La primera fase del paquetazo destruye la clase media

PAQUETAZO

No es aún el paquetazo integral, pero es el primer paso concreto hacia el. En el programa “Hora 25”, el economista mimado de los noticieros, José Hidalgo, Director de la Corporación de Estudios para el Desarrollo (CORDES), señaló el domingo 19 de agosto, que un posible incremento de los combustibles generaría un salto inflacionario, por única vez, y no sería tan grave por la deflación que ha vivido el Ecuador por más de once meses seguidos, desde septiembre del 2017.  

Este incremento en el precio de la gasolina súper y extra, y con ello en el costo de los bienes de consumo y la pérdida de valor del dinero, es para la derecha ecuatoriana una medida a favor del pueblo, una necesidad ineludible para tener días mejores. Aunque claro, el primer sacrificado sea la clase media que irónicamente se fortaleció durante el gobierno de Correa.

Esta lógica perversa de Hidalgo, que presenta lo antipopular como beneficioso a largo plazo, tiene el mismo principio comunicacional con el que Moreno y sus asesores presentaron al país, el martes 21 de agosto, su plan económico, montando una cadena nacional, que, por mérito propio, es una pieza comunicacional que eleva los estándares de la manipulación mediática en el país.  

En una sala llena de gente humilde, de ese pueblo que no es invitado a Carondelet más que para asear, Moreno junto con sus ministros, sentados en sillas plásticas, abre su discurso culpando al anterior gobierno por las duras medidas a tomar: despidos masivos, privatizaciones de sectores estratégicos y una política de “subsidios populistas” con el objetivo de “conmover” a las clases más desposeídas.

Mientras la cámara hace constantes movimientos con planos cerrados de la gente y, abiertos del presidente, como para que se vea siempre la silla de ruedas, Moreno miente sin ruborizarse al afirmar que jamás afectarán a los más pobres y que no tomó estas decisiones antes porque el país estaba polarizado por el fanatismo ideológico. La culpa, siempre la tiene el otro.

Después de un minuto de justificaciones en el nombre de los niños y la familia, la cámara enfoca al presidente en primer plano, como tratando de conectar con el espectador y ganar credibilidad mientras se ufana de los pasos que le permitieron llegar a este momento; “comenzamos por reconstruir el Estado” dice en el minuto 1:25, después añade, “ahora es posible tomar estas medidas”, “el momento es ahora”, ya que su gobierno recuperó la libertad mediante el diálogo.

El plano se abre, vemos una sala grande donde se encuentran los ministros mimados de la oligarquía, a su izquierda Richard Martínez, quien justifica la reducción de 20 instituciones públicas, sin explicar qué pasará con temas como la defensa de los derechos sexuales y reproductivos, o de los pueblos no contactados, contemplados en el Ministerio de Justicia, o que sustituirá la Secretaría de Límites Internos, ente que maneja algunos conflictos importantes entre cantones, provincias y parroquias.

Y así siguen los planos y los movimientos de cámara por 17 minutos, en los que, de manera cobarde y siniestra se acuerda una serie de medidas que afectarán especialmente a la clase media, en primera instancia, con decisiones como el alza de la gasolina súper o los despidos masivos, sin olvidar, claro, la posibilidad en las siguientes semanas de un incremento de la extra en el marco de las mesas de trabajo que el gobierno y sus socio pretenden realizar, con el objetivo de entrar en una segunda fase del paquetazo, afectando los precios de alimentos y transporte.

En este punto, el dicho “piensa mal y acertarás” cobra una vigencia reveladora frente a las mentiras oficialistas.

Se viene un duro golpe al pueblo, por fases, pero agresivo. Y es muy parecido a 1999, donde el ejecutivo comandado por Jamil Mahuad se caracterizó por el silencio y las medidas sorpresivas de fuerte corte neoliberal. Mientras tanto, Moreno en su soledad, dice solo lo que le conviene, lo conflictivo – como el tema de la gasolina – lo dice su secretario particular y, sobre los impactos, todos mantienen cerrada la boca.

Callan que las medidas que tomarán implican cientos, sino miles de familias, especialmente de clase media, que perderán su sustento diario, pasando inmediatamente a la informalidad. Callan que el sistema de gestión de riesgos pasa a ser nuevamente botín de los militares – como lo advertimos varios meses atrás –, callan que los verdaderos beneficiarios son los social cristianos, quienes tienen la clave para pescar a rio revuelto en caso de conmoción social.

En fin, el gobierno que se dice de todos, es en realidad el gobierno de unos pocos notables, los que a fuerza de golpes al pueblo, reconstruirán su paraíso idílico de explotación y servidumbre. Y van por más. Por bajarse el salario mínimo, por profundizar la precarización que ya está en sectores agroexportadores como rosas y banano, por la recolonización total del aparato del Estado y su fuerza represora a manos de la oligarquía y el imperialismo.

En la otra orilla el pueblo y, especialmente las y los jóvenes, quienes por primera vez entenderán de lo que se trata el verdadero neoliberalismo, no atienden aún como organizar el descontento. La cuenta regresiva ha empezado, el peso de todo el paquetazo caerá sobre los hombros del pueblo. La pregunta es, ¿hasta cuándo vamos a seguir aguantando todo esto?

 

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