La naturalización de las desigualdades y la sociedad de clases

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Lunes 15 de Abril de 2019

¿Por qué son utilizados ciertos rasgos naturales de las personas para naturalizar las desigualdades, cómo las diferencias sexuales y raciales? Las diferencias se convierten en un problema cuando se consolida la sociedad de clases, con los discursos de igualdad y meritocracia. La naturalización de las desigualdades parte de la lógica en que tanto la raza como el sexo son dispositivos para legitimar la desigualdad; a partir de plantear estas diferencias como irrefutables y negando su construcción tanto social como histórica.

La naturalización de las desigualdades funciona como un mecanismo engañoso para justificar la injusticia en la sociedad de clases. Este proceso parte del discurso de la meritocracia, en que se plantea la ilusión de los humanos nacemos libres, iguales y con igualdad de oportunidades. Estos elementos del discurso liberal benefician a las clases acomodadas y plantean a las clases desposeídas como fallidas en el intento de superarse.

El sexo se convierte en una categoría significativa solo a partir del esencialismo biológico, que asume como evidentes las diferencias entre hombres y mujeres como órdenes predeterminados e indiscutibles, negando la construcción socio-histórica de las diferencias y la existencia de cuerpos por fuera del código binario hombre - mujer. Desde aquella perspectiva, las diferencias y opresiones de género son asumidas como válidas.

La relación que se da entre raza y etnicidad, se da en una controversia. El concepto de raza fue asumido en la academia como una desigualdad y pasó a rechazarse desde una postura ético humanista, por lo que el término étnico se difundió sobre todo después de la II Guerra Mundial. Así como el género, la etnicidad se planteó como el reconocimiento de que las comunidades humanas se dan a partir de construcciones históricas y sociales, y no de diferencias genotípicas. La etnicidad trataba de dar rasgos culturales a nociones que se habían naturalizado de ciertos grupos humanos. Sin embargo, la suerte que corrió la adopción del término etnicidad fue el de minimizar el problema del racismo, del que se derivan hasta la fecha, discriminación y exclusión.

Las diferentes estructuras de dominación afectan a blancxs, a la gente de color y las mujeres y los hombres de maneras particulares. El vínculo político que se da entre las relaciones de sexo, género, raza y etnicidad, se da a partir de construcciones ideológicas con el fin de sostener este mecanismo de naturalización de las desigualdades, así como para reproducirlas en una sociedad de clases. Se asumen estas diferencias en un clima en que ideológicamente prevalece una ética de igualdad de oportunidades, sin una supuesta distinción de raza y género, pero ésta ilusión de la igualdad se convierte en contradictoria, provocando que las desigualdades sociales sean naturalizadas.

La intersección de raza-género es la que configura los estratos en la sociedad de clases. En este sentido, el género da lugar a la reproducción de la clase y ambos conforman las jerarquías sociales. Si no se tiene en cuenta, que tanto etnicidad como género representan construcciones socio-históricas, tanto etnicidad como género podrían ser utilizadas para la justificación de las desigualdades sociales. En este sentido, el discurso de la meritocracia, conjuntamente con la ilusión de la igualdad de oportunidades, perpetúan las desigualdades.

Se sugiere que pensemos que con el esfuerzo suficiente se pueden superar las condiciones de clase, pero en el fondo se oculta la estructura del orden social de la desigualdad. La ilusión de que los individuos son dueños y señores de su destino, oculta y justifica las lógicas de las jerarquías y estratos en la sociedad de clase. El racismo y el sexismo se expresan como la estructura ideológica que presenta las desigualdades de la sociedad de clases como natural.

La naturalización de las desigualdades se expresa a partir de las diferencias sexuales desde el control del cuerpo de las mujeres en general, a partir de la maternidad controlada, así como desde la estratificación el matrimonio. Mientras que el racismo coloca a sujetos como ciudadanos de primer y segundo orden. Y ambos mecanismos son constitutivos de las desigualdades sociales.

La naturalización de las desigualdades cumple una importante función ideológica, mientras las concepciones racistas de las diferencias justifican el orden social, asumiéndolo como natural y de esta manera, reproduciendo las jerarquías en las que se representa la injusticia social. Las diferencias de sexo, género, raza y etnicidad se construyen de forma socio-histórica, no natural y el conjunto completo de la desigualdad se aplica simultáneamente para constituir la clase, por lo que no se encuentran separadas las desigualdades de clase y género. La relevancia de esta revisión de raza y género reside en el hecho de asumir que la interseccionalidad plantea que las desigualdades son simultáneas, por lo que no podemos descartar o superponer una categoría sobre otra. Cuando decimos que la revolución será feminista o no será, planteamos precisamente que no se puede superar la sociedad de clases sin erradicar la naturalización de la desigualdad de género, sin pretender igualar las ricas diferencias que nos versan.

 

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