Frente al odio de la oligarquía y la violencia estatal: resistencia popular

Daniel Noboa ha logrado concretar el discurso de odio que la derecha ha mantenido latente contra la organización popular, lxs indios, lxs negros, las mujeres, lxs marikas y lxs zurdos. Para ser justxs habría que decir que es una ola anticomunista que se refuerza a nivel global, no es brillantez personal del hacendado local. Un renovado macartismo que moderniza los manuales antisubversivos y que adicionalmente expande la frontera de la brutalidad aceptable: 717 días de genocidio en gaza con al menos 680.000 asesinatos, 11.000 presos políticos y más de 2.000.000 de desplazados internos entre Gaza y Cisjordania. No en vano el Estado de “israel” ha trabajado por 8 décadas en la deshumanización de los pueblos originarios en pie de lucha para transformar la moral occidental hacia el fascismo.
Localmente ese fascismo latente se expresa en la monstrificación del Movimiento Indígena, que va desde caracterizarlo como primitivo hasta colocarlo en los marcos de la criminalidad: destructores de las bellas paredes y adoquines de las blancas ciudades de la sierra, hasta la vinculación espuria con el crimen organizado. En el capitalismo, especialmente durante la regresión neoliberal, luchar por la vida digna se convierte en el octavo pecado capital. En el primer día del tercer paro del pueblo, inredh reportó hasta las 5 de la tarde al menos 30 personas heridas con impactos de bombas lacrimógenas, aturdidoras, un disparo y desmayos. También a la noche en Cotopaxi, las Fuerzas Armadas dispararon contra un auto del MICC y en horas de la tarde en Imbabura un civil atropelló a un manifestante. Es decir, se traduce en brutalidad por parte de las fuerzas represivas del Estado y envalentonamiento de civiles fascistas respaldados por los discursos de odio del propio presidente de la república.
En este segundo día de paro, esperamos una intensificación de la represión. Figuras como Dahik se cree con la autoridad moral suficiente para demandar a la COANIE un rendimiento de cuentas sobre sus finanzas para que “comprueben” que no tienen vínculo con el crimen organizado. Una verdadera rata responsable del desfalco de millones de ecuatorianos y el suicidio de decenas durante el feriado bancario tiene la desvergüenza de demandar a la organización popular más importante de América Latina explicaciones financieras, lo que además demuestra un profundo desconocimiento de sentido de la minga, del trabajo colectivo y de la reproducción de la vida por fuera del mercado. Repudio es poco sentimiento para fascistas miserables como Dahik.
Por su parte, el mismo presidente refuerza la criminalización y distorsión de la protesta social en un mensaje en X esta mañana: quedaron en evidencia –dice sin ninguna prueba-: financiados y rodeados por criminales del Tren de Aragua. No es lucha, no es protesta… son las mismas mafias de siempre, a las cuales les somos incómodos”. El discurso del antiterrorismo impuesto desde el centro del poder político utiliza el miedo causado por el mismo narcoestado, en el que le presidente tiene negocios comprobables, para distorsionar la realidad: la responsabilidad de la violencia impuesta sobre la población por parte del crimen organizado vinculado a los grandes grupos económicos del país, se traslada a la organización popular y a la izquierda revolucionaria, aupando el anticomunismo latente en la memoria colectiva desde la guerra fría.
Las consecuencias para la inmensa diversidad del pueblo y la clase trabajadora son catastróficas. Por un lado la persecución y criminalización de la organización popular, sobre todo de lxs defendorxs del territorio en la lucha contra el imperialismo extractivo y su macabro plan de convertirnos en una colonia a la vieja usanza de las minas y las mitas de antaño, si ha logrado deslegitimar entre la población que ahora mismo sufre un proceso acelerado de regresión conservadora y fascistización. Así mismo, legitima el exceso de la fuerza contra manifestantes, que ahora en el discurso oficial somos también “narcocriminales”.
Esto implica que la única fuerza que la clase trabajadora tiene para hacer contrapoder frente a la indolencia del Estado, se diluye entre el acoso del aparato estatal y el rechazo de buena parte de población alienada y enceguecida por el odio que destilan los ricos de este país, con sus altavoces patrocinados por las corporaciones de comunicación. Han logrado sembar el germen de la falta de consciencia de clase. La polarización es una vieja receta de la burguesía contra la clase trabajadora.
Ahora lo único que nos queda es resistir. Paso a paso se van calentado las calles y se van sumando más sectores populares al paro. Como buena ley de la vida, las cosas van de menos a más. Incluye tanto para la revuelta popular como para la represión del Estado. Advertimos y alertamos la sistemática violación de derechos humanos y la distorsión intencional de la protesta. Seguimos desde el periodismo militante dando la batalla cultural, resistiendo y activando los sentidos de nuestra gloriosa y heroica clase trabajadora, que a pulso sostiene la vida del planeta y el futuro de la humanidad. El capitalismo nunca puede representar más que muerte y destrucción, y en su momento fascista neoliberal, nos lleva al exterminio colectivo.
Nos vemos en las calles.