Si seguimos abandonado la Modernidad ¿qué estamos abandonado?

santo
Jueves 29 de Agosto de 2019

Más allá de ser un momento histórico bien delimitado (que iría más o menos desde el siglo XV o XVI hasta nuestros días -o según algunos filósofos, ya habría terminado en algún momento del siglo XX-), la Modernidad es un proyecto en constante disputa y abandono, construcción y destrucción, búsqueda y pérdida.

 Pero, ¿cuáles son sus elementos? Félix Duque, el filósofo español, dirá que son la Crítica y la Ilustración: dos estados vinculados imperiosamente en una contradicción latente, que busca "alentar como acicate en la conciencia de los hombres" ¿Por qué es un proceso de contradicción? El propio Duque dirá que la característica del 'proyecto' moderno es la crítica de sus propios mecanismos de nacimiento y desarrollo sin doctrinas absolutorias. Un verdadero crítico de la Ilustración no tiene más opción que ser un crítico ilustrado.

Los elementos dados en el proyecto ilustrado requieren de una crítica implícita de las condiciones pasadas que fomenten un cambio 'consciente' hacia otra realidad intelectual y material. Esta crítica, a pesar del conformismo político, no puede quedarse en la obstinación pesimista del regreso al pasado, sino en una evaluación constante del presente en razón del futuro. De ahí por qué sus críticos más acérrimos eran los conservadores de viejo cuño. Casi como una máxima escolar, 'no se puede vivir, dignamente y en madurez asumida, sin criticar la vida'. Otro cuento sería morir para aceptar la muerte, como alguna vez Mefistófeles aseguró frente al Doctor encantado.

Es decir, más allá de una razón negativa del desarrollo lógico del proyecto, habita una razón especulativa que al tiempo lo construye y lo cuestiona en el deseo del cambio constante, siendo modificado éste último por el propio pensamiento ilustrado, que vive en él, y al mismo tiempo es penetrado.

La Modernidad es un proyecto que implosiona sobre sí mismo, al tiempo que se reconstruye sobre las propias particularidades históricas de su tiempo. Es la paradoja inmanente entre la institucionalización del uso libre de la razón y la profanación de ésta en el devenir de una realidad en que no todos son ilustrados, como diría Kant -tal vez porque aún se sigue pensando en la Ilustración, pero muchos aún no la conocen; y aun si lo hacen, requerirán de la razón para cuestionarlo-.

Por ello es un proceso y proyecto histórico, y no un monolito histórico (duro, definido e impenetrable). Incluso para comprenderlo, hay que desbaratar el supuesto de que está dada a priori, como si existiera algo fuera de la construcción que se hace del mismo. Es su propia configuración contradictoria que permite pensar constantemente en un proyecto que es cuestionado en su comprensión. Y esto no responde a un relativismo idealista, sino a la propia configuración material y dialéctica del momento desde el que se comprende a sí misma la Modernidad. Es más, en sus propios elementos de configuración -de la Modernidad- existen algunos que se presentan como independientes de la unidad entre crítica e Ilustración. Es decir, que intentan independizarse del momento en el que emergen.

Si bien el cuestionamiento por la relación sensible ha cobrado buenas reflexiones de algunos de los pensadores más importantes de la historia, es precisamente con la Ilustración que se empieza a entender a la obra de arte (el espacio más ejemplificador de la estética) como una suerte de objeto:

"Ya se ha aludido, de hecho, a uno de los aspectos de esa novedad, a saber, que en esta época concreta de la sociedad de clases, con la emergencia de la primera burguesía, los conceptos estéticos (algunos de ellos revestidos de un distinguido pedigrí histórico) empezaron a desempeñar, aunque de manera tácita, una función intensa e inusualmente central en la constitución de la ideología dominante" (Eagleton 2006, 54).

Y pese a que emerge en la Modernidad como espacio relativamente 'autónomo' de pensamiento, la Modernidad burguesa termina por independizarla de la relación con los demás elementos que emergen del pensamiento crítico, como la política, la ideología o incluso la economía política: ¡el arte por el arte! Gran tontera del artista encerrado en el gabinete. Sin embargo, más allá de la explicitación del lugar común que significa decir que la estética no es un espacio independiente de las condiciones de existencia de las que parte, sí es necesario recalcar, como bien señala Eagleton, que surge como una 'disciplina' burguesa.

Ahora bien, volviendo al tema central, si ya se dijo que la Modernidad permite el cuestionamiento de sí misma como elemento constitutivo inherente ¿es absolutamente irrisorio pensar en otra Modernidad, con una correspondiente crítica alternativa e Ilustración diferente de la burguesa? Por el contrario, es casi una sentencia: como bien señaló el filósofo ecuatoriano, Bolívar Echeverría, la propia Modernidad alberga un proyecto alternativo en su seno, que está en constante disputa con la Modernidad capitalista. Sin ahondar demasiado en este tema, la propia estética, como elemento que parte en las características antes dichas, pese a su origen, puede ser subvertida. El propio movimiento comunista, por dar un ejemplo, nace de la revolución política por excelencia que instituye políticamente la Modernidad: la Revolución francesa. Precisamente la radicalidad de las posturas críticas e ilustradas permiten llevar a la Modernidad hacia una postura que va más allá de lo instaurado. La estética bien puede cumplir un papel similar sin salir de los parámetros modernos.[1] 

Pero, más allá del ejemplo de la estética como elemento constitutivo del pensamiento moderno, lo que se intentó recalcar aquí es la constante contradicción que configura a la Modernidad. Esta, en su espacio de metamorfosis constante, tiende a la reconstitución de sus propios 'engendros'. La razón ilustrada y la crítica son dos caras de una misma moneda. El abandono de la crítica ilustrada para modificar el mundo contiene riesgos muy graves; tal vez vuelve a ser el momento de recuperar a la Modernidad como un proyecto revolucionario -como lo hicieron desde los europeos en 1848 hasta los chinos en 1949-, despojándolo de los mitos que, como se hizo en el siglo XVIII, tuvieron que ser cuestionados gracias a la propia razón. En definitiva, la crítica ilustrada de izquierda como exorcista de los mitos antirracionales y posmodernos ¡Qué cuidado tenemos que guardar frente a las acciones que se embadurnan desde el irracionalismo, desde el anti humanismo, desde la oscurana que torpedean desde la parte de atrás de nuestra cabeza!

Abandonar hoy el proyecto de una Modernidad humana (y que se repita que toda política se basa en un proyecto) sería rendir aquello que aún puede salvar al planeta. Aún... 

[1] Bien podríamos preguntarnos si la estética podría funcionar como se la entiende fuera de la Modernidad.

 

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