El sentido común de lxs sabixs progresistas

militar
Miércoles 3 de Agosto de 2022

A diario me torturan las posturas eclécticas y tibias de varios discursos que, bajo el título de progresistas, reproducen una perspectiva estructural muy cercana al neoliberalismo y su corriente epistemológica: el positivismo. Para quienes tratamos de vincularnos con procesos de investigación e intervención en las ciencias sociales, es casi cotidiano el hecho de escuchar que el análisis cualitativo es subjetivo, poco preciso y especulador. Esto responde a una lógica positivista en la que la creación de conocimiento se debe basar en una matematificación radical para encontrar discursos de autoridad. ¿Cómo se manifiesta en el diario vivir esta perspectiva?

Carlos Alberto Torres, en su artículo El neoliberalismo como bloque histórico habla de la peligrosidad que tiene el sentido común. Lxs sabios del progresismo siempre utilizan en sus discursos argumentos que cuantifican la realidad -y con ello- los distintos públicos a los que se dirigen aplauden como moscas que se regocijan en la basura o en la bosta. Torres argumenta que el sentido común es construido a partir de las relaciones que tienen las personas con las distintas instituciones del Estado: los aparatos ideológicos y represivos como las llamaría Althusser. Esto quiere decir que esas instituciones, que responden a los intereses de la clase burguesa, infectan las mentes de las personas produciendo y reproduciendo las lógicas de un sistema económico en específico: el capitalismo. Después de casi 10 años de trabajo en proyectos de desarrollo educativo, son incalculables las ocasiones en las que esté sentido común se hace presente, supurando las lógicas neoliberales a través de las palabras.

En este punto cabe hacer una reflexión: ¿dónde se forman lxs progresistas que “luchan” por transformar al mundo? La respuesta sencilla: en los mismos aparatos ideológicos y represivos cuyo dominio está en las manos de la burguesía, que necesita de una fuerza laboral sedada, inmovilizada y poco crítica. Es por esto que se escuchan varios discursos de transformación por parte de políticxs, funcionarixs públicos e interventorxs que mencionan que van a transformar al mundo con la fuerza de sus corazones y buenas intenciones. Se prioriza la evaluación e investigación de corte economicista y estadística, que busca corroborar una “realidad” y sus “sabias intervenciones”. Lo que no logran comprender, es que hay niñxs y adolescentes asistiendo a clases, pero con aulas que se caen a pedazos, y con docentes mal pagadxs que reproducen lógicas de violencia y discriminación con cada trazo que dan en sus pizarras. Esta realidad se escapa de sus estadísticas.

Durante el correísmo, el discurso cuantitativo se volvió casi una retahíla en varias esferas del Estado, y para la población en general, se convirtió en un sentido común para la añorada transformación. En temas de educación general básica se llevaba el discurso del aula invertida como marca de la calidad de su propuesta. Había quienes defendían a capa y espada que para las propuestas de la educación superior lo que más importaba era el estudio de mercado. Es decir, si tienes estudiantes que quieran entrar a un programa, entonces se justificaba su realización, perdiendo así la noción que algún día mencionó Paulo Freire: una pedagogía crítica. Esto por mencionar solo algunos de los aspectos en donde este discurso -y su sentido común- se han colado.

Personalmente estoy cansado, como se dice vulgarmente, me tienen hasta la coronilla esta clase de discursos que justifican el sentido común positivista, y que siempre son desarrollados con base a unas supuestas buenas intenciones. El Ecuador y la región andina en general, necesita cambios estructurales y especialistas comprometidxs con la transformación, que pasen por procesos densos y profundos de reflexión.

No necesitamos más expertxs sabiondxs que escuchan alguna metodología mal parqueada, que reproduce las lógicas de su situación acomodada de pequeñxs burgueses tibixs y poco preparadxs. Necesitamos cambiar la situación estructural. Necesitamos organicidad para salir a las calles y protestar con efervescencia para conseguir la ansiada revolución. Por esto y mucho más no nos cansaremos de levantar nuestras voces para que lleguen y calen en lo profundo de la conciencia de la gente, por un cambio desde y para la clase trabajadora. Con esto reconozco y hago un mea culpa, porque he sido parte de estos espacios, pero no con una postura tibia. He perdido trabajos y concursos en licitaciones por mantenerme en mi postura y lo seguiré haciendo si es necesario, porque mi compromiso es para las generaciones futuras, a las que les estamos legando un país -una región- desprovista de derechos y desmovilizada. Es menester irreductible continuar con la lucha para que llegue la revolución proletaria, en la cual Marx y Engels confiaron. Para esto debo reconocer que no es el espacio de la investigación y la intervención el adecuado para transformar el mundo. El lugar desde el cual buscamos la transformación se llama militancia comunista.

Por esto y mucho más continuaré incansable desde la trinchera que implica el espacio de la comunicación alternativa y el periodismo militante. Usaré como bayoneta mi computadora y mis palabras serán dagas que se clavarán directamente en los portaestandartes del pensamiento neoliberal. Seremos lxs guerrerxs de Lilith, que con la lanza del destino, atravesaremos las fauces del capitalismo.

 

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