Entendiendo los límites del “populismo progresista”

Gobernantes progresistas

El ciclo político latinoamericano abierto por Hugo Chávez en 1999, y continuado por figuras como Rafael Correa, Evo Morales, Ignacio Lula Da Silva, Nestor Kichner, Cristina Fernández, Pepe Mujica... suscitó un esperanza sincera y profunda en los movimientos sociales  y políticos de todo el mundo, muchos de ellos aún en crisis y sin horizonte político luego del fin de la guerra fría. La esperanza de un nuevo rumbo revolucionario y democrático prometido por todos estos “populismos progresistas” parecía tomarse todo un continente y abrir una brecha frente un poder financiero transnacional que parecía para ese entonces invencible.

 

Con la crisis financiera del 2008 y las grandes tensiones sociales que emergieron a raíz la misma en todo el planeta, la esperanza que suscitaban éstas dinámicas comenzaron a exportarse e inspiraron, cada uno a su manera, el accionar de un sinnúmero de procesos en otros continentes tales como el de Pablo Iglesias y Podemos en España, Alexis Tsipras y Syriza en Grecia, el de Jean-Luc Mélenchon o La France Insoumise en Francia.

 

Sin embargo es de urgente necesidad poder efectuar una análisis crítico de este ciclo, casi dos décadas luego de la primera victoria electoral de Hugo Chávez, al momento en que es evidente que la mayoría de éstos procesos latinoamericanos están viviendo una profunda crisis. Este proceso de crítica es profundamente necesario por la urgencia política en la que se encuentran nuestros países latinoamericanos que enfrentan una arremetida brutal del capitalismo financiero transnacional, el cual supo muy bien acomodarse de las contradicciones de los procesos antes citados. Pero es igualmente muy necesaria esta postura cuando observamos que la mayoría de los procesos en otros continentes están reproduciendo muchas de las contradicciones que llevaron a la crisis política actual en Latinoamerica y cuando analizamos las consecuencias que eso puede tener.

 

En este sentido, esta serie de artículos pretende explorar algunas líneas de debate en cuanto a los  límites intrínsecos de los procesos “populistas progresistas” que ha vivido nuestro continente a lo largo de estas dos décadas, limites que no pueden imputarse únicamente a la reacción de las fuerzas capitalistas nacionales y globales, sino a las contradicciones propias de éstos procesos.

 

Para esto, es importante tener en cuenta que el “populismo” evocado aquí se refiere a una estrategia de disputa política que no utilizaremos de forma despectiva a modo de deslegitimación de dichos procesos como lo han hecho muchos medios de comunicación e intelectuales ligados al estatus quo, sino como un marco de análisis para entender los desafíos que tenemos por delante frente la crisis que nos deja el escenario “populista” político abierto hace dos décadas en nuestro continente.

 

Es importante igualmente debatir en torno del término “progresista” en tanto por un lado aborda un discurso de justicia social y redistribución de la riqueza pero se desmarca de lo que fueron los procesos políticos tradicionales de la izquierda de inspiración marxista, lo que nos permitirá abordar una parte de sus límites y contradicciones. Pero al mismo tiempo recordar que estos procesos han sido “progresistas” también nos sirve para distinguir, en este contexto histórico, los movimientos antes mencionados de los peligrosos “populismos de derecha” -Trump es el mejor de los ejemplos de esto, pero personajes como Macri utilizan ampliamente los recursos populistas igualmente. y de extrema derecha -partidos como el Front National en Francia han llegado a récords históricos de votación usando una renovada estrategia populista-.

 

Esta serie de artículos se dividirá en cuatro partes: la presente introducción, un análisis en torno a la forma que ha tomado la disputa frente al aparato Estatal, la forma que ha tomado la disputa económica y por último las formas organización social y política en este contexto.

Retomando el contexto histórico

 

Antes de comenzar con el análisis profundo de cada uno de éstos ejes antes mencionados, quisiera empezar en este texto introductorio, con una contextualización histórica de la aparición de los movimientos populistas latinoamericanos. Recordemos que a nivel mundial luego del fin de la Guerra Fría y  la caída del muro de Berlín, se había vuelto totalmente hegemónico un cierto discurso anti-estatal. Uno de los principales impulsores de este discurso fue obviamente la derecha neoliberal que deseaba dejar todo en manos de la “mano invisible del mercado”. Aunque en realidad si analizamos bien, en los gobiernos neoliberales el Estado siempre mantuvo un rol central como ente articulador de la penetración de la lógica mercantil en todas las esferas de nuestra vida.

