Fascismo: desentrañando el laberinto (II)

fascismo en américa latina
Miércoles 5 de Diciembre de 2018

En la primera parte de este artículo, se analizó al fascismo desde un punto de vista sociopolítico; ahora, continuaremos con el estudio, desde una segunda mirada, un perspectiva psicosocial y además presentamos un tercer apartado acerca de las posibilidades para enfrentar los fascismos/autoritarismos.

2. La perspectiva psicosocial.

El aporte pionero en este terreno es el del psicólogo marxista de origen alemán W. Reich, quien padeció en carne propia el ascenso del fascismo. Reich expuso sistemáticamente su interpretación del fenómeno por vez primera en su libro Psicología de masas del fascismo (1933), que tuvo varias reediciones a lo largo de su vida, en las que fue desarrollando sus planteamientos iniciales, a la luz de los desarrollos del propio fascismo a lo ancho de Europa y del contacto directo que tuvo con multitud de pacientes de diversas clases, nacionalidades y credos religiosos. Ya en el prefacio a la tercera edición de su obra (1942) este autor sostuvo una tesis bastante provocadora, que ubicaba al fascismo como “la expresión políticamente organizada de la estructura del carácter del hombre medio…En este sentido del carácter, ‘fascismo’ es la actitud emocional básica del hombre autoritariamente sojuzgado de la civilización maquinista y de su concepción [del mundo]”. Por tanto, y a contrapelo de lo que se había pensado hasta ese momento, Reich propone que el fascismo es un fenómeno internacional, “que invade todas las instituciones de la sociedad humana de todas las naciones”. Y, más aún, postuló que era posible encontrar elementos del sentir y pensar fascista en la gran mayoría de los seres humanos de las sociedades industriales. De hecho, lo que a su entender distinguiría al fascismo de otros movimientos políticos reaccionarios es el hecho de ser defendido por masas de hombres: “Como el fascismo aparece siempre y en todas partes como un movimiento sostenido por masas de hombres, revela todos los rasgos y contradicciones de la estructura del carácter del hombre-masa: el fascismo no es, como generalmente se cree, un movimiento puramente reaccionario, sino que constituye una amalgama entre emociones rebeldes e ideas sociales reaccionarias”. Para Reich, en su forma pura, el fascismo no es sino “la expresión de la estructura irracional de los hombres-masa”. Irracional en tanto amalgama de prejuicios (étnicos, raciales, religiosos, políticos y sexuales) que se fueron arraigando en los tiempos largos de la historia y que son puestos al servicio de un poder específico en determinada coyuntura. En otras palabras, la dimensión sociopolítica del fascismo se nutre y retroalimenta de la dimensión psicosocial, cuyo núcleo es el desarrollo de una mentalidad de tipo fascista entre las masas, la mentalidad del “pequeño hombre, mezquino, sometido, ávido de autoridad y a la vez rebelde”: “La civilización autoritaria mecanicista obtiene del pequeño hombre, en forma de fascismo, todo lo que ha sembrado desde hace siglos en forma de mística, sargentismo y automatismo en las masas de los pequeños hombres sojuzgados. Este pequeño hombre imita demasiado bien la conducta del gran hombre y la reproduce distorsionada y aumentada. El fascista es el sargento mayor en el ejército gigantesco de nuestra civilización profundamente enferma y muy industrializada”.

Pero, para que no quepa lugar a dudas, Reich nos advierte que si bien son las capas medias, sobre todo en épocas de crisis, los lugares privilegiados en donde se desarrolla el carácter autoritario y la mentalidad fascista, el resto de las clases no están excentas de producir en su seno este tipo de sujetos, que pueden ser encontrados tanto en la burguesía como entre la clase trabajadora; entre hombres y mujeres; entre jóvenes y adultos…en el Centro y la Periferia, agregaría; y, lo que resulta más paradójico, tampoco los miembros de organizaciones y partidos de izquierda están exentos de se permeados de uno u otra forma por el carácter y la mentalidad descrita por Reich como fascista. Tal vez esta sea la explicación de fondo de por qué el fascismo continúa siendo, como mencionamos en el epígrafe inicial de Joao Bernardo, una “realidad en suspenso”; un espectro que se niega a morir pese a las múltiples derrotas que ha sufrido en el campo político-militar.

No obstante, si seguimos el argumento de Reich, no será difícil darnos cuenta que, bajo ese fascismo abiertamente político que asoma de vez en cuando a la escena pública, corren los ríos profundos de ese otro fascismo de carácter cotidiano que nos ha venido acompañado hace mucho: aquel que se nutre de nuestros miedos y frustraciones (amorosas, sociales, sexuales, etc.) y nos vuelve sujetos más proclives a la manipulación de masas, incluso aquellas que derivan en la violencia colectiva contra los diferentes chivos expiatorios de las sociedades de masas: ayer los judíos y gitanos, hoy los inmigrantes y las mujeres; los comunistas y la izquierda casi siempre.

3. Enfrentando a los fascismos/autoritarismos. Por lo hasta aquí expuesto se puede deducir que no existe una formula única que permita, a modo de receta, resistir a los fascismos allí donde asoman. Por un lado, está el problema propiamente político del asunto: ¿Cómo lidiamos con aquellos movimientos abiertamente fascistas que comienzan a emplear la violencia (simbólica y material) contra quienes considera una amenaza? ¿Qué estrategias de resistencia se pueden desplegar una vez que esos movimientos/partidos/políticos fascistas o autoritarios comienzan a conquistar espacios del poder estatal? ¿Cómo se puede prevenir que esos movimientos expandan su influencia en las cabezas y corazones de las masas? A lo mejor, lo primero que debemos reconocer es que,  tristemente, en la actualidad no tenemos respuestas prácticas del todo claras a estas interrogantes; que nos toca afinar nuestras herramientas intelectuales para dar cuenta de un fenónemo que no terminamos de comprender en su complejidad. Muy probablemente, en el corto plazo, a los latinoamericanos nos toque lidiar con cada vez más gobiernos y movimientos de derecha y extrema derecha que echen mano de algunos elementos de los fascismos clásicos y contemporáneos; nos tocará resistir sobre la marcha; ser a la vez cautos y creativos; cuidarnos en nuestras batallas, librarlas con mucha inteligencia táctica y estratégica. Pero este es sólo un lado de la cuestión, el más evidente, el más inmediato, el más abiertamente político, si ustedes quieren, pero no el único.

Si de algo nos pueden servir los planteamientos sobre la psicología de masas adelantados por Reich y compañía, es para darnos cuenta que, además de esas luchas más abiertas e inmediatas, la lucha contra el fascismo y demás autoritarismos que lo alimentan, no debemos cejar en un empeño de carácter permanente y cotidiano por construirnos como sujetos en batalla permanente contra la plaga autoritaria que acecha todos los días nuestros espacios vitales: desde nuestros cuerpos hasta nuestras comunidades políticas más amplias, pasando por nuestras relaciones de pareja, nuestras familias, barrios, escuelas, etc. La batalla contra los fascismos empieza aquí y ahora, mediante la liberación de nuestras energías corporales, mentales y afectivas; con la construcción de espacios de convivencia y reconocimiento; de gestión comunitaria de la salud (sexual, mental, física), la educación y la cultura; de apoyo mutuo y de defensa de los múltiples territorios que habitamos. Esa lucha no tiene fecha de inicio ni de fin, es permanente, pues permanente es la dominación y el autoritarismo. En la medida que lo logremos más difícil le será a esa plaga expandirse; pongámosle diques entre todos y todas.

 

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