindiquen el derecho a tomar lo que es suyo. 

A mí me dio nauseas cuando lo leí, pero aquí un ejemplo de cómo se sienten cuando el pueblo viene a ocupar el espacio que les pertenece. Carlos Vera aplaude a un tal Oscar Vela que escribe en Forbes Ecuador: “El asedio a las grandes ciudades, en especial a Quito, ya no se limita a las últimas paralizaciones violentas que han dejado una larga ristra de delitos, daños irreparables y pérdidas cuantiosas, sino que ahora, invocando supuestos derechos ancestrales, ciertos grupos de avivatos pretenden invadir áreas de parques públicos, bosques protectores, propiedad privada y terrenos municipales de nuestra fracturada, multiétnica y mestiza nación”. 

Es verdad que a veces estas ideas “radicales” de comunistas, anarquistas y revolucionarixs de invadir y ocupar la “sagrada” propiedad privada suena utópica, pero no es así, es tan real como el hecho de que la fuerza de trabajo es lo que mueve al mundo. En Berlín, Alemania el año pasado -2021- se dieron unas elecciones para expropiar 240 000 viviendas. La propuesta obtuvo un 56,4 % de votos a favor, casas que le pertenecían a grandes propietarios privados y que van a pasar a manos de una administración pública.

Hay que reivindicar el invadir terrenos y lotes vacíos de grandes terratenientes. Si el pueblo no tiene donde vivir, hay que estar orgullosxs de ocupar casas y departamentos vacíos, si por la noche hay familias enteras que no tienen un techo para resguardarse del frío. Estos espacios sí nos pertenecen, los construimos, como clase trabajadora estuvimos ahí colocando cada ladrillo, y si esos lugares quedan desocupados para servir a una lógica siniestra de acumular por acumular, es nuestro derecho tomarlos.

 

Categoria