¿Le enseñas a tus hijxs a matar? La tauromaquia y sus afectaciones a la niñez

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Miércoles 25 de Noviembre de 2020

La conformación de los animalismos en el Ecuador tiene su origen en la década de los años ochenta. Dos configuraciones específicas darían lugar a un movimiento heterogéneo, conflictivo y, a veces, ambiguo. Por un lado, se encontraban las luchas antitaurinas de inicios de los años ochenta, encabezadas por el movimiento rockero, que se articulaban en clave anti-colonialista con un marcado clivaje clasista, las cuales cuestionaban la fundación española de la ciudad de Quito y su manifestación ampliamente racista y colonial que tenía lugar en las corridas de toros.

Por otro lado, un animalismo proteccionista que denunciaba el carácter cruento y violento de las corridas de toros, esta facción de los inicios del movimiento se vio ampliamente influenciada por organizaciones internacionales de bienestar animal.  Las organizaciones locales que dieron lugar a esta expresión animalista fueron Trato Ético de los Animales (TEA) fundada en Guayaquil en 1994 y la Asociación Ecuatoriana Defensora de Animales (AEDA) fundada en Quito en 1984, la cual tiempo después pasaría a llamarse Protección Animal Ecuador (PAE).

De este modo se ubican dos marcos de sentido constitutivos en torno a la defensa animal: uno que criticaba la matriz colonial de las corridas de toros, y otro que cuestionaba el maltrato y la crueldad animal. Estos se entrecruzan e interpelan mutuamente; sin embargo, el objetivo principal de este artículo es abordar la construcción discursiva de la segunda corriente. Se busca exponer los argumentos centrales que constituyen los discursos fundamentales del movimiento animalista anti-taurino ecuatoriano, que acentúa la dimensión cruenta de las corridas de toros.

Por tanto, esta serie de artículos abordará tres principales ejes argumentativos. En este primer artículo introductorio, se exponen los impactos psicológicos negativos de la tauromaquia en el desarrollo infantil. En el segundo, se presentarán los vínculos entre la las corridas de toros y la violencia patriarcal. En el tercero, se abordará el problema de la tauromaquia como una expresión de la violencia especista que tiene como razón epistémica, el supremacismo humanista y el andro/antropocentrismo.

La violencia taurina y el desarrollo íntegro de lxs niñxs

Se ha encontrado una relación directa entre la exposición a la violencia y la afectación en el desarrollo infantil. Lxs niñxs que observan violencia tienden a normalizar y a naturalizar actos de violencia, además que utilizan a la misma como un medio de resolución de conflictos. El mecanismo psicológico principal es la desensibilización sistemática, el cual plantea que la exposición gradual y permanente a actos de violencia genera un efecto de habituación, que tiene como objeto defensivo proteger a la persona de la angustia. En el caso de lxs niñxs, aquello genera la disminución de conductas proactivas, el aumento de comportamientos agresivos y anti-sociales, y la falta de iniciativa para proteger a víctimas de actos violentos, debido a que el mundo se presenta ante ellos como peligroso, lo cual genera niveles elevados de desconfianza, miedo e inseguridad.

Esto se ve agudizado cuando las figuras de apego refuerzan y validan estos espectáculos violentos, generando un conflicto en el infante. Ante esto se presentan dos opciones: internalizar los valores de sus referentes paternos y maternos que normalizan la violencia y legitiman la crueldad hacia los animales so pretexto de la ritualidad, la religiosidad, el arte o la tradición; o reafirmar el sentimiento de empatía hacia la víctima. Dicho impacto negativo se agrava cuando los perpetradores usan armas, son recompensados por la sociedad y percibidos como socialmente atractivos y legítimos. Esto produce que lxs niñxs internalicen la violencia y la imiten, dado que han aprendido que las personas que agreden a otrxs son recompensadas y valoradas, lo cual genera un sentido de identificación con el agresor y no con la víctima, en este caso, con el torero y no con el toro.

De este modo, se constituye un mecanismo que obstruye el desarrollo moral infantil: principalmente, se afecta la capacidad de sentir empatía. Al contrario, se gatillan patrones de conductas agresivas e ideación violenta. En ese sentido, es una forma de negligencia y abuso exponer a lxs niñxs a eventos crueles con animales, pues obligar a un niñx a asistir a una corrida de toros supone un episodio altamente traumático.

En consecuencia, se han generado medidas administrativas y jurídicas que buscan precautelar el interés superior de lxs niñxs. En el caso del Ecuador, los avances en esta materia han sido progresivos, primero, en el año 2010, se logró prohibir la entrada a menores de doce años a las corridas de toros, luego se avanzó hasta los dieciséis años, hasta llegar en el 2018 a prohibir el ingreso a menores de edad a nivel nacional. Lxs actorxs de estas interacciones socio-estatales fueron: el movimiento animalista, el Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia (CNNA), la Defensoría del Pueblo y, en la resolución final, la Corte Constitucional (CC).

Aunque las corridas de toros nunca se abolieron en el país ni en la capital, luego de la mañosa consulta popular del 2011, sí se golpeó fuertemente a los taurinos y ganaderos, quienes actualmente buscan invalidar dicho proceso popular cuestionando su legitimidad a través de la CC. De este modo, se vulneraría de forma más aguda los derechos de lxs niñxs y adolescentes, al pretender exponerles a estos escenarios de violencia aguda. En las plazas de toros se ensayan los guiones más perversos de la crueldad y, en cuyo “teatro”, se abre la puerta al sadismo reprimido de una sociedad enferma. La cuestión animal tiene dimensiones ético-políticas y, en este caso específico se trata de las graves afectaciones que genera la tauromaquia (o mejor llamada, tauropatía) en el desarrollo psicosocial, emocional y moral de la infancia.