 

Sin embargo, muchas veces uno de los elementos olvidados de este análisis es el hecho que un fenómeno parecido también ocurrió en los movimientos populares que resistían a la política neoliberal, el consenso de Washington y las políticas de libre comercio. Las fuerzas populares también vivieron vieron surgir con fuerza una corriente anti-estatal y apartidista como reacción a dos dinámicas esenciales: la experiencia autoritaria del Estado soviético u otros Estados que se pretendían socialistas por un lado y la total capitulación de los Estados a la lógica neo-imperialista del FMI, el Banco Mundial y su dictadura económica a través del instrumento de la deuda que nos gobernó durante casi tres décadas.

 

Es así que en la década de los 90, mientras los movimientos tradicionales de izquierda vivían una crisis histórica, hubo una explosión de los procesos que reivindicaban como única alternativa la organización de la “sociedad civil” apartidista, fundamentados en la importancia de un contrapeso al peligro del aparato estatal represivo y el desprestigio de los partidos políticos tradicionales. Estas fuerzas se articularon entorno al movimiento altermundialista y tuvieron su auge en torno a los Foros Sociales Mundiales a comienzos del siglo XXI, que reunían a cientos de organizaciones populares a nivel mundial.

 

Muy rápidamente se vieron los límites de esta dinámica que era incapaz de establecer estrategias de disputa estructural y sobre todo de construir un discurso de sociedad que vaya más allá de la suma de los discursos particulares de cada organización social específica, lo que tradicionalmente era el rol del partido político. François Houtart, gran compañero que nos dejó hace pocos meses, era uno de los fundadores de los Foros Sociales Mundiales, secretario ejecutivo del Foro Mundial de Alternativas, y miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial de Porto Alegre y sobre todo uno de los mejores analistas de esta contradicción. Él siempre lo decía: generar un espacio de encuentro y convergencia de organizaciones era algo esencial, pero sin ser capaces de generar agendas políticas comunes que disputen la complejidad lo estructural, ese espacio sería insostenible a largo plazo y desafortunadamente es lo que ha ido sucediendo cuando vemos la crisis en la que se encuentran actualmente los Foros Sociales Mundiales.

 

Ahora bien, es justamente en ese contexto de crisis del discurso hacia el Estado que surgen, como respuesta, los movimientos populistas latinoamericanos, poniendo de nuevo en el centro del discurso la disputa por una acción económica y política del Estado en términos de garantías de derechos, soberanía y política redistributiva en favor de las clases más pobres. Partiendo fundamentalmente de la herramienta electoral, la punta angular de este cambio fueron las asambleas constituyentes que en varios de nuestros países legitimaron mediante un proceso democrático representativo este profundo cambio institucional.

 

Luego de éstas dos décadas de experimentación parece obvio que estamos entrando en América Latina en una nueva fase de este proceso -nueva fase, no un fin de ciclo como quieren posicionar muchos de los medios masivos- y los próximos artículos tratarán de explorar las contradicciones y desafíos que nos han dejado los procesos latinoamericanos. Estos procesos, lejos de ser los nuevos procesos socialistas revolucionarios que nos pretenden vender sus defensores o los terribles  regímenes autoritarios disfrazados de pueblo que denuncian muchos de sus detractores, son procesos propios de transiciones históricas estructurales, y que tomaron en nuestro continente una forma Nacional Popular de alianza de clases, como lo llama João Pedro Stédile del Movimiento de los Trabajadores sin Tierra (MST), que si bien en un inicio estuvieron en una disputa interna que podía generar alguna esperanza, han demostrado ser incapaces de superar sus contradicciones, sobre todo en términos económicos estructurales y culturales.

 

Los próximos artículos analizarán estas dinámicas en detalle y espero que podamos debatir en torno a ellos puesto que son debates centrales para nuestro accionar político.

 

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