Somos más que materia prima

editorial
Domingo 7 de Julio de 2019

“Ahora si le digo a la gente que habla de estar contraria a la minería como tal: No lo politicemos, no lo radicalicemos…y si van a estar en esa posición, seamos coherentes. Todo, todos estos micrófonos, estas cámaras, los celulares, los vehículos, las mismas vías son fruto de la minería. Entonces, seamos coherentes, como el que decide ser vegetariano, no come carne, si Usted es anti-minero, no use celular, no vea televisión, no use telecomunicaciones…Aquí hay una ruta. Una ruta que es una ruta de prosperidad, respetando el medio ambiente”. 

Otto Sonnenholzner, Vicepresidente del Ecuador, 5 de julio de 2019

En 1949, al comienzo de la posguerra y la guerra fría, el presidente estadounidense Truman inauguraba lo que representaría la “cooperación para el desarrollo”. Declaraba que otros países podrían llegar a ser igual de desarrollados e industrializados que E.E.U.U., mediante asistencia financiera y técnica, la cual llevaría al desarrollo de industrias y a la prosperidad capitalista, compartida por todas las naciones libres del mundo. Este año representaba la hora cero de la tan infame ayuda al desarrollo, la cual impondría una meta común fijada por el Norte y anhelada desde entonces por el resto de las economías del mundo. El pleno desarrollo capitalista, el cual se encuentra hoy ante su crisis más inminente y de mayor trascendencia, pretende ser replicado por el Sur bajo parámetros de libre comercio, representando al mismo tiempo fuente de materia prima para el resto del mundo.

Mientras la totalidad de organismos internacionales ligados al monitoreo del medio ambiente anuncian la inminente catástrofe de nuestra aventura capitalista y al mismo tiempo civilizatoria, en el horizonte a mediano y largo plazo del panorama económico ecuatoriano, se impone el mismo discurso de siempre: el que perpetúa la explotación de los recursos naturales por sobre todas las cosas. El discurso desarrollista y extractivista, quiere que enfrentemos un declive ambiental sin precedentes con bombos y platillos. Profetiza mentirosamente un futuro en el que ya no seamos dependientes de los recursos naturales, y en específico de las energías fósiles y minerales, para asegurar crecimiento económico sustentable.

Hemos comenzado con la Sexta Extinción Masiva de Especies, la primera provocada directamente por la especie humana. Nos encontramos en el Antropoceno, una época, en la cual el accionar humano influencia de manera decisiva al resto de organismos en el planeta. El último informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las N.N.U.U. (IPCC, por sus siglas en inglés), alerta de que 2030 será el año limite para concretar una estrategia común a nivel planetario para poder contener efectivamente las consecuencias más devastadoras de la crisis ambiental, que ya se evidencia en la actualidad. Se estima que el límite fijado por los Acuerdos de París respecto al calentamiento atmosférico de 2 centígrados para el año 2050, no se atendrá bajo las condiciones actuales. [1] Adicionalmente, el Informe del IPCC sugiere transformaciones estructurales en el sistema económico y productivo a nivel mundial, imposibles de cumplir bajo el modelo neoliberal.

La estructura del mercado internacional globalizado, que para el Sur significa nada más y nada menos que dependencia sistemática, y de la cual se nutre y beneficia el Norte, seguirá imponiendo su lógica al resto del mundo por medio de la tan esperada demanda de productos que se puedan procesar en son de añadir valor agregado. Bajo la lógica capitalista, América Latina jamás dejará de ser una región dependiente de la demanda internacional por materia prima, recayendo en concentrar los sectores productivos alrededor de la misma. La gran pregunta sería la siguiente: ¿De qué industria dispone el Ecuador para procesar cobre, plata y oro? La producción total de este proceso de explotación y apropiación de la naturaleza se destinará al exterior, correspondiendo con las mismas demandas del mercado. Sonnenholzner parece desconocer que esta misma dinámica perpetúa el modelo primario exportador, que únicamente beneficia a las economías industrializadas, que pasan a procesar y manufacturar productos de valor agregado en el Norte y estos terminan volviendo como artículos de lujo, destinados para el consumo de las élites.

Las migajas que se prometen como recompensa por seguir los mandatos del libre comercio son, para Ecuador como en el pasado para Colombia, un potencial ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Esta premisa condiciona a las élites económicas, a las cuales en cambio se prometen altos réditos en los acuerdos comerciales, reforzando la narrativa desarrollista a cualquier precio. El ciclo actual parece representar un proceso de acumulación por desposesión, el cual se traduce en un boom minero y un nuevo ciclo de dependencia, en el que se encuentran sumergidas América Latina y el Sur global, permitiendo la replicación de la acumulación originaria, para beneficio de las élites económicas occidentales.

Lo que en un principio hizo Europa con el resto del mundo para el desarrollo del capitalismo, ahora, además de encontrarse en su fase neoimperialista, es desafiado por nuevas hegemonías regionales y globales. De tal manera, China se ha apropiado de una gran parte de los recursos naturales del Sur durante los últimos 30 años. La Ruta de la Seda integra mercados en favor de la República Popular China que se extienden desde el Sudeste Asiático, pasando por África y también Latinoamérica, creando una ruta comercial sin paralelas, completamente en correspondencia con los intereses políticos, económicos e industriales de China. Bajo estas premisas y revisando la historia, es posible concluir: bajo los parámetros del capitalismo, de lo único que ha servido el continente Americano, es de fuente de materia prima y trofeo de las grandes empresas explotadoras de recursos. 

 

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