Revisitando al “Hombre Nuevo” en clave feminista

CheGianola
Martes 27 de Noviembre de 2018

Si uno se pone a pensar en las principales representaciones que, desde el triunfo de la revolución cubana en adelante, influenciaron la subjetividad de los y las militantes de izquierda, puede nombrar muchas. Me interesa centrarme particularmente en una: la imagen del “Hombre Nuevo” encarnada por el Che Guevara. Este “Hombre Nuevo” no solo marcó la moral y le ética de la militancia de izquierda y revolucionaria de los 60 y 70, sino que trascendió hasta nuestros días inculcando los valores que todo sujeto revolucionario debe tener en sus espacios de militancia, en la izquierda contemporánea. Ahora bien, ¿Qué hay de nuevo en el “hombre nuevo”? ¿Realmente el “hombre nuevo” introduce un cambio radical a la vida de los sujetos, o simplemente enmascara lo viejo?, ¿Qué lugar le deja este hombre a la mujer? Trataré en las siguientes líneas de pensar estas preguntas en clave feminista, con la intención de invitar a una reflexión sobre ese sujeto dibujado por Guevara y sus implicancias.

Según el Che, el “hombre nuevo” nacería luego del triunfo de la revolución y sería el producto de la consolidación del socialismo en tanto que sistema social y político. Con la publicación de “Pasajes de la guerra revolucionaria” en el año 1963, el Che dejaba plasmado en el papel el proceso a través del cual nace el “hombre nuevo”. El pasaje, en tanto que ritual, marca la honda transformación subjetiva que el propio Che había experimentado, y que implica la conversión al credo revolucionario (Maccioni 2013). El Che reconoce que este paso se produce como un “bautismo” en el que uno tiene que dejar todo lo que fue en el pasado para encarnar una nueva subjetividad, y convertirse en el “hombre nuevo” (Guevara 1975). Esta nueva subjetividad se encuentra acompañada por una serie de valores los cuales, lejos de romper con los ideales liberales y tradicionales acerca de los roles de género, del papel de la mujer y el hombre en la sociedad, los reafirma.

Uno de los primeros pasajes que reconoce el Che se dio en 1956 cuando, durante un combate en el paraje Alegría del Pío, tuvo que optar entre la caja de balas o el botiquín, a la vez que se vio en la situación de encontrar la “mejor manera de morir” (Guevara 1975,19). Tomar las balas y buscar dicha manera de morir, demuestra que este nuevo hombre se construye en relación a valores de heroísmo y dignidad. El amor es otro de los valores que el hombre nuevo debe poseer. Es interesante este punto ya que el propio Che aclara: “déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor” (Guevara, 1965: s/p). Asociar la ridiculez al sentimiento de amor lleva a reforzar los ideales hegemónicos de la masculinidad, los cuales ponen al hombre como un sujeto racional y alejado de su lado afectivo. Otro de los valores que debe encarnar todo sujeto revolucionario se encuentra representado en el sacrificio. En este punto la “novedad” que encarna comienza a desvanecer en el aire. Decía el Che: “los dirigentes de la revolución tienen hijos que, en sus primeros balbuceos, no aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio general de su vida para llevar la revolución a su destino” (Guevara 1965, s/p). Como vemos en el ideal de sujeto revolucionario, el sacrificio, por un lado, construye la imagen de un padre ausente, pero digno y heroico revolucionario, mientras continúa ubicando a la mujer dentro de la esfera doméstica, sacrificándose por la revolución a través de cuidar a los hijos e hijas de los guerrilleros. De este modo, al ubicar a la mujer/esposa del guerrillero en el ámbito del hogar y la crianza de los hijos e hijas, la narrativa del “hombre nuevo” naturaliza las diferencias de género y sexuales que existen en la sociedad.

Como se puede observar, la epistemología y la narrativa revolucionaria de lo “nuevo”, no solo no rompe con lo viejo, sino que establece lazos de solidaridad. La figura del “hombre nuevo” es representada en la narrativa revolucionaria como un sujeto sexuado universal y colectivo. Lejos de ser una figura neutra, lo “nuevo” aparece como un tránsito de una masculinidad burguesa y liberal hacia otra revolucionaria. En este sentido, la falta de neutralidad de la “nueva” subjetividad se basa en un proceso de exclusión a través del cual lo femenino, al igual que en la vieja epistemología, queda circunscripto a la esfera privada del hogar. De esta manera lejos de construir un sujeto que trascienda las jerarquías sexo-genéricas, la narrativa del “hombre nuevo”, termina por reproducir los ideales liberales de género. Así la mujer pasa de ser la “mujer del burgués” para ser el “reposo del guerrero”.

 

Bibliografía.

Guevara, Ernesto. Marxist. s.f. https://www.marxists.org/espanol/guevara/65-socyh.htm#topp.

—. Pasajes de la guerra revolucionaria. La Habana: Editorial de arte y literatura, 1975.

Jiménez Gómez, Diana Lorena. Las "mujeres nuevas" de Alfaron Vive Carajo: identidades de género, experiencias, historias y memoria política. Quito: (tesis flacso), 2016.

Maccioni, Laura. «Retratos del Hombre Nuevo: figuras de la subjetividad revolucionaria en Pasajes de la guerra revolucionaria y "Comienza el desfile".» Anclajes, 2013: 77-89.

 

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