Despreciar y servirse del Estado: la hipocresía de las derechas

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Jueves 11 de Marzo de 2021

La derecha financiera, conjuntamente con la derecha oligarca- exportadora, la 21-6 -de Guillermo y Nebot- vuelven a aparecer en escena con el desgastado, pero no menos influyente discurso: el Estado y la economía planificada y centralizada son las causantes de todos los males que aquejan al Ecuador.

Oírlos a toda hora hablar -a través de sus empresas mediáticas- sobre lo “gigante” del Estado, sobre la “excesiva burocracia”, sobre el terrible “gasto público”, es ya una constante a cualquier hora del día. Pero es más preocupante saber que la gente común, los que vamos en bus a camellar 8 - 12 horas, con medio sueldo (cortesía de la Ley Humanitaria), nos creemos ese discurso. Pero ¿qué hay detrás de la cortina de la verborrea antiestatal? Cinismo puro y grosero cinismo.

Para empezar. El Estado somos todos, nos guste o no. Es usted, que vende chicles corriendo, corriendo de los municipales. Es usted, profe de escuela, a quien no le llega el sueldo a tiempo. Es usted, trabajador de empresa privada, que paga sus impuestos. También lo son las grandes corporaciones, esas que evaden impuestos como sea, y las que piden a gritos que el Estado se vaya, porque claro, el Estado les cobra impuestos y eso no les gusta. 

En ese marco ¿qué quiere decir menos Estado? Menos Estado, simplificando un poco –o bastante- quiere decir menos de todo para nosotros. Menos salud pública de calidad, menos médicos, menos guardaparques, menos maestros, menos escuelas, menos capacidad del Estado para asumir sus compromisos, y evidentemente más desempleo. Sólo en 2019, cerca de 25, 000 servidores públicos fueron despedidos.

Quiere decir menos impuestos. Pero nuevamente ¿menos impuestos para quién? Para usted no ha de ser, estos se incrementan. Subirá el IVA, se irán los subsidios, pero impuestos como el ISD, se irían también.  Esto le conviene no a usted sino a quien fuga capitales a paraísos fiscales, a quien saca por millones el dinero lejos de este país. Significa más remisiones tributarias a las grandes fortunas -por grandes me refiero a más de 12 cifras en la cuenta, no a usted amigo emprendedor que con suerte y esfuerzo tendrá unos 2,000 en su cuenta del Banco de Guayaquil-. Me refiero a quienes manejan el Banco de Guayaquil. ¿Cómo es esto posible? Con ayuda y beneplácito del Estado neoliberal. La derecha solo desprecia al Estado que ayuda al pobre, no al Estado que ayuda al rico.

Pongamos otro ejemplo. Usemos al candidato de la banca. A Don Lasso, ese que quiere ser presidente -el servicio público de mayor categoría-, pero que desprecia al servidor público. En el 99, como superministro de Mahuad, entre otras cosas, congelaron los ahorros de los ecuatorianos por un año. El Estado emitió certificados de depósitos, en el intento de garantizar los depósitos. Sin embargo, y en una gran jugada, aprovechando que la gente se moría de hambre, los bancos compraron esos certificados a la mitad o menos de su valor. Es decir, si tenías 100 latas de ahorro el banco te compraba el certificado por 40 y eso haciéndote un favor.

Hasta ahí “todo bien”, pero ¿qué paso después? Resulta que después de esto. El Estado, el cuco, apareció para salvar a sus amigos banqueros. La Corporación Financiera Nacional, recompro esos certificados de depósitos por el total de su valor. O sea, usted le vendió ese certificado al banco a 40 y el banco le vendió ese certificado al estado a 100. Yo le juro que en el 99 ningún banquero destilo odio contra el Estado. Y claro, su patrimonio bien ávido y mal habido, creció exponencialmente.

Cómo vemos, el Estado haciendo de las suyas salvando a los ricos, todo bien. Pero claro, cuando en 2016 se invertía un promedio de 1,500 dólares por ciudadano, en obras e infraestructura, el Estado “despilfarraba” recursos. Vaya a ver usted esa obstinación de los pobres por querer vivir dignamente. El mensaje es claro: comprar bonos obtenidos dolosamente a los banqueros, es bueno para el Estado. En cambio, invertir en salud y educación, es una atrocidad.

Si no se convence aún de la hipocresía de nuestros ejemplares banqueros y oligarcas de bien, tranqui. Usemos un ejemplo más contemporáneo. La crisis por el COVID se vio agravada en buena medida porque a causa del consejo de Don Guille y tantos otros, redujimos el gasto público en salud. En Fin, la pandemia sigue y necesitamos vacunas. Las multinacionales han sido más o menos firmes en dejar claro que no negociarán -aún- con la empresa privada, sino que darán prioridad a negociar con –exacto- el Estado. El ex ministro Zeballos, el de los grupos económicos -¿cuál de todos?-, no hubiera podido vacunar a su mamita, a Moreno a Oquendo ni hubiera podido “invitar” a Lasso, en enero, a vacunarse si no se hubiera servido con cuchara grande del Estado y sus recursos. Pero eso si está bien ¿verdad? porque para eso sirve el Estado, no para vacunar a guaguas con la pentavalente, obvio.

En fin, estamos a merced de la hipocresía y el cinismo de personajes, que no son leales ni siquiera a su propio discurso. Delibere usted que podrían hacer si llegan a tomar el poder de ese Estado que tanto dicen despreciar.

 

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