Las mujeres y el sindicalismo (I)

Las mujeres y el sindicalismo
Lunes 19 de Noviembre de 2018

Quisiera empezar esta intervención saludando a la memoria de todos y todas las compañeras que nos han permitido llegar hasta aquí, todos sus sacrificios y todas sus luchas. Es una deuda personal que tengo con la historia sindical de este país, el no saber, el no haber investigado cual fue el papel de las mujeres ese 15 de noviembre de 1922.

Con esto quiero abrirme paso para hablar un poco de lo que más me preocupa en la vida, que es nuestra capacidad, como movimientos sociales, como sindicatos, para identificar a nuestros enemigos. Desde mi punto de vista, existe un monstruo de dos cabezas que se ha dedicado por cientos de años a alimentarse de nuestro trabajo y de nuestras vidas.

Una de las cabezas de este monstruo, es el capitalismo: quedándose con el fruto de nuestro trabajo, explotándonos son tregua, privatizando todo. Haciendo que unos pocos estén arriba, y abajo estemos los que somos más.

La otra cabeza es quizás menos obvia, se llama patriarcado y es la causa de la primera división que existe entre nosotras y nosotros compañeros. Nos hace creer que es normal que las mujeres ganemos menos pero trabajemos más, dentro y fuera de la casa,  nos hace creer que es normal que los hombres nos golpeen y nos violen, que es normal que una mujer sea asesinada cada 50 horas.

Entender el feminismo como un asunto solo de mujeres, me parece un problema estratégico.  Desde mi punto de vista, el feminismo no puede limitarse a la representación de las mujeres. La lucha contra el patriarcado, es en sí misma, la lucha contra el capitalismo. El patriarcado generó durante la conformación del capitalismo, una serie de jerarquías entre los sexos: a los hombres por encima de las mujeres y ambos por encima de compañeres distintos. Sí, compañeres, así con e, porque no todo el mundo es u hombre o mujer, el mundo es más amplio. En fin, las jerarquías sexuales permiten mantener el estatus quo de la sociedad: que es la explotación.

En estas jerarquías sexuales del patriarcado, las mujeres pobres y de “color” han tenido todas las de perder de formas mucho más significativas que cualquier otra persona. El capitalismo criminal, no solo ha explotado desde siempre a la clase trabajadora, sino que se ha valido del patriarcado para oprimir y explotar especialmente a las mujeres. Como plantea la pensadora marxista feminista Silvia Federici: Si el capitalismo en su primera etapa, no se hubiese apropiado del trabajo de las mujeres, le hubiese sido imposible constituirse.

El capitalismo se valió y se vale del patriarcado para mantenerse, porque por siglos a las mujeres nos negaron el derecho al salario por nuestro trabajo de cuidado, y luego, cuando accedimos al mercado laboral, se nos pagó montos inferiores, en peores condiciones, sin seguridad social y además sufrimos una suerte de doble jornada laboral, una fuera y otra dentro de nuestros hogares. Compañeras y compañeros, el trabajo doméstico, también es un trabajo, y debe ser reconocido como tal. Por lo tanto, no puede entenderse una lucha sindical, por fuera del feminismo.

En este mismo sentido, tampoco se puede entender un feminismo que carezca de consciencia de clase. Como dijo Ángela Davis, otra gran pensadora marxista feminista: “¿De qué le sirve a la mujer de abajo, a la trabajadora obrera, a la campesina, a la lesbiana, a la marginal, a las mujeres de color, a las mujeres trans, a la trabajadora del hogar; un feminismo del techo de cristal, un feminismo de las que ya están arriba, un feminismo que no critique la misma base económica clasista que sostiene las jerarquías sexuales?” Nuestra tarea revolucionaria es hacer del movimiento sindical una unidad diversa con el feminismo popular, que se cuestione no solo la estructura de clases mantenida por el sistema capitalista, sino las jerarquías sexuales que la sostienen.

Si desde el sindicalismo no somos capaces de evidenciar y asumir al desarrollo del capitalismo como un proceso de domesticación y sometimiento de las mujeres, un proceso de desposesión de conocimiento, propiedad y relevancia a la figura femenina y un proceso de control de nuestros cuerpos femeninos; seremos incapaces de plantear cambios reales a las estructuras de poder.

Después de esta exposición, no es posible que sigamos manteniendo desde el sindicalismo a las demandas de género en una posición marginal o secundaria. Parecería que las demandas feministas fuesen en sí, un sujeto aparte de la revolución y no la revolución en sí misma. Creo que desde la izquierda hemos errado en entender al feminismo como una amenaza, cuando en realidad, es el complemento que permite entender lo que la clase no logra explicar. Con la división sexual del trabajo, a las mujeres se nos privatizó el cuerpo a través del matrimonio, se nos relegó al cuidado y reproducción, se nos negó la autodeterminación, se nos negó el salario. ¿acaso no somos las mujeres las que parimos obreros y obreras? El primer antagonismo de clases que apareció en la historia es el que existe entre el hombre y la mujer en el capitalismo, y la primera opresión de clases, la del sexo masculino sobre sexo femenino.

 

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