El partido de izquierda en el Ecuador: ausencias ideológicas y estratégicas

ruski
Miércoles 11 de Agosto de 2021

La discusión en torno al partido en la izquierda ecuatoriana y la unidad de los sectores que luchan, ha sido reducida a una lectura apresurada -a veces ahistórica-, o al juego de la política real propia del Estado burgués. En ambos casos, los resultados han sido la marginalidad y atomización, o la negación histórica de las tareas del partido, terminando en un cortoplacismo constante.

La liberalización de la teoría ha influido de manera determinante en esta desviación, poniendo en evidencia un gran y peligroso vacío: la imposibilidad de leer el desarrollo de la lucha de clases en el país. En este sentido, las más diversas organizaciones y minorías revolucionarias, desde la "izquierda" comunista hasta el denominado progresismo, no han podido actuar conforme al objetivo histórico de el socialismo - en sus más diversas interpretaciones -. Sino han sido absorbidas o han aportado a la modernización de la política burguesa, por medio de la creación y refuerzo del sentido común dominante, militancias y referencias virtuales –individuales o colectivas, a veces sin estructuras político territoriales definidas– sumidas en la espectacularidad, el inmediatismo, el liderazgo carismático, marginalidad práctica, etc.

Esta ausencia se ha construido a partir de referentes y luchas – a veces desprovistas de su carácter histórico – en donde priman la relatividad y el discurso, sin constituir sujetos y prácticas sociales con el objetivo de crear e “institucionalizar” una posición revolucionaria que vaya consolidando una opción de poder real, sino meras identidades y emociones muchas veces pasajeras. Entonces, estos relatos y prácticas no plantean -más allá del discurso o la espectacularidad- transformaciones con y desde la sociedad (en toda su diversidad) desde una perspectiva anti capitalista.

Así, la debilidad de la izquierda, de por s{i ya automarginada de la sociedad –la acción unilateral del Estado, el voto duro, la liberalización de la ideología no son suficientes–, no ha construido una organización que siente un referente práctico e ideológico con la que gran parte de la población de este país, en especial de la clase trabajadora, pueda identificarse. Por lo que ha terminado siendo una izquierda que sobrevive en la marginalidad o en los bordes de la política burguesa.

El Partido -su concepción ideológica, organizativa y programática-, se concibe como una mera agencia de marketing electoral, o una secta dogmática incapaz de conectar con la sociedad. Una organización amorfa sin estructuras organizadas desde la militancia en los territorios y áreas estratégicas, sin un ideario definido y claro, sin un programa y una estrategia de acumulación de fuerza en lo popular, que se desarrolle en los planos comunicacional y de ejercicio de poder.

El objetivo del Partido no tiene que ser la simple organización, dirección y gobierno. La organización revolucionaria tampoco debe dejar de hacerlo y echar en manos del “instinto popular” la consecución de la revolución, convirtiéndose en un mero observador con “buen análisis” de la realidad. A la par de la organización y dirección de las fuerzas populares, el partido debe desarrollar en ellas la capacidad de auto organización y sostén de la coherencia ideológica y el sostén de la vida: la construcción, multiplicación y ejercicio del poder popular de forma territorial, con el objetivo de crear una cultura organizativa, y con ello la emergencia de una consciencia de clase, que esté en la capacidad de suplantar al Estado burgués en todos los ámbitos de la vida, e incluso, al partido en tanto órgano director, en algún momento determinado.

Por lo tanto, las voluntades revolucionarias deben desarrollar con urgencia el debate teórico como la acción práctica, con el objetivo de construir -en el mediano plazo- una opción de poder que articule las más diversas expresiones de la clase, partiendo siempre de la crítica revolucionaria al capitalismo en todos los planos, incluidos en la misma organización del Partido y los posibles vicios burgueses en el. En este sentido, las más diversas estrategias -“clásicas” como contemporáneas- deben enfocarse en desarrollar la dirección consciente de este pueblo, en donde lo ideológico no puede someterse a ambigüedades.

Esta lenta construcción será efectiva en la medida que la opción de poder adquiera caracteres materiales y colectivos, como el embrión de la nueva sociedad.

 

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