Discutir al Estado hoy

ESTado
Domingo 20 de Mayo de 2018

En buena parte del marxismo de hoy existe una obsesión respecto al “problema del Estado”, muletillas como “toma del poder” o “Estado proletariado”, son repetidas constantemente sin un mínimo de reflexión, por lo que las interpretaciones resultantes alcanzan para todo, menos para la “conquista del poder” y la construcción del socialismo.

La teoría del Estado de Marx – Engels y Lenin principalmente ­– ha sido interpretada mecánicamente por un sector hegemónico del marxismo – al que llamaremos marxismo estatista –, llegando a la “conclusión” de que ninguna revolución puede desarrollarse sin la tutela del Estado, que ya no es solo el botín de guerra del proletariado, sino el vehículo la revolución. Esta caracterización ha limitado la teoría marxista en la práctica, apostando en todos los sentidos al perfeccionamiento del Estado – en el aspecto burgués – y no a su destrucción y extinción, abriendo una brecha enorme entre las ideas de Marx y los marxistas.

Sobre el Estado

El Estado es una de las formas en que históricamente se ha organizado la sociedad llegado cierto grado de desarrollo las fuerzas productivas, lo que nos dice de la existencia de sociedades que prescindieron de el (Engels 1984), es decir, el Estado no siempre ha existido, ni tiene porque existir.

Producto del desarrollo de las fuerzas productivas el Estado surge en medio de la conflictividad de clases (Engels 1984), representando a una clase que domina y explota a otra mediante la “legitimidad” del poder político y el monopolio de la violencia, por lo tanto, el Estado viene a ser esencialmente un aparato de clase (Marx y Engels 1976).

Al factor económico, que pretende ser el elemento determinante – explicativo sería el término adecuado – en la aparición del Estado, se suma el patriarcado (Öcalan 2017a, 2017b). La apropiación del excedente económico más la centralización del “poder” por los hombres en las sociedades de la antigüedad – paso de sociedades de tipo matriarcal a las de tipo patriarcal –, constituyeron los pilares que han dado forma al Estado hasta nuestros días.

Ya en la modernidad capitalista, el Estado nación se expresa aún más como un conjunto homogenizador de la sociedad, sustentado sobre una clase dirigente casi siempre diferenciada en el género, lo étnico y religioso. Esta característica de valor “universal”, adquiere dimensiones propias dependiendo del contexto y las fuerzas en pugna que buscan "democratizarlo”.

Aparentemente existe una brecha irreconciliable entre el Estado y la sociedad, una naturaleza perversa imposible de cambiar, sin embargo, ¿qué habría de cierto si el Estado es un ente en disputa?, ¿a qué se refieren Marx, Engels o Lenin, cuando hablan del empleo temporal del Estado por el proletariado?, ¿es el pueblo organizado que asume poco a poco las funciones del Estado o la constitución de un nuevo aparato burocrático que monopoliza la violencia?

El Estado y la revolución

En el Manifiesto Comunista Marx y Engels sentencian lo siguiente:

El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez la suma de las fuerzas productivas (1976, 52).

Marx y Engels se refieren al Estado como el proletariado organizado en forma de clase dominante, esto es el gobierno democrático del pueblo – la dictadura del proletario, no de el partido –  (Prince 2012), quien rompe – destruye – las instituciones que sostienen al Estado burgués: el monopolio de la violencia reemplazado por el pueblo en armas, la propiedad privada, poco a poco centralizada en manos de los y las trabajadoras, el poder político, de tipo delegativo, verdaderamente democrático sobre la base de la voluntad popular, y la institucionalidad burocrática, reemplazada por las instituciones nacidas en el seno del pueblo.

La revolución es un acto que destruye al Estado burgués, el “Estado” proletario – una definición ambigua –, se encarga de ir extinguiendo gradualmente los remanentes del Estado mediante la recuperación de las facultades de gobierno, producción, distribución y defensa, secuestradas a la sociedad por el Estado burgués[1]. Este proceso, como se entiende, no será de la noche a la mañana, requerirá de la participación masiva de la población y de un nuevo sistema institucional constituido sobre el poder popular, antes, durante y después de la revolución.

Contraria a la interpretación mecanicista que hizo el marxismo estatista de la teoría del Estado – inevitabilidad del socialismo por medio del Estado –, el marxismo tiene como horizonte la extinción de este, sin embargo, en la contienda política reconoce la imposibilidad de prescindir del Estado como espacio de disputa, es por ello, que a nivel táctico no olvida la importancia de pelear “la contienda democrática” – no por el Estado en sí mismo –, sin olvidar que dicha disputa se da en el marco de un Estado burgués. Se lucha dentro del Estado burgués para destruirlo, no para reforzarlo.

El período de transición al socialismo

Los padres del marxismo llegaron a la conclusión que el Estado al ser una creación humana, podía ser destruido e irse extinguiendo paulatinamente mediante la emergencia de otra forma de organización y administración que ocuparía su lugar. Evidentemente no hemos llegado en la historia moderna a un punto en el que el Estado haya desaparecido del todo, y la sociedad se haya bastado por sí misma para hacerse cargo de la vida. Desde la Comuna de París hasta la Revolución Bolivariana o Rojava, el Estado continúa siendo un punto de tensión del que no se puede prescindir.

El reconocimiento del Estado como un aparato de dominación de clase es necesario, siempre y cuando esto no nuble su dinámica porosa (Cadahia y Coronel 2017), en la que el pueblo puede influir con la finalidad de desmontarlo. En la actualidad dos de las experiencias revolucionarias más potentes ejemplifican esta concepción táctica.

La Revolución Bolivariana en Venezuela (Arenas y Sanoja 2017) ha corrido contra todos los ataques posibles, desde la agencia del imperialismo, la derecha criolla, la oligarquía latinoamericana, la corrupción y burocracia dentro de si misma, ha comprobado que la revolución animada por el Estado, encuentra límites cuando las instituciones que emergen del poder popular cuestionan el carácter aún burgués del Estado Bolivariano.

La transición al socialismo iniciada por la Revolución Bolivariana, hoy en contradicción, ha colocado al movimiento popular tras la contienda electoral, para mantener un espacio que posibilite dicha transición sin recurrir a una guerra civil. El horizonte de la Revolución Bolivariana es la superación del Estado burgués hacia el Estado Comunal o la Confederación de Comunas, que reduciría el rol del Estado burgués, reemplazándolo por un sistema sustentando en el poder popular masificado a lo largo y ancho del país. El cerco que han impuesto los enemigos de la revolución más los errores propios, han “ralentizado” este proceso aún en marcha.

La revolución de Rojava (Kurdistán sirio) se ha desarrollado en contradicción con todos los Estados que la rodean, Turquía, Irán, Iraq e incluso Siria, además de las potencias que intervienen en la Guerra Civil Siria (Estados Unidos, Alemania, Rusia, Francia, etc.). De forma similar a la Revolución Bolivariana, en Rojava la sociedad se ha organizado sobre el poder popular – una definición que el Movimiento de Liberación Kurdo no utiliza –, dando origen a un sistema comunal que asume el rol del Estado –  en su ausencia – , sin ser un Estado burgués propiamente. De esta forma el Movimiento de Liberación Kurdo de Rojava propone, además de una solución pacífica la guerra (Pazmiño 2017), la constitución de una Siria confederal democrática, hecho que significaría la paulatina extinción del Estado burgués.

El problema teórico y práctico que presenta el Estado para pensar la revolución hoy, pasa por deshacerse de definiciones apresuradas y muletillas que dicen todo y nada al mismo tiempo. Como hemos visto a vuelo de pájaro, la “toma del poder” no garantiza la victoria de la revolución – destrucción del Estado burgués –, ni el tránsito al socialismo, como tampoco lo hace la idea idílica del pueblo organizado por sí mismo, prescindiendo del Estado del todo – el Estado, entendido como la organización del pueblo asumiendo las funciones del Estado burgués –, hecho que nos lleva al parecer a una dicotomía táctica que debe ser pensada a profundidad.El triunfo o derrota de las revoluciones por venir, dependerán en gran medida de que los y las revolucionarias podamos dar solución teórica y práctica a esta dicotomía. 

 

Bibliografía.

Arenas, Iraida, Sanoja, Mario. 2017. La larga marcha hacia la sociedad comunal. Tesis sobre el Socialismo Bolivariano. Caracas: Ministerio del Poder Popular para la Cultura.

Cadahia, Luciana, Coronel, Valeria. 2018. Populismo republicano: más allá de “Estado versus pueblo”. http://nuso.org/articulo/populismo-republicano-mas-alla-de-estado-versus-pueblo/

Engels, Federico. 1984. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Bogotá: Los Comuneros.

__________. 1878. Anti-Dühring. http://www.fundacionfedericoengels.net/images/PDF/engels_antiduhring_interior.pdf

Lenin, Vladimir. 1974. El Estado y la revolución, en Obras escogidas. URSS: Progreso.

Marx, Jarl, Engels, Federico. 1976. Manifiesto del Partido Comunista. URSS: Progreso.

Marx, Karl. 2008. El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Santiago de Chile: Quimantú.

__________. 1972. La lucha de clases en Francia. 1848-1851. Medellín: La Pulga.        

Pazmiño, Carlos. 2017. Kurdistán: desmantelando al Estado desde el Confederalismo Democrático. Santiago de Chile: Pensamiento y batalla.

Prince, Wayne. 2012. La abolición del Estado. Perspectivas anarquistas y marxistas. Buenos Aires: Utopía Libertaria.

 

[1] Las reflexiones aquí expuestas están contenidas en las obras de Marx “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte” (2008) y “La lucha de clases en Francia, 1848-1851” (1972), Engels “Anti-Dühring” (1878) y Lenin “El Estado y la revolución” (1974).

 

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